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Mayerling: amor e intriga de Estado

Unas cartas ocultas durante años en la caja fuerte de un banco vienés revelan a los 126 años del crimen que conmovió a Europa la desesperación de María Vetsera, amante adolescente del heredero del trono austrohúngaro, que confiesa a su madre el deseo de ser más feliz en la muerte que en la vida

Sobre estas líneas, una de las cartas halladas en la caja fuerte. A la derecha, Rodolfo de Habsburgo.

La versión de un amor desbocado en medio de las intrigas políticas y la tesis del suicidio se imponen en el suceso de Mayerling -uno de los crímenes que más misterio ha despertado en la historia- tras el hallazgo de una serie de cartas ocultas durante décadas dentro de un maletín depositado en 1926 en una caja fuerte de un banco austriaco. En ellas, la amante adolescente de Rodolfo de Habsburgo, único heredero del Imperio austrohúngaro, confiesa a su madre que no puede soportar el amor, está decidida a morir y quiere ser enterrada junto a su amado en el cementerio de Alland. "Seré más feliz en la muerte de lo que he sido en la vida", escribió aquella niña empeñada en ser "femme fatale".

El 30 de enero de 1889 un príncipe austriaco, que nunca sería emperador, y su amante fueron hallados muertos en el pabellón de caza del palacio de Mayerling, en las afueras de Viena. Ese día, a las siete y media de la mañana, el primer criado del archiduque Rodolfo de Habsburgo se dirigió hacia el dormitorio de su amo para comunicarle que ya era la hora de salir a cazar. Llamó a la puerta y no recibió respuesta. Sabía que había pasado la noche con una mujer y no deseaba importunarle, pero tampoco desafiar su mal humor en el caso de perderse la larga jornada de montería que tenía por delante. De modo que recurrió a un tercero, el conde de Hoyos, amigo y confidente del príncipe, quien decidió tirar la puerta abajo con la ayuda de un hacha. El espectáculo que contemplaron tardarían en olvidarlo. Sobre el lecho yacían los cadáveres; el del archiduque se encontraba aún caliente. Las preguntas sobre lo que ocurrió no se han detenido y el misterio sobre las causas que rodearon al caso prosigue bastante más de un siglo y dos décadas después de aquello, aunque ahora parece vislumbrarse una luz al final del túnel.

La Casa Imperial informó por medio de un comunicado que Rodolfo, único hijo varón del emperador Francisco José y su esposa, Isabel, la desdichada Sissi, que encarnaría Romy Schneider en el cine rosa de los años 50, había disparado con su escopeta de caza a la baronesa húngara María Vetsera, de 17 años, que habría aceptado la idea de seguir a su amante por amor. La tesis oficial fue rechazada por los adversarios políticos del emperador, y los escritores románticos aprovecharon el funesto incidente para convertir a los dos amantes en personajes de novela. Los hechos también servirían posteriormente de inspiración al cine; el director Terence Young los llevó a la gran pantalla en 1968, con Catherine Deneuve en el papel de la baronesa y el recientemente fallecido Omar Sharif, en el del príncipe heredero.

Hasta hoy nadie ha sabido exactamente lo que ocurrió en Mayerling aquella noche. En torno al caso son más las preguntas que las respuestas. Algunas hipótesis extravagantes apuntaron a un envenenamiento urdido por los francmasones, y también a un desesperado suicidio de Rodolfo tras la muerte de María, supuestamente por causa de un aborto fallido. Las tesis más manejadas, sin embargo, son que el archiduque, a quien su padre había apartado de las tareas de gobierno por sus flirteos con la oposición húngara y su papel protagonista en una conspiración para resucitar el reino de Hungría, tuvo miedo de que sus intrigas políticas salieran a la luz y convenció a la jovencísima María, que compartía con él la fascinación por la muerte, para que le acompañase en el último viaje. Al heredero que, cumplidos ya los 30 años, le estaban volviendo loco las enfermedades venéreas, le amargaba profundamente la alianza de la monarquía Habsburgo con Alemania. Liberal y francófilo, creía en los derechos de las personas por encima de las naciones.

Los restos mortales de Rodolfo recibieron sepelio imperial en la Corte de Viena, aunque la baronesa Vetsera fue enterrada con prisas en el monasterio cisterciense de Heiligenkreuz para evitarle más ingredientes al escándalo. Nunca se realizó una investigación científica sobre las muertes pese al interés morboso despertado. Ahora, las cartas encontradas, en poder de la Biblioteca Nacional de Austria, permitirán a los historiadores avanzar en la investigación sobre las causas reales del suicidio, que sigue teniendo como principales móviles la intriga política y el amor. El material hallado será, además, expuesto para conocimiento del público a partir del año que viene coincidiendo con el centenario de la muerte del emperador Francisco José I.

La baronesa Vetsera, al igual que la bailarina gitana Tadea Mirszlac, la mujer con la que se estrenó en la cama el archiduque, tenía fama de casquivana hasta el punto de presumir en público de no usar bragas. En una ocasión se levantó el vestido delante del propio heredero, a la entrada de una fiesta, para demostrar que no iba de farol. Cuando conoció a Rodolfo de Habsburgo, éste era un hombre adorado por la sociedad vienesa y el hecho de que su esposa, Estefanía, se negaba a acostarse con él pertenecía ya al dominio público. María desplegó toda su belleza, el encanto exótico y su desparpajo entre las sábanas para conquistar a Rodolfo que, a pesar de su trayectoria y experiencia con las mujeres, cayó rendido. Inicialmente no era ella la favorita entre su legión de amantes, sino la actriz Mizzi Kaspar, a la que había regalado una casa en Viena donde vivía al mismo tiempo que un amigo dirigía un burdel.

La rumorología se ocupó de tejer una leyenda erótica en torno a la relación de la pareja. Según ella, Vetsera no se conformaba con el papel de querida y le exigía que se di-vorciase de su esposa. Jamás escatimó recursos para mantener enganchado a su amante: a los afrodisiacos se sumaban los encantamientos gitanos, lo ataba al lecho para hacer sesiones de sadomasoquismo. Rodolfo se mostraba feliz, aunque de vez en cuando emitía señales pidiendo auxilio.

A principios de los noventa, una revelación vino a arrojar nueva luz sobre el suceso de Mayerling. La historiadora Brigitte Haumann hizo pública la existencia de un cofre con un revólver que supuestamente había pertenecido al archiduque y que hacía diez años conservaba en su poder el entonces octogenario y ya fallecido duque Otto de Habsburgo, hijo de Carlos I, último emperador de Austria, y el último también de una dinastía que nació de los vientos de la felicidad y acabó alumbrando la debacle. Junto al revólver se hallaban unas cartas de despedida, mechones de cabello de los dos amantes y un pañuelo. El cofre permaneció durante años en poder de los descendientes de un alto funcionario austriaco que emigró a Estados Unidos en los años treinta huyendo del nazismo.

Los mechones de pelo ocupan un lugar especial en la memoria de aquel triste suceso. De hecho, cuando Isabel de Baviera fue asesinada a orillas del lago de Ginebra por el anarquista italiano que le hundió en el corazón un punzón de carpintero llevaba consigo hebras del cabello de su hijo Rodolfo, de cuya muerte jamás se pudo reponer. Si la incomparable Sissi fue la tercera víctima del incidente de Mayerling, Austria-Hungría resultó ser la cuarta, al precipitarse el Imperio en una cadena de acontecimientos que llevarían a su desaparición y, con ello, al final de una era y de una forma de vida en Europa.

Al quedar sin heredero, el emperador Francisco José trató de suplir el vacío con su sobrino Francisco Fernando, que tampoco cumpliría los designios. Cayó abatido por las balas un 28 de junio de 1914 en Sarajevo en compañía de su esposa, Sofía, y aquella fue la llama que prendió la mecha de la Gran Guerra.

Pero el Imperio de los Habsburgo, surgido de las alianzas matrimoniales de conveniencia para garantizarse el poder, empezaría realmente a desmoronarse con la muerte de Rodolfo, quien con su suicidio se encargó de desbaratar definitivamente el extendido mito del "matrimonio feliz" de los felices Habsburgo. Lo que llegó más tarde ya lo conocen, y no digamos lo que sobrevino a continuación: supuso la infelicidad más absoluta de Europa.

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