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GONZALO MOURE TRÉNOR | Escritor

"No sé de dónde viene mi gen rebelde, pero odiaba el No-Do, la copla, a Antonio Molina y 'el parte' "

"Recuerdo Valencia en sepia, mientras que Figueras tenía el color de 'Johnny Guitar' y olía a campo, a cuito, a leña, junto a casi cuarenta primos y el primer amor"

Gonzalo Moure Trénor, en su casa de Figueras (Castropol). luisma murias

-Nací en Valencia, en 1951, en un entorno de clase media con mezclas de aristocracia por parte de madre, que era Trénor y tenía primos marqueses y condes. Mi padre era militar, luchó en el bando nacional, se retiró de teniente y llegó a comandante. Fue agente comercial, representando calefacciones, y luego se dedicó a la agricultura. Mis padres compraron ocho hectáreas de olivos que transformaron en naranjos.

-¿Cómo era el ambiente en casa?

-Muy franquista, aunque, afortunadamente, mi madre era muy distinta, rebelde, y escribía maravillosamente los cuentos que nos leía por la noche, cuando aún no había televisión. Soy el último de cinco ­hermanos.

-¿Cómo era su padre?

-Valentín fue muy exigente con los mayores, incluso de castigo físico. Había nacido en Buenos Aires, en una familia de izquierdas, popular, con origen en Carballino (Orense). Era simpático y cantaba tangos. Conmigo fue especialmente amable.

-¿Y le correspondió siendo rebelde?

-Para él fue muy duro que a los 18 años militara en el PC y fueran a detenerme a casa durante el periodo de excepción del juicio de Burgos, pero se comportó con cariño y llevó a la cárcel comida para todos los presos políticos. Mi madre entendió lo que yo defendía y cambió radicalmente.

-Su padre franquista las llevó todas en la boca.

-Evolucionó. Mucho después de su muerte supe cosas que me hicieron entenderlo mejor. Un hermano suyo fue fusilado en Galicia, seguramente por falangistas.

-¿Hubo mucha Argentina en su casa?

-Se sentía muy argentino. Tenía doble nacionalidad. No dijo si era peronista o antiperonista, pero se sabía las alineaciones de fútbol. Mi hermana se casó con un psiquiatra argentino y eso le hizo viajar mucho.

-¿Cómo era su madre, Carmen Trénor?

-Encantadora. Los rojos le fusilaron a un hermano, otro murió en el hundimiento del "Baleares" y ella entró en el Auxilio Social y estuvo en la Alemania nazi con la Falange. Su padre, Leopoldo Trénor, valenciano, se llevó el archivo de los Pardo de Donlebún de Asturias a Valencia -creyendo que Asturias sería roja y Valencia nacional, que fue al revés- y se lo quemaron.

-¿Fue importante en su casa?

-Era escritor, ganó Flores Naturales de poesía en valenciano, fundó Lo Rat Penat, la escuela de valenciano, escribió libros de viajes y ensayos. Mis dos abuelos murieron en la guerra en 1937 por la misma causa y con el mismo dolor, no resistieron el fusilamiento de un hijo, probablemente cada uno por un bando. Mi abuelo se casó con Rosario Pardo, la señora de Figueras, y restauró las torres de Donlebún y el palacio de los Pardo. Murió veinte años antes de que yo naciera, pero tengo la sensación de haberlo conocido a través de mi madre, mis ­tías y primos. Fundó revistas y fue intelectualmente muy vivo, muy de derechas y meapilas y autor de un libro muy bonito de Juan de Yepes, San Juan de la Cruz.

-¿Pesaba el ambiente religioso en casa?

-Mucho, se rezaba el rosario. En Figueras, más todavía. Fui a un colegio religioso que no me gustó, fui monaguillo, canté en un coro... no sé de dónde viene mi gen rebelde, pero detestaba el No-Do, la copla, a Antonio Molina y "el parte" (el informativo oficial de la radio franquista).

-¿Qué recuerdos tiene de Valencia?

-Vivíamos en el centro, junto al mercado de la plaza de Nápoles y Sicilia, y tengo el recuerdo menestral de los colchoneros, el basurero con el carro de caballos, y eso tiene mucho olor, sonido y sabor para mí. La riada de 1957 fue un punto sin retorno y empezó la Valencia desarrollista.

-¿Y Asturias?

-Veníamos de junio a septiembre a la casa de los Pardo, que aquí llaman "el palacio de los Trénor". En tren hasta Madrid y de Madrid a Oviedo y luego en Alsa hasta Figueras. Dos días de viaje. Luego vino el coche, la furgoneta Rubia Seat, el Seiscientos y el 4L. Un viaje largo, siempre con averías y durmiendo en Arévalo o en Astorga. A la muerte de mi abuela, alquilábamos una casa para dormir, pero hacíamos la vida en casa de mi tío.

-¿Cómo integraba esos dos mundos?

-Recuerdo Valencia en sepia y Figueras en el color de "Johnny Guitar". Era el olor al campo, al cuito, la leña. Tenía casi cuarenta primos, tuve mis primeros amores. Figueras era mi gran esperanza. En Valencia no me sentí a gusto en el colegio, ni en el rosario ni con el No-Do. Fui mal estudiante de Primaria porque era obligatorio y me fugaba mentalmente. Era soñador y lector.

-¿Qué leía?

-Valencia era el paraíso de las librerías de lance. Iba con mi madre todas las mañanas a la calle de la Nave, entraba en las librerías y podía coger el libro que quisiera. Le preguntaba qué libro podía leer y ella me respondía "el que puedas". Leía por encima de mi edad. "Robinson Crusoe", Emilio Salgari, Conan Doyle, Pío Baroja a los 12 años... y en Figueras, John le Carré y García Márquez. Unas fiebres reumáticas me permitieron fascinarme con "La Ilíada" y "La Odisea". Ya escribía.

-¿Cuándo empezó?

-A los 6 o 7 años me quedé leyendo el "TBO", perdí el autobús, mi madre se enfadó conmigo y para congraciarme le escribí: "Soy como una vulgar caña que baja por un río lleno de piedras y se engancha en todas". Escribía novelas horrorosas de espías.

-¿Su madre era afectuosa?

-Sí, pero dolorida. Hubiera querido ser escritora. Cuando murió, encontré guiones de cine, obras de teatro, cuentos. Escribía extraordinariamente bien. Me reprochaba mi barroquismo: "Lo que no hace falta sobra. El adjetivo que lo ponga el lector". Sólo logró hacer unos programas sobre el ama de casa en Valencia, pero mi padre no la dejaba ir a la radio. Venía un motorista, recogía el guión y lo leía una locutora. Eso le dolía.

-Una manera de salir para una mujer así era la Sección Femenina.

-Sí. Yo también fui de la OJE para salir al campo y dormir bajo las estrellas. Fui flecha, jefe de escuadra y cuando me quisieron nombrar jefe de centurias, con 15 años, no me quise poner la camisa azul y la tiré a una papelera de la calle la Paz.

-¿Qué notó?

-El contrapelo. He cantado, encantado, "Montañas nevadas" y "Cara al sol", pero ahí empezó mi despertar político.

-¿Por qué lado?

-Por Pepe Beunza, el primer objetor de conciencia, valenciano, seguidor de Lanza del Vasto y Gandhi. Me habían expulsado del Pilar por mal estudiante y estaba en el Pío XII, otro colegio religioso pero más rígido y casposo. Me sentía muy despreciado, rebotado, pero hice un buen amigo con el que fui a alguna charla de Beunza y oí a Bob Dylan. Robé singles de Dylan, "Beatles" y "Rolling" en Viuda de Miguel Roca, en 1965 o 1966. En el colegio del Pilar, al que volví como alumno mejor, un profesor de sexto curso ponía por los altavoces a Raimon y "Status Quo".

-¿Escribía?

-Estaba muy refrendado porque a los 14 gané el premio nacional de redacción de Coca-Cola y me dieron un tocadiscos, un montón de discos y un viaje a Roma. Nunca gané tanto por una cuartilla. Mi padre y mi madre estaban encantados.

-Viaje a Roma.

-Primer pasaporte, primera vez que tomaba un avión, que iba al extranjero, a la Italia de Gigliola Cinquetti. Me enamoré de una chica ganadora, mallorquina, que escribía cartas muy bonitas y profundas. Hace un par de años charlamos a través de Facebook. Salí convencido de que mi vida era escribir. Y poco después descubrí a Samuel Beckett.

-¿Cómo?

-En el colegio el profesor moderno nos propuso representar "Esperando a Godot" e interpreté "La última cinta", de un solo actor. Descubrí sus novelas... "El innombrable"... Rompía con lo establecido y me cambió la escritura. Hice una obra de teatro, "Los avidujerios", copia de Beckett, que llegamos a representar en el instituto y en la Universidad. Lamento haberla perdido.

-¿Qué estudió?

-Quise hacer Periodismo, pero llegué tarde a la matrícula. Elegí Ciencias Políticas para escapar de Valencia. Llegué al Madrid de la dictadura con mis padres y la Facultad tomada por la Policía de gris y casco blanco. Me reboté. Estuve tres años que fueron como treinta.

-¿Le gustó la carrera?

-Era interesante, con profesores como Raúl Morodo, Carlos Ollero, Fraga Iribarne, con el que tuve enfrentamientos personales, casi físicos, y "penenes" (profesores no numerarios) fantásticos. El primer curso fue un pulso constante con la Policía y con Fraga. Asambleas, carreras, porras y me acerqué al PC -los que mejor luchaban-, hasta que me propusieron militar en 1970. Repartíamos "Mundo Obrero" de madrugada a las puertas de la fábrica de Pegaso. Yo era muy llamativo, con una barba muy grande y me fichó la Brigada Social en la primera asamblea. Luego me tuvo especial inquina el comisario "Billy el Niño" (Antonio González Pacheco), que me torturó.

-¿Hizo la carrera?

-Malamente. También dejé de escribir en seguida. No tenía tiempo. En el segundo curso conocí a Tina Blanco, mi mujer. Es un poco mayor que yo y venía expulsada de TVE, donde era guionista, por política.

-¿De dónde es?

-De Avilés. Se crió en Grandas de Salime, y su abuelo, jefe de peones camineros, le decía "detrás de estas montañas está Castropol", como si fuera Shangri La.

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