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Altruismo y cáncer

El proceso cancerígeno comienza cuando una célula se niega a colaborar con las demás y busca sólo su bien, aprovechándose de la bondad del resto

Altruismo y cáncer

Una de las cosas más intrigantes en biología es el altruismo, si verdaderamente existe. Creo que el primero que lo propuso fue Hamilton y habló de altruismo recíproco: te doy esto a cambio de que tú me des aquello. Pero parece que en las sociedades de cazadores y recolectores no es exactamente así como funciona. Más bien el que tiene da caza, tiempo, sabiduría a la tribu o a grupos o personas concretas, sin llevar un estricto libro de contabilidad. Se interpreta como una forma de ser aceptado, de ganar prestigio, en sí mismo ya un bien y en la vida corriente una inversión importante pues cuando el altruista esté necesitado es posible que los receptores de su generosidad e incluso los otros que no la necesitaron o no estaban en disposición de hacerlo, se presten a ayudarle.

Es un tema muy debatido entre antropólogos, biólogos y otras disciplinas. Una pregunta clásica es qué pasa si en una sociedad altruista se introduce un egoísta, un aprovechado. Lo más lógico es que lo expulsen pero para ello hay que identificarlo y eso es difícil. El cara dura evidente es fácil de aislar, es un pobre hombre, pero qué pasa con los lobos disfrazados de ovejas. Son personas que dicen, con un discurso muy creíble, que ponen por delante el bien común, que sacrifican su bienestar por los demás como un servicio. No es raro que completen su imagen con una religiosidad activa que asegura la moralidad de sus actos e intenciones. Pero un día descubrimos que todo eso no era más que teatro, una estrategia para hacerse con el bien común para su particular disfrute. Se estaban aprovechando de su imagen de altruista construida con falsedades.

Los evolucionistas discuten cuál es el individuo de la selección. Lo más frecuente es pensar que son los organismos, como entidades complejas que van desde la célula (o incluso los genes) hasta la especie. Por ejemplo, puede haber una selección de grupo, lo que llaman un deme, cuando el comportamiento común es altruista. Todos se benefician y hacen más robusta la sociedad, que les permite sobrevivir y reproducirse en ese medio. Pero si en ese grupo se introduce un egoísta, que naturalmente aprovecha la ingenuidad de sus congéneres, su prole, si hereda esa tendencia, crecerá porque saca más partido del medio. Con el tiempo habrá tantos egoístas que la sociedad será inviable.

Fíjense que supuse que la tendencia al altruismo o al egoísmo es hereditaria, algo muy discutible. La realidad nos enseña, y estos días es noticia que, entre los gobernantes, aquellos que eligen como modo de vida el gestionar el bien común, hay demasiados egoístas que se asocian frecuentemente con otros de su "calaña", que basados en sus dudosos valores morales y su habilidad han progresado económica y socialmente. Una élite destructiva de la sociedad altruista. Pero sobrevivimos.

Esto se debe a varias razones. La primera es que no creo que el comportamiento altruista esté en nuestros genes, quizá se pueda especular con una mayor o menor tendencia. Padres con altos valores morales pueden tener hijos depravados y al contrario. En segundo lugar porque en cada uno de nosotros conviven, en mayor o menor grado según el momento y circunstancia, el altruismo y el egoísmo. También en los políticos y empresarios. Por último, porque la sociedad tiene mecanismos formales e informales para controlar a los aprovechados, aunque a veces sea lenta o ineficaz

El cuerpo humano también es una sociedad de individuos. Cada una de nuestras células tiene una doble finalidad, sobrevivir y contribuir con sus productos al bien común, en definitiva, a la supervivencia del individuo. A una célula del páncreas no le importa fabricar insulina para que otras se aprovechen, ella recibe los nutrientes y el oxígeno merced al esfuerzo de otras. Cuando algo se desvía, ahí está el ejercito regulador. Es muy complejo, sólo voy a mencionar el sistema inmune a propósito del cáncer. Todo empieza con una célula que decide no colaborar, que busca solo su propio bien aprovechándose de la bondad del resto.

La mayoría de las veces el sistema inmune lo detecta y acaba con ella. Otras veces es su propia estrategia equivocada. Pero algunas pasan esos filtros y se multiplican, allí y en otras partes de cuerpo. El egoísta se está haciendo con esa sociedad. Ocurre demasiadas veces lo que los evolucionistas imaginan: la proliferación de esas células egoístas acaba con ese organismo. ¿Qué deberíamos hacer para que nuestro cuerpo detectara y suprimiera estas células egoístas? Evitar las circunstancias que facilitan su producción, los cancerígenos, y conocer mejor cómo se las arreglan para saltarse la vigilancia. Invertir en la investigación de cómo reforzar el sistema de control. El símil en la sociedad humana sería invertir en fortalecer el sentido altruista, que la elección de serlo resulte más beneficiosa que la de ser egoísta. Eso no basta. Como en el cuerpo humano, necesitamos un "ejercito" especializado y bien dotado que vigile, detecte y controle a los que se desvíen. La aplicación rigurosa y ágil de la ley.

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