La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora

El empleo femenino es precario

La mitad de las asturianas está en paro o tienen contrato a tiempo parcial o temporal | Cuatro mujeres asturianas valoran las diferencias y rompen tópicos

El empleo femenino es precario

En la sala de partos del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), Salomé Álvarez Rodríguez, matrona, 37 años, trabaja a turnos en un equipo donde la presencia masculina es testimonial. Por temporadas, inexistente.

En el centro de apoyo a la integración (CAI) de Serantes, en Tapia de Casariego, Inés Fernández Fernández, 59 años, psicóloga y gerente de la asociación Fraternidad, se mueve en un mundo eminentemente femenino. Si hay que buscar porcentaje, los servicios profesionales a la discapacidad están copados por las mujeres en un 80 por ciento.

En el IES Emilio Alarcos de Gijón hace tiempo que en el claustro de profesores hay mayoría femenina. Allí trabaja Marián Moreno Llaneza, 51 años, profesora de Lengua y Literatura. Aproximadamente el 55% de los profesores de Secundaria y Formación Profesional son mujeres.

Por el Palacio de Justicia de Oviedo pasa todos los días la procuradora Virginia López Guardado, 47 años. En el mundo judicial casi la mitad de los abogados en ejercicio son mujeres. El 65% de los procuradores, también.

Cuatro mujeres asturianas que se mueven en cuatro entornos profesionales distintos con cuatro niveles también diferentes de presencia femenina. En vísperas del Día Internacional de la Mujer Trabajadora (8 de marzo), reflexionan sobre las ventajas y los inconvenientes de trabajar con muchos, con pocos o prácticamente con ningún varón.

Inés Fernández, gerente de la asociación Fraternidad, de personas con discapacidad intelectual, recuerda su primer día de trabajo. Unos locales en la vieja Casa de Cultura de Tapia de Casariego, un compañero de proyecto que era maestro en paro, un Seat 600 que le había costado 125.000 pesetas y una ruta de ida y vuelta para recoger a tres personas discapacitadas. Fraternidad nació en abril de 1982, cuando la red asistencial en el occidente asturiano se reducía a cero. "Las familias que tenían un miembro con discapacidad cobraban 1.500 pesetas con la cartilla de la Seguridad Social", y a otra cosa.

Fraternidad creció. Su centro de apoyo a la integración (CAI), ubicado en Serantes, acoge a 54 personas, y en la residencia en Tapia viven otros quince usuarios. Los servicios en torno a la discapacidad se han multiplicado por mil en Asturias, pero el sector mantiene una seña de identidad laboral: es mundo femenino.

Inés trabaja entre mujeres. "En la plantilla de nuestro CAI sólo hay dos hombres entre los catorce trabajadores. Tener cuidadores masculinos es bueno porque el equilibrio siempre viene bien, pero mi experiencia me dice que las mujeres tenemos un algo especial para el cuidado de la discapacidad". Otra experiencia: "No es fácil encontrar trabajadores varones en este sector".

Más de la mitad de las mujeres trabajadoras españolas lo hacen en cuatro sectores: comercio, sanidad y servicios sociales, educación y hostelería. De cada cien mujeres ocupadas 18 se ganan la vida en el comercio, 14 trabajan en la sanidad y los servicios, 10 en la educación y 9 en la hostelería.

Todo lo demás se mueve en estadísticas mucho más modestas. El personal doméstico agrupa a siete de cada cien mujeres, lo mismo que la industria manufacturera. Un 6% de las mujeres con trabajo lo hacen como administrativas y auxiliares, y un 5% en actividades profesionales, científicas y técnicas. Para hacerse una idea de la evolución laboral femenina en las últimas décadas, tan sólo dos de cada cien trabajadoras lo hacen en el sector de la agricultura, la ganadería y la pesca.

¿Cómo nombrar a los hombres que trabajan en la asistencia a partos? Ellas son matronas. ¿A ellos los llamamos matrones?

Pues eso. Matrón es palabra registrada en el mejor registro posible del idioma: el Diccionario de la Real Academia: "Persona especialmente autorizada para asistir a las parturientas".

La duda es consecuencia del escaso número de matrones. Salomé Álvarez Rodríguez trabaja de matrona desde hace seis años en el HUCA. "De un colectivo de más de cien profesionales, yo creo que hay cuatro hombres en Asturias, y dos más que van a terminar su formación este año".

Un matrón en la sala de partos. "Se desenvuelven de maravilla. Al final, en un momento como ése las madres sólo buscan profesionales que hagan bien su trabajo", sin atender al género. Asegura Salomé Álvarez que "se agradece tener un punto de vista masculino en el equipo".

Lo de meterse en un paritorio a ver salir bebés al mundo requiere vocación, "sobre todo cuando te toca el turno de diez de la noche a ocho de la mañana. A mí me encanta lo que hago y a veces me emociono. Y no soy la única". ¿Ellos también se emocionan? Pues sí -dice- porque la emoción no tiene por qué estar condicionada al género.

Salomé Álvarez es presidenta de la asociación asturiana de matronas, entidad que sí que acepta a los matronos con los brazos abiertos. Ellas y ellos piden que el Principado convoque oposiciones. La última fue en 2001, hace quince años. Ya es hora. "Yo animo a los hombres a apuntarse a la matronería, porque es apasionante", afirma.

Lo emocional forma parte de la gran aventura de enseñar y aprender. ¿Enseñan igual los hombres que las mujeres? Marián Moreno, profesora de Lengua y Literatura en el IES Alarcos, en Gijón, está convencida de que no.

-Yo creo que mis compañeros varones enseñan, van más a dar clase, y que nosotras además de enseñar procuramos educar. Es una forma de entender la educación que consume más energía.

Moreno lleva 26 años en la docencia. A principios de los noventa el sector ya estaba muy feminizado, también el de la Secundaria, aunque no tanto la Formación Profesional. Marián Montero valora en las mujeres docentes "su mayor capacidad de empatía, que es algo que nos llega por educación, no de nacimiento. Estamos educadas así y le sacamos partido a una etapa, la de la adolescencia, que es difícil".

Da clases a chavales desde los 14 hasta los 18 años, "edades que requieren paciencia por parte de los profesores, interés por ver qué les pasa, preguntarles cosas, acompañarles más. Y eso las mujeres lo hacemos muy bien. A veces los recreos sirven para hablar con los chicos. Conmigo pueden hacerlo, saben que no les ando vendiendo motos".

-¿Se ejerce un poco de madre?

-En mi caso en absoluto. Yo no tengo descendencia, no tengo ningún instinto maternal. Sería cargarme sobre mis espaldas una responsabilidad que no me corresponde, lo que no quiere decir que no experimente un acercamiento afectivo muy grande con los alumnos. Más que de madres lo que tenemos que ser es acompañantes: venga, que yo te escucho.

A Marián Montero le preocupa "el bombardeo de estereotipos que reciben los adolescentes en este país". En la publicidad, en los medios, pero también "en la literatura para adolescentes, que es tremenda. En la saga 'Crepúsculo' se vende la idea del 'te amaré hasta la muerte', o hasta que me mates porque no olvidemos que son vampiros... A los chavales, a ellos y a ellas, hay que abrirles los ojos, a veces cogiéndoles en un aparte: pero ¿tú ves lo que te están diciendo?".

Son edades "en las que se están construyendo, pero el problema es que se construyen de forma diferente. A ellos les venden la figura del agresivo dinámico líder, y a ellas la de la guapa preocupada por el amor. Por eso la escuela es tan importante como balanza de equilibrio".

En el sector de la Justicia hay casi paridad de género. La diferencia no está tanto en el sexo como en la experiencia profesional, que ésa sí que pone galones. "Pero la vida te espabila", dice Virginia López Guardado, que a fuerza de ponerse la toga "acabé perdiendo timidez". Es procuradora y se acuerda perfectamente ("hasta del número de expediente") de su primer caso en octubre de 1998. "Era una demanda por impago de la pensión alimenticia".

Asunto judicial muy femenino, se podría deducir. "No se crea. Lo que quiere la gente es tener a su lado un buen abogado y un buen procurador. Incluso en asuntos relacionados con violencia de género, por ejemplo, las víctimas buscan buenos profesionales, no que sean hombres o mujeres".

Ni hay una forma judicial femenina ni masculina. "Frente a los jueces lo que funciona es el protocolo" que manda la norma. "No creo que las mujeres lleven de distinta forma un caso o lo defiendan de manera diferente", afirma Virginia Guardado, que jamás se ha sentido discriminada.

-¿Los hombres escuchan menos?

-Otro tópico. Hay de todo, en hombres y en mujeres. Va con el carácter, no con el género.

Y los hay, ellos y ellas, que no escuchan nunca.

Compartir el artículo

stats