La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arquitectura personal 1

Defensa zurdo, voluntarioso y con facultades

-Nací en La Invernal, que tendría 15 o 20 casas de campesinos y de mineros, el 90% del Sotón. Mi abuelo fue vigilante y después de él fueron mineros mi padre y mis tíos, que también trabajaban en la huerta y los prados y tenían cuatro o cinco vaques y un caballo. Mi padre se llamaba Elviro Suárez García y mi madre Teresa Vázquez López, y es de Tapia de Casariego. Tengo un hermano dos años y medio más pequeño, que también jugó al fútbol.

-¿Cómo fue su madre a dar a Sotrondio?

-Porque mi abuelo materno vino a trabajar al Sotón y trajo a la familia. Mi madre vivía en un pueblo algo más abajo: Peñatejera. Siempre trabajó en casa.

-Recuerdos de La Invernal.

-Yo vivía en Sotrondio, pero como allí no te admitían en la escuela hasta los 5 años, fui a la de La Invernal con 4 años y treinta y pico chavales, algunos grandes. Comía en casa mi güela y lo más feliz era cuando iba con mi tío Leandro, el joven, que quedaba soltero, a ayudarlo con el ganado, a ir por pación... Por la tarde estaba con 3 o 4 críos de mi edad dándole a una pelotuca en el prado o robándole manzanes al vecín de al lao. Todos teníamos fruta, pero era por fastidiar.

-En Sotrondio, ¿dónde vivía?

-En la barriada de San Juan, el Serrallo. Había muy buen ambiente, todos mineros, muchos andaluces y extremeños que tenían bastantes hijos. Me acuerdo de la huelga de 1962 y de todas las mujeres de Sotrondio y el Serrallo al lado del túnel para pasar al pozo Cerezal y a la Hullera, y mi madre entre ellas.

-¿Le afectó la huelga?

-Recuerdo gente que lo pasaba mal porque vivían al día. Los que podíamos defendernos un poco mejor llevábamos a comer uno o dos guajes a casa todos los días. Yo vivía en la calle Campoamor y Paco, un amigo de la calle Unamuno, que eran 8 o 9 hermanos, venía a casa.

-¿Cómo era su madre?

-Clásica, muy normal, de cuidar de los hijos y de mi padre. De dar mimos y también de zapatilla y de escorrernos alrededor de la mesa. Vive.

-¿Tiene recuerdos de Tapia?

-Pasábamos allí el mes de vacaciones hasta que tuve 14 años y empecé en el fútbol. Cogíamos El Carbonero a Oviedo y, desde ahí, en Alsa. Los chavales íbamos en los asientos de arriba, en el techo del autocar. Mi padre era un enamorado de Tapia y de Gijón.

-Era muy distinto de Sotrondio.

-Era precioso. Tenía el mar y, al lado de casa, la playina de La Reburdia. Pasando el Anguileiro, subías una cuestina y cuando llaneabas estaba A Lama, la casa de unos tíos de mi madre donde veraneábamos. Mi padre trabajaba con el ganado, segaba, recogía escanda y maíz. Hacíamos pan en casa. Los guajes ayudábamos en lo que podíamos, echando los colmos y recogiéndolos para mullir. A la una, para la playa. Mi padre era de pescar y de bañarnos. No nos dejaban ir solos.

-¿Aprendió a nadar allí?

-No, aprendí a nadar en La Chalana, la playa de la cuenca minera.

-¿Cómo era su padre?

-Impresionante. Más fuerte que yo y con unas manos enormes. Fue barrenista durante 33 años, nunca perdió un día de trabajo, salvo por accidente. Tenía tercer grado de silicosis. Se levantaba ahogado de madrugada y murió muy joven, después de dos años jubilado por la enfermedad. Le gustaba el fútbol y jugaba a los bolos en la Peña Castro, en el mismo Serrallo, hasta las 9, que se retiraba. Cuando venía de echar la partida todos los críos decían: "¡Ahí vien Elviro, ahí vien Elviro!", y él sacaba caramelos de la chaqueta.

-¿Que tendencia política tenía?

-Mis tíos y él eran socialistas pero no revolucionarios. Si había huelga, paraba y punto. Me contó que con 18 años bajaba al cine a Sotrondio y al volver con dos o tres a La Invernal, caleya arriba, los paraba la Guardia Civil. Alguna vez la Guardia Civil fue a su casa, los sacó a todos, al padre y los once hermanos, y alguna hostia le cayó a mi güelu y a los mayores mientras registraban la casa.

-¿Qué tipo de guaje era usted?

-Traviesu. Mi madre dice que mi hermano era más tranquilo. Me gustaba ir con los mayores a robar cereces cerca del cementerio o a bañarnos al río, que salíamos negros porque estaba el lavadero de carbón al lado.

-¿Y en la escuela?

-Era vagoneta. Si me ponía, me quedaban las cosas, pero era poco de coger los libros. Llegaba a casa y decía: "Ya haré los deberes", y me iba a jugar al balón. Y mi madre: "Hay que estudiar más, déjate de jugar".

-Primeros recuerdos del balón.

-El primer entrenador que tuve fue el cura de Sotrondio, don Custodio, que debe vivir en la residencia de Oviedo. Con 9 años me dijo que jugara con los de la escuela, que tenían 14 o 15 años. Hizo un equipo y jugábamos en La Llera Polín, una escombrera, y yo era el más pequeño.

-¿Estaba metido por la parroquia?

-No, era el cura que daba religión. Luego lo destinaron a Rioseco. Mi madre era de misa -mi padre, menos- y nosotros también hasta que empecé a jugar al fútbol por las mañanas.

-¿En qué despuntaba para jugar entre mayores?

-No sé. Jugar era centrar y rematar. Empecé de extremo izquierda, driblaba bien, era rapidín, de cabeza iba bien y hacía goles.

-¿Veía muchos partidos? ¿A quién?

-Cada vez que podía. Los jueves jugaba el San Martín y una vez, gracias a Alberto Suárez, "Pipi", vi al Málaga. Pipi había salido del San Martín, fichado por el Real Madrid, que lo cedió al Málaga. El Málaga vino a jugar a Oviedo, que estaba en Primera División, y se las arreglaron para jugar contra el San Martín. Pasé del catecismo y me colé en el partido a verlos.

-¿Era del Sporting?

-Sí, porque mi padre nos traía mucho a Gijón en verano. Salía el Tren de Madera de Laviana a las 7 de la mañana y lo cogíamos a las siete y pico en Sotrondio. Tardaba dos horas y pico, cargado de gente, en dejarnos en la estación antigua de Gijón. De ahí, caminábamos hasta el muelle y parábamos a tomar café y, a lo mejor, picábamos un poco de pulpo y para la playa. Mi madre traía toda la comida y, cuando llegaba la hora, comíamos en una mesina del parque de Isabel la Católica. Luego nos dábamos otro baño y caminábamos todo el Muro hasta la estación. El tren salía a las cinco y media.

-¿Quién era su jugador favorito?

-Benítez, lateral derecho del Barcelona. Era mulato y me cayó simpático. Marcaba a Gento, del Real Madrid. Jugaba con Eladio, Fusté, Sadurní. Lo veía en televisión y en los cromos que ajuntaba. Era rapidísimo, de piernas algo arqueadas. Por ese jugador tiro más al Barça que al Real Madrid.

-¿Desde qué edad quería ser futbolista?

-Desde que empecé a jugar con 10 años en la OJE. Uno de los que mandaba allí era Herrera, un primo mío, e íbamos a competir con la OJE de Sotrondio al Cristo de las Cadenas de Oviedo o a la Universidad Laboral de Gijón. La OJE organizaba todo el deporte y campamentos en La Pola de Gordón. En casa me dejaban y no mezclaban deporte con política. En el campamento ibas uniformado y cantabas, pero en Sotrondio, nada.

-¿Hasta cuándo estudió?

-Lo dejé a los 14 o 15 años. No llegué a hacer la reválida de cuarto. Iba a trabajar de pinche de peón caminero con un tío mío, pero no tenía edad y entré de camarero en Chez Suárez, una cafetería muy buena que llevaban unas buenas personas, creo que vueltos de la emigración. Estuve cerca de un año y arreglábame. Lo peor eran los domingos porque los amigos iban de fiestina y yo estaba allí desde las 12 de la mañana a las 12 de la noche. Jugaba en La Amistad, de Blimea, y salía con una pandilla de 20 que íbamos a ver al San Martín, a les sidreríes de Sotrondio, y a ver la del Oeste del cine Virginia. Al lado estaba la pista, El Somar, que no nos dejaban entrar. Enseguida lo cerraron.

-¿En casa ponían inconvenientes a que jugara?

-Mi madre me decía: "Otra vez con toda la ropa de barro".

-¿Confiaban en su futuro de futbolista?

-Me dejaban porque entonces había trabayu para todo el mundo. Después de ser camarero, cuando jugaba con el San Martín grande y cobraba 700 pesetas, fui a trabajar con un tío mío a hacer carreteras y la conducción de agua desde Ciaño hasta El Carbayo.

-Abriendo zanjas.

-Tiré de pico y pala como un cabrón... Tuve la suerte de que la mayoría era prado y con el palote hacía metros de narices. Íbamos a tarea. El jornal base era a 5 o 10 duros la hora, no me acuerdo. Hacía 10 metros, sacaba el jornal y marchaba por los prados a coger el autobús a Ciaño para entrenar con el San Martín.

-¿Cómo le iba?

-En mi debut, en Tuilla, ganamos cero a tres y yo metí dos goles. Hice parte de juveniles con la ficha falsificada porque no tenía la edad. Un entrenador, Molaza, de Sama, que había jugado en el Deportivo de La Coruña, me dijo: "Guaje, vas a hacer una prueba para el Oviedo". Me llevó un jueves, en el coche con su hijo, que había sido profesor mío y era el que conducía. Fuimos al Tartiere, en Buenavista, y a los 20 minutos salió echando cagamentos porque no podía hacer la prueba ese día. El San Martín era un poco filial del Ensidesa y no pasaron tres meses, el ojeador me vio jugar en varios partidos y me llamaron.

Compartir el artículo

stats