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Carlos Blanco, la mano que llevó el Quijote al cine

La edición del guión del filme "Los peces rojos" pone el foco sobre el escritor asturiano, que durante tres décadas fue uno de los más relevantes del país y que incluso trabajó en Hollywood

Un fotograma de "Locura de amor"

La llamada "política de los autores", la teoría impulsada por los críticos de "Cahiers du Cinéma", jugó un papel fundamental en la cimentación de una determinada cinefilia y, también, en la reivindicación del estatus de "artistas" de determinados directores de cine. Pero esta reivindicación del "yo" creador por encima del acto colectivo de producir un filme, también derivó en una cierta injusticia, en la infravaloración de las aportaciones de determinados profesionales. Especialmente, de los guionistas.

En este selecto gremio sirvió, con honores, el asturiano Carlos Blanco Hernández (1917-2013). Un "autor" con todas las letras, que durante tres décadas trabajó con algunos de los cineastas más destacados del país y que incluso pudo hacer carrera en Hollywood. Una figura olvidada que vuelve al primer plano de la actualidad merced a la edición de uno de sus guiones más relevantes: "Los peces rojos", que dirigió en 1955 José Antonio Nieves Conde.

De Gijón al penal

Tiempo habrá de hablar de "Los peces rojos". Aunque, eso sí, es pertinente precisar un detalle relevante: está ambientada en Gijón, la villa natal de Blanco. El futuro guionista era hijo de dos maestros salmantinos destinados al Instituto Jovellanos.

La familia residió en la ciudad hasta finales de 1934. La muerte de la madre de Blanco, Lola Hernández, en 1933, fue determinante para que padre e hijo se trasladasen a Madrid, aunque es probable que la inseguridad de Asturias, tras los sucesos revolucionarios del octubre anterior tuviese que ver. En la capital, Blanco se aficiona al cine y comienza a estudiar la carrera de Ingeniero de caminos. Mas este porvenir se ve truncado por el estallido de la Guerra Civil. El joven acaba alistado en el ejército republicano, como artillero, en el frente de Madrid. En 1939, cuando la República agonizaba, Blanco fue hecho prisionero en tierras andaluzas. Pasaría los siguientes cinco años vagando por los penales de media España.

Concurso de guiones

Al salir de prisión Blanco se encuentra en una auténtica encrucijada. Su condición de penado y excombatiente republicano le impide seguir estudiando y dificulta que encuentre trabajo. Finalmente, vuelca sus esperanzas en la escritura y se presenta a un concurso de guiones. Su texto, "Don Beltrán de la Cueva" resulta ganador y Blanco es contratado para adaptar "Cuando llegue la noche", de Joaquín Calvo Sotelo, que será llevada al cine por Jerónimo Mihura. Es su debut como guionista.

Cifesa

Tras este filme, Blanco ficha por la mayor productora española de la época: Cifesa, casa valenciana propiedad de la familia Casanova. Su primer trabajo para ellos es "La princesa de los Ursinos" (1947), de Luis Lucia, muestra temprana de lo que se conocerá como "El ciclo histórico de Cifesa".

Al año siguiente, Blanco colabora en el guión de uno de los mayores éxitos de la historia del cine español: "Locura de amor", de Juan de Orduña y con una memorable Aurora Bautista interpretando el papel de Juana "la loca". Aunque la compañía tenía una versión inicial del guión, los Casanova dieron vía libre a Blanco para que lo rehiciese a sus anchas pese a que Juan de Orduña no estaba de acuerdo con su visión, como el propio guionista recordaría en una serie de entrevistas con Juan Cobos: "Casanova le dijo a Orduña que debía rodar el guión como yo lo veía. Me dieron un piso en vacío que tenía Cifesa en la calle Jacometrezo. Tuvieron que llevarme una silla y una mesa, y recuerdo que pasé un frío enorme escribiendo como yo lo hacía entonces, con una pluma. De vez en cuando venía Orduña a verme".

Pese a aquel roce inicial, Blanco y Orduña acabaron entendiéndose, y el filme conjuga a la perfección la pretensión del cineasta de respetar el texto teatral original de Manuel Tamayo y Baus con las ideas de Blanco para darle un ritmo más cinematográfico.

El éxito de "Locura de amor" fue sensacional. Tanto en España como en toda Latinoamérica. Al guionista, además, le da la vida: Aunque no le saca de pobre, porque los Casanova le pagaban poco y mal, sí que le saca de las listas policiales, donde aún figuraba por su pasado republicano.

Regreso a Asturias

Con un prestigio creciente, Blanco firma por Colonial AJE, una pequeña productora fundada por el también asturiano Jesús Rubiera, para adaptar "La aldea perdida", de Armando Palacio Valdés. Para dirigir el filme, que se rodaría en parte en Asturias y llevaría por título "Las aguas bajan negras", Rubiera contrató al volcánico José Luis Sáenz de Heredia.

Guionista y director harían buenas migas. Hasta tal punto que, en las siguientes dos décadas, compartirían créditos de manera frecuente. En total, Blanco colaboró con Sáenz de Heredia en siete filmes, más que con ningún otro director.

No está claro si fue durante este retorno a Asturias que Carlos Blanco escribió el guión de "Los peces rojos", pero la cronología encaja. El guionista acometió el libreto en torno a 1948, aunque el texto dormiría el sueño de los justos durante siete años antes de poderse rodar. Blanco siguió trabajando en otros proyectos, labrándose un prestigio creciente en el sector. En 1950, su participación en "Don Juan", nuevamente con Sáenz de Heredia, supone un nuevo espaldarazo profesional y le permite salir por vez primera de España, ya que el filme es seleccionado para la Bienal de Venecia. Son años de ilusiones y triunfos, pero también de oscuras derrotas contra la censura. Aunque, poco a poco, Blanco les va tomando la medida.

"Los peces rojos"

Y llegamos, así, a "Los peces rojos". El guión, un sofisticado juego de intriga, despierta el interés de productores foráneos. Pero será finalmente uno de los más relevantes directores españoles del momento, José Antonio Nieves Conde, quien lo lleve a la pantalla.

En los años precedentes, la carrera de Nieves Conde había sido una auténtica montaña rusa. "Balarrasa", protagonizada por Fernando Fernán-Gómez, había gozado de un éxito monumental en 1950, aunque sería su siguiente película, Surcos de 1951, la que marcaría un antes y un después en el cine español, tanto a nivel estético como político.

Considerada la llegada efectiva del Neorrealismo al cine español, Surcos se sitúa también en el origen de una importante crisis en el seno de la administración franquista. El Director General de Cinematografía, José María García Escudero, veía en este filme los valores sobre los que asentar la renovación del cine español, y lo defendió contra viento y marea al tiempo que despreciaba la última superproducción histórica de Cifesa: "Alba de América", nuevamente de Juan de Orduña. Los Casanova, que aún tenían mano en la administración, tensaron la cuerda y García Escudero acabó cesado.

Nieves Conde, en todo caso, era reconocido como un valor al alza, aunque su suerte habría de cambiar al final de la década, cuando el Ministerio de la Vivienda impondría severos cortes a otra obra fundamental: "El inquilino". Pero en el año 1955 nada hacía indicar ese desenlace para un realizador que estaba en plenitud.

El cineasta, decíamos, estaba muy interesado en rodar "Los peces rojos", una película de intriga ambientada en Gijón. El filme comienza con la llega de una pareja a un hotel de la ciudad, acompañados por el que dicen es su hijo, Carlos. Pero el joven, al que no se ve en pantalla, desaparece tras ser engullido por las olas, en un violento temporal.

Pese a su atracción por el guión, el cineasta trató de imponer una serie de modificaciones que no gustaron al guionista, como el propio Nieves Conde reconocería, años después, en una entrevista con Francisco Llinás: "El guión me interesó desde el primer momento. Propuse contar la historia de forma lineal, nunca me ha gustado el retorno ("flash-back") que casi siempre es artificioso, pero Carlos Blanco dijo que ni hablar. Intenté cambiar el final, propuse que la historia acabase con el suicidio del protagonista. El productor lo rechazó en principio; se hizo una consulta previa a la censura y ésta reafirmó la postura del productor: el suicidio era un tema totalmente prohibido". Paradojas del destino: la censura, tantas veces enemiga de Blanco, se aliaba ahora con él para obligar a Nieves Conde a respetar su guión. Al cineasta tampoco le fue mal: la película está hoy considerada una de las mejores de su filmografía y, a mayores, una obra señera del cine español.

Hollywood

"Los peces rojos" no pasó desapercibida para los productores norteamericanos, siempre a la caza de un talento al vuelo. En 1956, la Fox le encarga a Blanco el guión de "Zaino", a partir de los "Cuentos de la Alhambra" de Washington Irving. El asturiano completa el texto e incluso se desplaza a Los Ángeles para la preproducción, pero la inesperada muerte de Leonard Goldstein, auténtico impulsor del proyecto, paraliza el rodaje.

En Hollywood, Blanco tiene la oportunidad de firmar un contrato de varios años con la Fox, aunque opta por instalarse como guionista independiente, realizando trabajos sin acreditar para distintas productoras.

En estos años, Blanco se codea con la flor y nata de la industria del cine norteamericano, e incluso se asocia con una verdadera "star" para realizar un proyecto juntos: Gary Cooper, quien estaba interesado en interpretar a Don Quijote.

El proyecto propicia el retorno de Carlos Blanco a España, ya en 1960. En esos años, un productor norteamericano había logrado afianzarse en el país merced a sus buenas relaciones con el régimen de Franco, lo que le permite filmar grandes producciones a bajo coste. Se trata de Samuel Bronston.

De olfato afilado, Bronston se entera del proyecto de Blanco y Cooper, y se asocia a ellos. El asturiano logra así la estabilidad profesional y económica, y se casa con su novia, Julieta Sempere, hermana de un reconocido director de fotografía: Francisco Sempere, que en esos momentos trabajaba, nada más y nada menos, con el gran Luis García Berlanga en "Plácido".

Lamentablemente, Cooper nunca interpretaría a Don Quijote. Lo impidió el cáncer, que se lo llevó un 13 de mayo de 1961. Pero Blanco recuperaría el proyecto una década después, con otro actor de triste figura: Fernando Fernán-Gómez. Sería en 1973 en una película producida por él mismo, en asociación con la mexicana Rioma: Don Quijote cabalga de nuevo, dirigida por Roberto Gavaldón y que contaba con Mario Moreno, "Cantinflas", en el papel de Sancho Panza. Fue uno de sus últimos trabajos.

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