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JAVIER VIDAL GARCÍA | Exconsejero del Principado y exdirectivo de la SGAE

"Fui consejero tres años en un gobierno de concentración que funcionó ejemplarmente"

"En Madrid, en el año 1976, me dieron la primera lección política: las decisiones nunca son democráticas, siempre se toman en los pasillos"

Javier Vidal García, en el Campo San Francisco de Oviedo. miki lópez

Javier Vidal García es un liberal proteico y precoz. Desde muy niño trabajó en la frutería de su familia en Salinas, donde nació hace 69 años; se desempeñó con 17 años en el Banco Asturiano, y desde ahí montó por toda España los entonces avanzadísimos sistemas con tarjetas perforadas; se casó con 19 años, fue a la mili antes de tiempo como voluntario; trabajó en sucesivas firmas de muy distinta naturaleza hasta que se metió en política -fue consejero en el Gobierno de Rafael Fernández- y finalmente se convirtió en un factotum de la Sociedad General de Autores y Escritores (SGAE) que acabó siendo una especie de su segunda piel. Cincuenta años sin parar y sin dejar de cotizar menos tres en que vivió de la política -es curioso, la Administración es la que peor cumple- y ahora jubilado y tranquilo milita en Ciudadanos con los dos ojos puestos en sus ocho nietos.

Los consejos de Pepín Fernández. "Nací en Salinas. Mi madre tenía una frutería y me encargaba recados. Iba al hotel Esperanza, que estaba al lado, y llevaba fruta a algunos jugadores del Real Oviedo allí alojados, como Falín, Argila y Toni. Falín era cariñosísimo. Y también le llevaba fruta al hotel, y me echaba unos discursos maravillosos, a Pepín Fernández, el fundador y dueño de Galerías Preciado. Le llevaba peras de agua todos los días, me daba propinas importantes y me decía 'usted no sabe el bien que le está haciendo su madre poniéndolo a trabajar porque así se está formando para el día de mañana'. Me trataba de usted aunque yo tenía apenas 10 años. Coincidí, muchísimos años después, con uno de sus nietos, José Miguel Fernández Sastrón, que ahora es presidente de SGAE. Le encantaba cuando le contaba esas cosas. En Salinas la gente de Oviedo veraneaba dos meses o más. El hotel existe aún, pero está en ruinas".

Padre republicano y represaliado. "Mi padre trabajada en la Real Compañía Asturiana de Minas. Había sido voluntario en la Guerra Civil con la Juventudes Socialistas, que eran del Partido Comunista. Estuvo preso después de la guerra, en la que murió un hermano suyo, Víctor García Alonso, y debe de estar enterrado en una fosa común en Avilés. Me gustaría saber dónde. A mi padre, aunque defensor de la República, cuando llegó la democracia no le pareció mal que yo me incorporase a UCD. Sí era motivo de preocupación, sobre todo de mi madre, que estuviese en política. La gente mayor tenía ese temor y más tratándose de un hijo. El caso es que mi padre acabó ayudándome a pegar carteles en 1977 cuando me presenté a las primeras elecciones generales".

Fusión entre los del pueblo y los veraneantes. "Mi madre nació en Santa Cruz de Llanera y mi padre en Las Regueras. Por eso mi casa está en el Escamplero, busqué un sitio en esa línea. En Salinas estuve hasta los 17 años en que empecé a trabajar en el Banco Asturiano, que era de los Tartiere. Entré el 17 de febrero de 1964. Me hospedé en una pensión en la calle Rosal. Ingresé por oposición, al acabar el Bachillerato. Entré en el archivo. Enseguida fui destinado a Avilés. Tengo mil recuerdos de Salinas. Con gran cariño al maestro don Manuel, que era manco. Era de los de antes, formaba muy intensamente a los chicos. Fui el más joven en el banco, el más joven en casarme, con 19 años recién cumplidos, y fui a la mili voluntario, o sea, joven. En Salinas había dos grupos de chavales, los del pueblo y los veraneantes. Pero se producían fusiones. Los veraneantes nos invitaban a sus fiestas. Iba mucho a casa de Víctor Botas, el poeta. Recuerdo a Cecilia Gasset y su hermana Marta, ya fallecida, suegra de Roberto Sánchez Ramos, "Rivi", que tuvo muchos hijos. Años después todos esos amigos se volcaron conmigo en la UCD".

El internado fue un paraíso. "Trabajaba mucho en la tienda. Estuve interno en el colegio San Fernando de Avilés. Por el verano, sí había tiempo para la playa, pero también ayudaba a mis padres. Y lo mismo mi hermana, un poco mayor que yo, que estudió interna en las Teresianas, en Oviedo. La frutería iba muy bien y así nos sacaron adelante. Los mejores años de mi vida los pasé en el colegio. El director, don Víctor Pérez Albera, me tenía un cariño especial, y fue quien ofició en mi primera boda. Algo excepcional, nunca iba a casar a nadie. Y entre los profesores recuerdo a don Julio y a don José Martínez, sobrino de don Víctor. Bueno y por supuesto a don Enrique Sostres, padre del que fue diputado de Foro del mismo nombre. Era profesor de Latín. Yo hice el Bachillerato por Letras. Estaba interno. Sólo había 28 alumnos internos. Entre los compañeros estaban Santiago Inclán, arquitecto, y al que llamábamos el yanqui, que venía de Villaviciosa; bueno, se llama Miguel González Pereda. El internado fue la mejor etapa de mi vida quizá porque mi padre tenía mucho carácter. Ojo, en el colegio había disciplina y te podían dar un cachete. Y si lo decías en casa te caía otro. No sé por qué ahora hay dudas cuando se plantea meter a un crío en un internado. El colegio era privado, pero no de una orden religiosa. Aun así había misa a diario y rosario por la tarde. Yo era monaguillo y encabezaba el rezo del rosario. Lo hacía más rápido que nadie, un gran mérito porque después se iba al recreo. Todos me felicitaban por la velocidad. Don Víctor a veces me mandaba frenar. Para los compañeros de colegio aún soy Salinas, se mantiene esa forma de llamarnos unos a otros por el nombre del pueblo".

Aquellas tarjetas perforadas. "Estuve un mes en el archivo del banco, que es por donde se debe empezar a aprender. Y me enviaron a Avilés. Fue en 1964. Cinco años después me lanzaron por toda España. Estudié en el Instituto Bancario, me interesaba por todo. Recorrí toda España para poner en marcha la mecanización de las cuentas corrientes con unas máquinas NCR con tarjetas perforadas. Fue una etapa dura. Tuve un achuchón de depresión muy fuerte por el exceso de trabajo".

Boda y mili de cabo furriel. "Me casé en enero de 1966 y la mili la hice desde mayo de ese año hasta diciembre de 1967, veinte meses por ir voluntario. Primero en León, en el Ferral, donde caí bien al capitán Calonge, que era durísimo, y me liberaba de la instrucción. Después en el Milán, en Oviedo, y ahí coincidí con el cantante Jerónimo Granda, con el periodista Ramón Sánchez-Ocaña y con el restaurador Marcelo Conrado. Era nefasto marcando el paso y como no había hecho la instrucción corría muchos riesgos de arresto algunas veces. Llegué a cabo primero, una carrera militar muy importante. Antes fui cabo furriel, que también era mucho. Había un convenio de manera que el banco siguió pagando mi seguridad social cuando estaba en la mili. De mis cincuenta años de vida profesional, ya que entré con 17 y me jubilé con 67, sólo tres años no cotizaron por mí, fueron los tres años que estuve como consejero del Principado. No tenían ni idea y no lo hicieron. Herrero Merediz reclamó y se lo reconocieron. Además fueron los tres únicos años que viví exclusivamente de la política. Ganaba 105.000 pesetas al mes, que no es para tirar voladores. Siempre tuve vocación política, pero de la política sólo viví tres años".

Del banco de los Tartiere a UCD pasando por los oleoductos. "Pedí la excedencia en 1973 y me dediqué a cosas tan dispares como ser director de administración de una empresa de construcción de oleoductos. La firma Montisa, de Avilés, se asoció a una empresa francesa y a Ginés Navarro Construcciones. Hicimos el oleoducto de Puerto Llano a Loeches. Me hice diplomado de comercio exterior, importante porque yo tramitaba para la empresa licencias de exportación de maquinaria, permisos de trabajo de gente extranjera y cosas así. Trabajé asimismo en empresas de seguros. Estando con Montisa, en Madrid, en 1976, empecé en el mundo de la política. Me vinculé primero a José María de Areilza y después con su yerno Joaquín Garrigues. Asistí en Madrid al primer congreso del Partido Popular, que no tiene para que ver con el de ahora. Lo presidía Areilza. En Madrid, en 1976, me dieron la primera lección política: las decisiones nunca son democráticas, siempre se toman en los pasillos. Yo estaba en seguridad en el congreso. Me movía con total libertad. Y resulta que acaba el congreso y todos aplaudiendo a Pío Cabanillas como nuevo presidente. No entendíamos nada. Después se supo que Suárez se había negado a integrar en la UCD a nuestro grupo si no se quitaba de la presidencia a Areilza".

Liberal que decide entre democristianos y socialdemócratas. "Regreso a Asturias en la primavera de 1977. En UCD aquí éramos unos treinta. Se hacen las listas y me ofrecen un buen puesto. Me pareció que no estaba a la altura para ser diputado y pedí ir de relleno. Así fue, primer suplente. Después me di cuenta de que ser diputado tampoco es tan difícil. Entré en el comité ejecutivo. Presidía Luis Vega Escandón, demócrata-cristiano. Los socialdemócratas los lideraba Emilio García-Pumarino. Yo tenía mi grupo liberal. En el primer congreso en El Berrón ya había 600 compromisarios. Vega Escandón y García-Pumarino estaban empatados y enfrentados. Mis votos para la secretaría general fueron para Checa, de Pumarino, y así acabamos con la hegemonía democristiana".

Una gobernación extremadamente plural. "Entre 1979 y 1982 fui consejero en un Gobierno de concentración que funcionó ejemplarmente. El presidente era socialista, Rafael Fernández. Jesús Sanjurjo y otros consejeros eran también socialistas. García-Pumarino y yo, de UCD. Álvarez-Cascos, de AP, y del PCE, Víctor Zapico. Hicimos una labor interesante porque no nos dedicábamos a tirarnos los trastos a la cabeza".

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