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Automoribunda

Asturias es el ejemplo más notable en España de lo que es una sociedad noqueada que ha perdido el espíritu de supervivencia de grupo

Automoribunda

El futuro de la sociedad asturiana como grupo social es preocupante. Baste señalar que desde hace años mueren más personas que nacen, a lo que se une un saldo migratorio negativo. En las sociedades ricas emigran los pensionistas, aquí, los elementos reproductores. Hemos creado una sociedad moribunda. Quizá porque sus valores morales no facilitan la supervivencia. Lo expresó Darwin en su libro "El linaje del hombre": una tribu que incluya a muchos miembros que, por poseer en alto grado el espíritu de patriotismo, fidelidad, obediencia, valentía y simpatía, estén siempre dispuestos a ayudarse mutuamente y a sacrificarse por el bien común será victoriosa sobre las demás tribus y esto será selección natural.

Son las condiciones que él pone para que se produzca el altruismo. Uno de los dilemas que tuvo que resolver Darwin, cuya teoría se basaba en la eficacia biológica, es decir, sobrevivir y procrear más que los otros, era el de los insectos sociales: por qué las hormigas obreras trabajan para la reina. La explicación está en la supervivencia de sus genes: la reina comparte las dos terceras partes con las obreras, en la que aseguran su descendencia. Los padres comparten la mitad de genes con los hijos y por esa mitad están dispuestos a sacrificarse. Ése es el altruismo biológico, relacionado no con la eficacia individual, sino con la del clan.

Ahora bien, el altruismo moral se basa en la búsqueda de aprobación por parte del otro, o del grupo: la necesidad de crearse una reputación. En ese altruismo lo que se refuerzan son los códigos morales que, naturalmente, dependen del lugar y del momento. Darwin creía que "puesto que la moralidad es un elemento importante de su éxito, las normas de moralidad y el número de hombres con buenas cualidades tenderán a crecer y aumentar". Es posible que en la práctica esto se verifique ya que hoy día, creo que tenemos en la mayoría de las sociedades una moralidad mucho más beneficiosa para los seres humanos. La conclusión de Darwin es que la supervivencia del grupo está determinada por el altruismo moral: hacer por los demás y confiar en ellos y sentir que se pertenece a una sociedad con ansias de sobrevivir.

Pero, ¿qué hace que los asturianos, como ejemplo más notable en España de una sociedad noqueada, hayan perdido el impulso de supervivencia de grupo? Me atrevo a decir que lo más importante es que esta sociedad no cree en sí misma, en sus propias fuerzas. La historia le es adversa. Procede de otra que fue más que pobre, miserable, hasta el final del XIX cuando se produce la industrialización. Entonces, como en todos los países, los obreros eran la fuerza laboral anónima y recambiable que sostenía la producción y el enriquecimiento de los empresarios a cambio de salarios míseros y condiciones de trabajo brutales. La enfermedad y la muerte se cebó en ellos, creció el alcoholismo y los altercados. La burguesía, investida de dignidad, dictaminó que los obreros carecían de conciencia. Asturias, por soportar la industria minerometalúrgica, la más cruel entonces, sufrió más que ninguna otra región, creando un ejército de explotados sin horizontes ni esperanzas: este mundo no les pertenecía.

En una segunda fase, cuando el rendimiento de las industrias descendió y acudió el Estado a rescatarlas, a la vez que se mejoraban las condiciones de trabajo y vida, se incrementaba la pasividad y dependencia de un patrón al que se le puede exigir todo sin estar obligado a dar nada a cambio. Si a esto añadimos que las pensiones son la fuente principal de ingreso en muchas familias, nos encontramos con un peor caldo de cultivo para la innovación, para asumir riesgos aprovechando o creando oportunidades.

La falta de imaginación y de creatividad de las instituciones públicas, que premian la adaptación y la pasividad, más que contribuir a una sociedad dinámica, es un freno que se complementa negativamente con un ambiente social que no estimula ni recompensa un emprendimiento privado que podría buscar nuevas formas de generar riqueza y, a la vez, empleo. Se ha creado un emprendedor que espera las ayudas de un Estado protector acogido a ese nicho de empresas subvencionadas que difícilmente compiten en un medio como el de hoy día.

La personalidad se forja en el medio, quizá sobre unas tendencias innatas. Para facilitar su descripción se han definido 5 rasgos: el grado de conciencia (o responsabilidad), de extraversión, de neuroticismo (o inestabilidad emocional), de cordialidad (o amabilidad) y de apertura a nuevas experiencias. Este último la sociedad asturiana apenas lo cultiva. Una sociedad pujante es la que se atreve a explorar nuevas formas de vivir. Eso necesita Asturias, y buena parte de España, romper esa costra, que a veces endurecen políticos e instituciones, para ensayar salidas de este marasmo que la conduce al suicidio.

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