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PILAR QUINTANA | Artesana textil y empresaria de Taramundi

"A los 18 años me llevaron a Gijón a hacer telar y pasé mucha vergüenza porque no estaba preparada"

"Lo peor de vivir en la aldea era cuando alguien se ponía malo porque había que ir a buscar al médico con el caballo y esperar horas a que llegara"

La tejedora Pilar Quintana, en su taller de Taramundi. María Gómez

-Nací en Leiras el 1 de octubre 1950, un pueblo de cuatro vecinos en el concejo de Taramundi que pertenece a la parroquia de Bres. Es de los más altos, está a una hora de camino de Bres. Tiene un clima soleado en verano y frío en invierno.

-¿Tiene hermanos?

-Un hermano y dos hermanas. Soy la mayor. Nos llevamos dos años entre uno y otro.

-¿Cuántos vecinos eran en total?

-Entre dieciséis y veinte. La familia de mi padre eran trece hermanos, él era el más joven. Se fueron marchando para Cuba...

-¿De qué vivían?

-Sembrábamos maíz, trigo, centeno, patatas y la huerta. Teníamos diez vacas.

-¿Dónde tenía la escuela?

-En Bres, a una hora. Iban a la aldea algunos profesores y quedaban en casa, de lunes a viernes. Les pagaban los padres. Nos daban clase a unos ocho niños de 11 a 4 años. Recuerdo a Balbino, maestro, de un pueblo de Villanueva de Oscos, vive, tendrá 86 años, y era bueno. Teníamos una maestra que tenía mal humor y nos arremetía con la silla.

-¿A qué edad dejó de estudiar?

-A los 11 o 12 años ya no iba a los profesores y aprendí a tejer.

-¿Qué tal vivían en su casa?

-De aquélla había necesidades de muchas cosas. No pasábamos hambre de lo que cosechábamos. El pan se cocía en casa con maíz y con trigo. Comíamos caldo y pote al mediodía, carne de cerdo y huevos. Sólo se comía fruta si estabas enfermo. Pescado, nada.

-¿Se bajaba a Bres?

-Sí. Entonces andar no era problema. Venir andando a Taramundi eran dos horas, depende del caballo que tuvieras y lo que lo apuraras. Bajábamos a Vegadeo a entregar los terneros, caminando, con el caballo, que era para subir, para la vuelta.

-¿Qué ferias había?

-Las ferias de ganado eran en Taramundi, el día de San Martín, San José, Candelas y más tarde se empezó a hacer una al mes... Hoy les digo a mis hijos que me ayuden a llevar algo a Vegadeo andando y bueno...

-¿Qué tipo de rapacina era usted?

-En vez de las vacas, me gustaba mucho cocinar, experimentar y coser.

-¿A qué llama experimentar?

-A no conformarte con lo que veía o me decían sino a darle otra vuelta y aprender nuevas cosas.

-¿Como hermana mayor, se responsabilizó pronto de sus hermanos?

-Cuando mis padres iban a las ferias yo quedaba pendiente de que mis hermanos no se hicieran daño y de tener el ganado recogido y el trabajo hecho para cuando volvieran. Eso a los 10 años. La comida la hacíamos entre los tres y si salía mal no nos reñían. Mi padre preguntaba y si estábamos bien nunca protestaba por nada.

-¿El campo ocupaba a todos?

-Sí, en el día a día había trabajo para todos. Al ganado había que llevarle la comida a cargas. Si no había laborías -labrar, sembrar-, había que preparar la leña, la estrume para que se echaran las vacas, hacer el estiércol para los campos. Entonces no había los abonos químicos que hay hoy o, si los había, no los usábamos.

-¿Qué era lo más duro?

-Si enfermaba alguien, porque estabas lejos de los médicos. El médico había que bajar a buscarlo a caballo, a tres kilómetros. Siendo yo niña mi padre se puso muy malo de anginas y lo más duro para mí fue esperar por el médico. Entonces había remedios caseros, ahora nos acostumbramos a ir por todo a la farmacia.

-¿Y las nevadas de invierno?

-Para las nevadas siempre estábamos preparados, con harina y comestibles. Era así y no era el fin del mundo, como cuentan ahora los medios de comunicación cuando nieva en los puertos.

-¿Qué tal ambiente había en su casa?

-Muy bueno. Los hermanos nos llevábamos bien y tuvimos unos padres que se llevaron siempre muy bien, eran muy trabajadores y nos educaron en el respeto y en el cariño.

-¿Cómo era su padre?

-Se llamaba Miguel. Entre la guerra y la posguerra pasó seis años de su vida en el Ejército. Decía que lo de después de la guerra igual fue peor que lo de la guerra.

-¿Les contaba algo?

-De la guerra, algún bombardeo. Nos contaba del hambre y de las necesidades que pasaban por muchos sitios. No sé con quién luchó, porque no entiendo de esas cosas, pero era de izquierdas. Lo sé porque yo estaba mucho con él cuando iba con las vacas y le escuchaba hablar con la gente. Eso me daba miedo porque siempre estaban preocupados de que nadie los escuchara.

-¿Era cariñoso?

-Sí, con los hijos y con mi madre. Valoró siempre mucho el trabajo de las mujeres. Si mi madre enfermaba, él estaba pendiente y normalmente se preocupaba de quitarle el trabajo. Con las hijas, también. Mis hermanas estudiaron en la escuela, la pequeña ya fue a Vegadeo. Mi hermano no estudió carrera porque no quiso. Yo era la mayor y favoreció que tejiera. Era muy mimoso, se reía mucho con nosotros, nos preguntaba lo que hacíamos en el día, bromeaba, de vez en cuando jugábamos a las cartas... De vez en cuando, porque había días que no lo veíamos cuando nos acostábamos porque seguía trabajando.

-¿Cómo es su madre?

-Se llama Carmen Arredondas y trabajaba en la casa y fuera, con el ganado. Su carácter es más... Como ama de casa administró muy bien lo poco que había y ella daba de comer bien. Era buena, pero más tradicional que mi padre en cosas. Mi madre también era de izquierda. Los dos eran creyentes, pero practicaban la religión lo normal, sin imponer. Eran liberales para entonces.

-¿Tenían luz?

-Había una planta en Bres, pero cuando llovía se cortaba y siempre teníamos que tener candiles y quinqués de sal y aceite. Para el agua y para lavar había que ir a la fuente. La ropa se dejaba de un día para otro que clareara y el jabón se hacía en casa.

-¿Oía la radio?

-La radio sí me acompañó. El primer recuerdo de la radio es con mi padre escuchando de noche La Pirenaica. Luego la oía para bailar y cantar. Oía muñeiras y aprendí a bailarlas. Si volviera a nacer me dedicaría a la música.

-¿Tenía idea de qué quería ser de mayor?

-Me gustaban muchas cosas, pero las circunstancias y la necesidad... Entonces se tejía para la cama, sábanas de algodón y lino para el verano, de algodón y lana para el invierno, colchas y cobertores. Se cobraba poco, pero era dinero; por una colcha lisa, 30 pesetas de 1962. Me gustaba hacer dibujo en el telar, aunque no lo cobrara.

-¿Quién le enseñó?

-Bueno, sigo aprendiendo. Los primeros pasos fueron con la gente mayor. Los telares eran de las abuelas. Aprendí a hacer colchas de algodón y lana con Anita, de Villanueva de Oscos, que ya era mayor entonces. A mi padre, que hubiera querido ser sastre, le encantaba verlo. Siempre me decía que lo que hiciera, lo hiciera bien, que nadie me iba a preguntar el tiempo que me llevara.

-¿Había telares en las casas?

-No. En mi casa sí, porque tenían afición al telar. Había cuatro personas mayores en el concejo que supieran hacer telar. En invierno, la gente preparaba el material, los trapos, la lana, los algodones, y se lo llevaba a la tejedora.

-¿Por qué parte de la familia viene la tradición de tejedora?

-Por parte de padre, de San Cristobo, y de madre, de Conforto, ya en Galicia. La tradición se estaba perdiendo porque era mucho trabajo. Yo trabajaba de noche o de día, cuando llovía, siempre que no hubiera otras tareas. En verano no, porque había cosechas.

-¿En su adolescencia le apetecía marchar de la aldea?

-A los 16 o 18 años sí. No a Cuba o Argentina, que ya no se iba, pero sí a trabajar a Gijón y a Oviedo, como tantos. Con 17 años gané un primer premio en la Feria de Vegadeo, 1.500 pesetas que me entregó el gobernador civil. El año que abrió el Pueblo de Asturias me contrataron para ir a Gijón. Pasé mucha vergüenza porque era la primera vez que iba a Gijón. Tenía 18 años.

-¿Vergüenza?

-Salías de pueblo y en la ciudad la gente estaba más preparada y me sentía mal por no haber estudiado. Me sacaban fotos y me hacían preguntas, que si qué me parecía que aterrizara un helicóptero en la Feria de Muestras...

-¿Cuánto tiempo estuvo?

-Tres semanas y me pagaron 3.000 pesetas, que me parecía mucho. Lo que vendía era aparte. Había una señora mayor de Cangas del Narcea con un telar y me decía: "Si cada uno que mira me diera una pesetina estaba yo millonaria".

-¿Conoció Gijón?

-No, mi padre y yo estábamos en casa de un tío y después de la Feria volvíamos bastante cansados. En los años siguientes nos pagaban el viaje. En total ganaba 10.000 o 12.000 pesetas. Más que vendiendo un xato. Cobraba las sábanas a 50 pesetas y las colchas a 300. Entraba un dinero y cuando no se necesitaba era para mí, para comprar materiales. Igual que cuando se empezó a vender la leche, que la vendía a 3 pesetas el litro. Había que bajarla a Sela de Entorcisa, primero yo y luego mis hermanos.

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