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Apunta, dispara y flota

La saga "Call of duty" repite fórmula en "Infinite warfare" con la intensidad habitual pero sin sorpresas

Apunta, dispara y flota

No son revolucionarios, quieren el poder absoluto?

Lejanos quedan los tiempos en los que la saga bélica Call of duty irrumpía con fuerza demoledora en el universo jugón con sus frenéticas inmersiones en la II Guerra Mundial. Fueron grandes momentos de adrenalina disparada y una jugabilidad a prueba de bomba. Después, aquel conflicto fue dejado de lado (incomprensiblemente: era una fuente inagotable de escenarios y episodios para recrear) para incorporarse a los nuevos tiempos con armamento cada vez más sofisticado y tramas cada vez más apocalípticas e improbables. Los avances técnicos eran evidentes, pero a veces costaba diferenciar unos títulos de otros. Que si Modern warfare (1, 2 y 3), que si Black Ops (1,2 -el mejor- y 3), que si Advanced warfare (recordable por la aparición de Kevin Spacey de supervillano)? Un lío. Y es que en un videojuego memorable tan importante como la calidad en gráficos y demás es la potencia de la historia en campaña y que haya muchas posibilidades de un multijugador sin domesticar.

Llega ahora Call of Duty: Infinite Warfare, título número 13 desarrollado por Infinity Ward y distribuido por Activision para Microsoft Windows, PlayStation 4 y Xbox On. La nueva entrega de esta franquicia de shooters nos lleva de nuevo al futuro, donde la conquista del espacio ha llevado aparejada la creación de una especie de ONU y una especie de OTAN en la que trabaja el protagonista, Nick Reyes, enfrentado a una potencia formada por villanos despiadados que, tras atacar la Tierra, amenazan con arrasar con cualquier vestigio de libertad. El motor gráfico está ya en las últimas y la trama acumula tópicos y personajes abonados al cliché, pero, al menos, plantea un conflicto con su planteamiento, nudo y desenlace e incluye "actores" por los que se puede sentir cierta empatía, no es, como otros capítulos de la franquicia, una simple excusa para ponerse a pegar tiros sin ton ni son. El uso de rostros más o menos conocidos como inspiración es más o menos gracioso (Lewis Hamilton, el piloto de F1, en una pequeña aparición, o Kit Harrington, el Jon Snow de Juego de tronos haciendo de malo con su inexpresividad habitual). Aquí no nos movemos por Normandía o el Pacífico, así que las localizaciones permiten a los creadores unos sugerentes ejercicios de virtuosismo a la hora de recrear planetas y naves especiales. Contábamos con ello. Las condiciones climáticas influyen, y de qué manera. Sigue habiendo ritmo frenético y momentos impactantes pero seguimos sufriendo los mismos males de previsibilidad y falta de riesgo. Para qué cambiar, se dirán sus responsables si cada nuevo título arrasa en ventas. No hay novedades dignas de reseñar (todo se ha visto ya en mayor o menor medida en otros juegos, incluido el uso frecuente del gancho para desplazarse al que tanto partido ha sacado el último Uncharted y Just Cause 3) aunque es justo reconocer que, por ejemplo, el efecto gravedad cero está muy bien aprovechado. Y especialmente divertidas son los combates a borde de una nave de combate. Con 22 misiones principales y 9 secundarias, varios documentos que coleccionar, visitas a la armería y la posibilidad de conocer mejor a los personajes, Infinite Warfare no proporciona un tiempo de juego infinito, desde luego, pero la poca duración se compensa con la ausencia de momentos muertos. Manda el modelo cinematográfico. Y permite elegir un nivel de dificultad extremo solo apto para espíritus aguerridos que saben lo que les espera: nada de recuperar salud, enemigos más cabritos y la puntería la pones tú. El modo multijugador no aporta grandes cosas y disponemos del doble salto o de la habilidad de correr por las paredes. Lo más curioso es la posibilidad de usar armas clásicas de la II Guerra Mundial. Los que disfruten cazando zombis tendrá motivos para divertirse en un modo cooperativo en un parque temático del espacio lleno de pequeñas sorpresas.

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