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Un sistema que resiste

La espera para recibir atención sanitaria no se agudizó durante los años de la crisis

Un sistema que resiste

Leo en una columna de Jabois, gran periodista, la breve historia de varios pacientes con cáncer que murieron mientras esperaban la intervención. Muestra un sistema de salud que abandona a los pacientes a su suerte, tantas veces infausta. Creo que no es así. El asunto de las listas de espera, con ser un problema de envergadura, se presta a interpretaciones descalificadoras que hay que matizar.

En la mayoría de los cánceres el tratamiento más importante, el que puede curar, es la cirugía. Para que sea efectivo, el cáncer tiene que estar en una fase que lo haga vulnerable a este tratamiento. Jabois nos cuenta que una mujer murió tras una espera infructuosa de cuatro meses. No conozco nada más del caso; por tanto, todo lo que diga son especulaciones basadas en el comportamiento normal de un cáncer. En general es muy difícil que un tumor que sea susceptible de un tratamiento curativo con cirugía avance a tal velocidad que mate en cuatro meses. Lo más probable es que ya estuviera muy extendido y que la cirugía tuviera una intención paliativa, para evitar los efectos clínicos perniciosos. Y si realmente estuviera localizado, dudo que siendo tan agresivo, como en este supuesto habría tenido que ser para matar en pocos meses, no hubiera ya lanzado colonias, metástasis, a otros órganos con lo que el pronóstico hubiera sido malo.

No es bueno desprestigiar el sistema sanitario con información que puede ser cierta pero incompleta. No es bueno porque dependemos de él y perder la confianza nos hace muy inseguros. Es un buen sistema. Mejorable, qué duda cabe, pero un buen sistema que, en general, atiende en tiempo y forma los casos más agudos mientras dilata, a veces mucho, la asistencia a los casos menos graves o de evolución más lenta. Paseaba hace unos días con un amigo que hace meses espera por una intervención de próstata que lo obliga a llevar sonda permanente. Un incordio y un pequeño riesgo. Comprendo su enfado. Y posiblemente se pudieran evitar este y tantos otros casos si el sistema empleara mejor los recursos. Hay mucha desorganización si se compara con la ideal; ahora bien, respecto a la que se observa en los mejores sistemas, la distancia no es tan grande. En una clínica privada donde se seleccione cuidadosamente el personal se puede conseguir muy buen rendimiento. Pero cuando el objetivo es atender a todos en todos los sitios y por todas las causas, el reto organizativo es enorme. Además, la selección de personal está muy condicionada, no sólo por la regulación administrativa y por la presión de los sindicatos que en teoría ambos buscan la justicia, además porque absorbe a casi toda la oferta, a los mejores y a los peores. Peores que, gracias al programa MIR, se puede asegurar que son buenos profesionales: uno puede confiar en su pericia en cualquier dispositivo asistencial, sea donde sea.

Se habla mucho de un deterioro del sistema público debido a los recortes. Hay muchas anécdotas, como las que cuenta Jabois, que dan crédito a esta suposición. En los inicios de la crisis examiné meticulosamente la evolución de las listas de espera, comprobé que no habían empeorado entonces y que los casos importantes se atendían pronto. Han pasado varios años y las cosas podrían haberse deteriorado. Efectivamente, respecto a 2014, 2015 cerró con un 2% más de pacientes esperando. Pero si se compara con 2013, las cosas habían mejorado. El peor rendimiento de 2015 puede deberse a una mayor demanda: se incluyeron 70.000 pacientes más ese año y sólo se incrementó la actividad en 4.000. Pero respecto a 2013 la espera media pasó de 98 días a 87 y el porcentaje que espera más de 6 meses bajó de 14 a 10,6. Tres meses de espera media no es un buen dato. Y no se puede consentir para algunas patologías o situaciones clínicas. Por ejemplo, el cáncer. Aunque la intervención no tenga intención curativa, las repercusiones personales y sociales de esta enfermedad hacen intolerable esperas de ese porte, a no ser que se justifiquen por el proceso clínico. Pero en los casos donde la amenaza no es de muerte o de invalidez, esas esperas se pueden admitir siempre que se clasifique bien a los pacientes. No es lo mismo una artrosis con dolor en reposo, que hace muy difícil la movilidad y no tiene ayuda en casa o incluso tiene personas a su cargo, que la que produce dolor sólo al deambular, lo tolera si lleva apoyo y no tiene obligaciones domésticas. Hay que priorizar con protocolos que los ciudadanos conozcan.

España, como cualquier país que ofrezca cobertura universal, tenga una cartera de servicios tan amplia y atienda a una población que por su envejecimiento está muy necesitada de servicios de salud, tiene problemas con la lista de espera. No cabe duda de que se puede mejorar la eficiencia. Se podría mejorar si se dejaran de hacer muchas cosas que apenas mejoran la salud de los ciudadanos y a veces incluso la empeoran. Es un problema de gestión que no debe de ser fácil de solucionar porque todos saben que es lo que hay que dejar de hacer, pero casi nadie logra que se haga.

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