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El trabajo envejece a las madres y hace encoger los núcleos familiares

La incorporación al mundo laboral de la mujer retrasa el primer parto l En 1974 las asturianas tenían su primer hijo a los 24 años, hoy "la cigüeña" no llega hasta superados los 31 años

Más mayores y con menos hijos, así son las madres del siglo XXI

Más mayores y con menos hijos, así son las madres del siglo XXI

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Más mayores y con menos hijos, así son las madres del siglo XXI Javier Fernández

A los 64 años una mujer ha dado a luz en Burgos esta semana a dos gemelos que nacieron por cesárea y tras una fecundación in vitro. El alumbramiento ha atraído una gran atención mediática y, a pesar de lo exagerado del caso, pone en evidencia que las madres son cada vez mayores. Una circunstancia que, excepcionalidades como la de esta sexagenaria, provoca que tengan cada vez menos hijos por la dificultad de afrontar un segundo embarazo a edades que, según las estadísticas, superan con creces la treintena. Los datos no dan lugar a duda y dibujan cómo los cambios sociales han ido modificando la maternidad y la forma en que la incorporación de la mujer al mundo laboral ha demorado la llegada del primer parto y encogido el tamaño de las familias.

Desde 1975 hasta 2015 (último año completo del que dispone datos el Instituto Nacional de Estadística) las asturianas retrasaron la llegada de su primer hijo de los 24,68 a los 31,22 años, dejando atrás la edad óptima para afrontar un embarazo, situada entre los 20 y los 30 años. Una circunstancia que ha empujado un descenso de los nacimientos y ha tenido un impacto directo en el número de alumbramientos. "Esperamos mucho para ser madres, sobre todo a tener un trabajo y a estar asentadas. Y llega una edad en la que es complicado", resume Ana Rosa Grana, de 40 años, ovetense, empleada de una empresa de limpieza, que cuatro años después de decidirse a ser madre acaba de dar a luz por primera vez. "La vida te cambia, tienes algo pequeño pendiente de ti a todas horas y le entregas una dedicación del cien por ciento", comenta Grana tras alegar que cuando comunicó en su trabajo que estaba embarazada, con todo lo que ello conlleva, no tuvo "ningún problema". Pero los niños necesitan una alta dedicación, algo muy complicado de compaginar con las horas que exige el empleo.

Patricia Alonso sostiene a su recién nacido mientras comenta que tras su primer embarazo mantuvo la jornada de trabajo. "Ahora con el segundo ya no lo tengo tan claro", duda para resaltar el apoyo del padre y la abuela para cuadrar horarios y que sus pequeños reciban siempre la atención que necesitan. "La vida te cambia de forma radical", resalta esta mujer de 39 años, que trabaja en una asesoría, al tiempo que dice que la maternidad "nos hace mejores personas". "La primera fue una sorpresa, pero tan agradable que repetí", dice en relación a sus embarazos. Patricia Alonso participa en una clase de gimnasia a la que asiste también Sarai Chamorro, de 38 años, y su bebé de seis meses. "La conciliación es un poco utópica", lamenta Chamorro, enfermera, con su sexta hija en brazos.

"Ha habido un retraso enorme del primer embarazo en los últimos años", explica el catedrático Javier Ferrer, jefe de Ginecología del Hospital Central Universitario de Asturias (HUCA). En teoría, añade, la biología de la mujer está preparada para que la llegada del bebé sea mucho antes, pero debido a factores socioculturales la fecha se ha ido retrasando y han aumentado, por lo tanto, los embarazos de alto riesgo.

Mientras que avances como la anestesia epidural, que "ha sido una revolución" y "la humanización" de las salas de partos, han facilitado la asistencia a la maternidad, la edad de las madres ha impuesto complicaciones derivadas del envejecimiento del cuerpo. Cuanto mayor es la embarazada, más crece la posibilidad de que aparezcan problemas como hipertensión o diabetes y también que el bebé llegue antes de tiempo. "A medida que sube la edad, asciende la tasa de partos prematuros", resalta Javier Ferrer, jefe de Ginecología del HUCA, al tiempo que señala que cuando las gestantes pasan de los 30 años se multiplican los embarazos de alto riesgo.

El retraso del primer parto, además, ha provocado un brusco descenso de la natalidad. La tasa de nacidos por cada mil habitantes se situaba en Asturias en 1975 en 16,01. Desde entonces esta cifra ha ido cayendo sin pausa hasta el 6,18 de 2015. Algo que ha provocado la reducción de las familias y la expansión del fenómeno de los hijos únicos. "Antes llamaba la atención ver a una madre de treinta y pocos, que ahora es lo más normal, y extraña ver mujeres con hijos de menos de 25 años", señala Salomé Fernández, presidenta de la Asociación Asturiana de Matronas (Apromap). De ahí que las familias de tres hijos, muy comunes hace años, sean "algo excepcional".

"Las mujeres de hoy suelen tener un hijo, volver al trabajo y para cuando quieren tener el segundo hay ocasiones en las que se ha hecho demasiado tarde", señala la matrona para destacar, a continuación, que "lo de conciliar el empleo con la vida familiar es muy bonito, pero no es cierto". Así, describe que, salvo excepciones, las empresas no dan suficientes facilidades y que las reducciones de jornada van atadas a bajadas de sueldo que "mucha gente no se puede permitir".

Salomé Fernández considera, sin embargo, que el primer parto no podrá retrasarse mucho más. Porque por mucho que cambie la sociedad, la biología seguirá siendo la misma: "No hay opción". "El primer hijo suele llegar entre los 30 y los 35 años", detalla, una edad tras la cual se complica mucho la tarea de lograr un embarazo. "Da igual lo que te cuides, el aspecto que tengas o cuánto ejerció hagas". Las probabilidades "caen en picado", incluso recurriendo a técnicas de reproducción asistida.

"A las mujeres se las informa poco de esta circunstancia", añade Ignacio Arnott, director del instituto de reproducción humana FIV4. Por eso se recomienda a muchas mujeres someterse a planes de preservación de la fertilidad antes de llegar a los 35 años. Para extraerles muestras que puedan utilizar para quedarse después embarazadas en el momento que lo deseen, "solas o con una pareja". "La franja de edad que más vemos en la consulta va de los 37 a los 42 años, cuando la capacidad reproductiva ya se está agotando", destaca el doctor, que también es miembro del Comité de Ética de la Sociedad Española de Fertilidad. "En edades avanzadas no se deberían realizar técnicas de fecundación", destaca con respecto a los casos de mujeres de más de 60 años que alcanzan la maternidad. "Son muy mediáticos, pero no son muchos", resalta antes de marcar los 50 años como límite para realizar este tipo de procesos. "No sólo hay que pensar en la embarazada, también en el recién nacido", dice Arnott, quien apunta que si la madre tiene una edad avanzada es mucho más probable que el niño quede huérfano en sus primeros años de vida, con las consecuencias que eso supondría para el crío y quienes tuviesen que hacerse cargo de él. Con el paso de los años, dice, cada vez ve a más mujeres solas y parejas homosexuales, "sobre todo de chicas, el varón hoy no es indispensable para formar un núcleo familiar". Arnott habla además de el uso cada vez más habitual del método ¬ROPA, conocido como "maternidad compartida". De este modo, en una pareja formada por dos mujeres, una dona sus óvulos, que tras ser inseminados se colocan para su gestación en el útero de la otra.

Porque los cambios sociales no sólo han provocado que las mujeres tengan cada vez menos hijos y que éstos lleguen cada vez más tarde, sino que han dado también un giro al concepto de familia, que ha ido ensanchándose para dar cabida a la variedad de quienes la forman. Por eso las implicaciones que tiene un parto y todo lo que lo rodea se abordan desde los distintos campos en los que tiene repercusión, la biología, la ética, la economía y la ley. Desde el puesto de observación de su consulta, el ginecólogo Pedro de la Fuente, del Centro de Fecundación In Vitro de Asturias (Cefiva) ha visto las transformaciones en primera persona. En un principio, "lo más normal era ver parejas de un hombre y una mujer, casados por la Iglesia. El varón entraba con la cabeza baja", detalla el doctor. En ¬aquellos tiempos, era "muy problemático" hablar de que ocurría algo con la parte masculina porque actuaban "como si aquello no fuese mucho con ellos".

Pero con la aprobación de la ley del divorcio, las visitas fueron cambiando poco a poco. Hombres mayores que habían dejado atrás un matrimonio acudían con chicas más jóvenes, algo que "también se veía al revés, pero mucho menos". Por los centros de reproducción asistida comenzaron a aparecer entonces también personas que habían tenido relaciones anteriores, con hijos incluso, y que buscaban formar una segunda familia. Se popularizaron las consultas a parejas de mujeres. En los primeros años, una de ellas "solía decir que venía acompañando a su amiga". Una situación que se regularizó con la aprobación del matrimonio homosexual y facilitó también el registro de los bebés, que ya no figuraban como hijos de madre soltera y "pasaban a ser de las dos".

En el caso de las parejas formadas por varones que desean tener un bebé, se han disparado las solicitudes de un proceso de gestación subrogada, que se lleva a cabo en el extranjero debido a que la técnica no está recogida por la legislación española. Consiste en que quienes ejercerán como padres recurren a una tercera persona para que se someta a una fecundación in vitro con la carga genética de los solicitantes y lleve el embarazo. También re¬curren a este proceso mujeres, solas o acompañadas, que han visto dañados sus órganos reproductores o que por problemas biológicos no pueden quedarse embarazadas. En cualquier caso, el coste va desde los 10.000 euros en países como la India hasta los 120.000 en Estados Unidos.

Pero las asturianas no sólo planifican con más tiempo y esperan más la llegada de su primer hijo y forman familias más reducidas, también afrontan la maternidad de una forma diferente. Más activa. En torno al embarazo y el nacimiento han surgido toda una serie de actividades, en auge en los últimos años, que fomentan que las mujeres mantengan la vida social que se ha abierto al género femenino en las últimas décadas de la historia española. Yara Martínez, de 36 años, acude a clases de gimnasia para madres e hijos. Lo hace, dice, para mantener la actividad física y también para relacionarse: "Vengo a ponerme un poco en forma y también para estar en contacto con otras madres".

Esta asturiana cuenta que cuando llega la cigüeña todo se complica y que "con los críos es muy difícil compaginar la familia y el trabajo". Tras disfrutar del milagro de la vida, dice, "lo ideal sería disponer de un año para pasarlo con el bebé". Esas ganas de seguir haciendo cosas y compartirlas con los más pequeños han hecho que proliferen actividades como la que disfruta Yara Martínez y que dirige la emprendedora y licenciada en Ciencias de la Salud y el Deporte Teresa Uxía. Hace tres años y medio montó la empresa Actimami y desde entonces no ha parado de crecer: "Antes lo único que había era clases de preparación al parto con las matronas".

Su negocio se centra en la gimnasia y vive del "boom de la actividad física", al que no son ajenas sus principales clientas, las embarazadas y las madres. Además, "los bebés siempre son bienvenidos" y todos los ejercicios se adaptan para que los pequeños participen o permanezcan siempre bajo la atención de los adultos. "Tenemos dos baches", dice Teresa Uxía, que comenta que la conciliación también afecta al deporte. "Uno cuando las chicas vuelven a sus trabajos", porque ajustar los horarios lleva su tiempo. Y otro "cuando los niños cumplen el año y medio y se vuelven más inquietos". Tanto, que interrumpen de forma constante las actividades de sus madres, que desisten para retomar la actividad física más adelante.

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