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Un corazón nuevo para un atleta con control

Mario Menéndez, que fue trasplantado en 1995, aboga por la vigilancia médica: "Pasan pocas desgracias para las locuras que se hacen"

Mario Menéndez, en el Muro de Gijón. Ángel González

Mario Menéndez lo tiene claro a sus 83 años. "Los seres humanos somos tan absurdos", argumenta, "que sólo le damos valor a la salud cuando ésta nos falta". Lo dice con conocimiento de causa. Menéndez era un deportista amateur. Jugaba al fútbol en diversos equipos de Primera regional y había probado con el atletismo, con la velocidad. A los 43 años le dio un infarto. Primer aviso. Recuperó poco a poco hasta volver a su vida normal. También regresó al deporte. Cuatro años después sufrió otro infarto mientras jugaba al fútbol en Boñar. "Ése sí fue fuerte", recuerda. El accidente le dejó el corazón funcionando al 30%. Después la cosa empeoró: quedó al 15%. Fue entonces cuando se hizo el trasplante.

Fue en 1995, en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, en Santander. La intervención fue exitosa y Mario Menéndez se agarró al deporte como clave en su rehabilitación. "Tenía metido en la cabeza que me recuperaría a través del deporte. Cuarenta horas después de la operación ya pedí una bicicleta estática. Estaba rota, era una porquería, así que me dediqué a dar paseos por el pasillo del hospital. Arriba y abajo. A los 8 días ya tenía el alta", relata. Fue entonces cuando tocó salir. "A los 12 días de la operación, me fui con la bici a Las Mestas. Algunos de los que estaban allí no sabían lo de mi trasplante y al verme ir tan despacio me picaban: '¡Van a subirte caracoles por la ruedas!'. Cuando me levanté la camiseta y les enseñé la cicatriz quedaron pasmados", comenta.

Con el deporte como aliado, Menéndez empezó a competir en campeonatos de trasplantados, una disciplina en la que la salud debe estar asegurada. "Necesitas presentar un certificado médico del hospital donde te operaron para acreditar que estás en condiciones de participar. Además, hago una prueba de esfuerzo cada seis meses en Santander, me gusta saber que todo está en orden", explica. Fuera del ambiente de trasplantados, la cosa cambia. "En las competiciones de veteranos en España, abiertas a todo el mundo, no te exigen ningún certificado de salud, sólo la licencia", aclara.

El deporte le ha servido para conocer mundo. El atleta ha competido en tres Campeonatos del Mundo (Japón, Canadá y Francia), en los que ha logrado seis oros y tres platas. Además ha participado en Europeos para trasplantados en Noruega, Hungría, Francia e Italia. Y en otros campeonatos en Estados Unidos y Argentina.

La experiencia le ha mostrado a Mario Menéndez que el doctor es el primer entrenador para cualquier atleta. "El control médico a la hora de hacer deporte es básico. A veces voy por el Muro y veo a gente asfixiada corriendo, con la cara colorada. Veo a otros que van con plásticos en la barriga para sudar más. ¡Cómo no va a haber desgracias! Pasan pocas para las locuras que se hacen. Algunas sin ningún tipo de control", señala. "Yo siempre me he sometido al control de los doctores. Siempre. Me hicieron un programa de entrenamientos y se los lleve a los médicos. Me dijeron que no me pasara. Que los días que me tocaba gimnasio que no metiera mucha carga. Les decía que no era tan irresponsable, aunque siempre he entrenado muy fuerte", añade.

El gijonés, que aprovecha cada vez que tiene ocasión para subrayar la importancia de la donación de órganos, repite la misma rutina al final de cada competición: levanta los dedos índices mientras cruza la línea y señala al cielo. Es un homenaje a la persona que le cedió su corazón. "Llevo 22 años dándole las gracias. No hay día que no me acuerde de él".

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