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¿Dónde están los muslos de Hefestión?

Una visita a Tesalónica, Pella y Vergina camino del Ninfeo de Mieza, donde Aristóteles se convirtió en maestro de un joven de 16 años que pasaría a la historia como Alejandro Magno

La Rotonda de Tesalónica. E.M. / M.J.V.A.

El viaje en tren de Atenas a Tesalónica es una agradable combinación de calma, paisajes maravillosos, comodidad y ocasión para compartir unas horas con griegos del norte que vuelven de Atenas y tienen muchas cosas que decir de la capital de Grecia que no están escritas en las guías. ¿Por qué Tesalónica? Porque la segunda ciudad de Grecia en tamaño e importancia es la base perfecta para organizar la visita a Pella, las tumbas reales macedonias de Vergina y, en este segundo paseo, el Ninfeo de Mieza, donde Aristóteles y el joven Alejandro fueron preceptor y discípulo. ¿Qué hacía un filósofo como Aristóteles enseñando a un joven macedonio como Alejandro, hijo de Filipo II? Vamos despacio. Primero, Tesalónica.

La ciudad de Tesalónica lleva el nombre de una hermana de Alejandro Magno, así que todo queda en casa. Tesalónica es más elegante, puede que más sofisticada, quizás más cuidada y limpia que la Atenas de nuestros días y seguro que con una vida cultural y unos tesoros artísticos que, aunque no pueden competir con la Acrópolis ateniense, sí juegan en la primera división turística. Dos días, al menos, en Tesalónica son necesarios para dar una vuelta por el paseo marítimo y cruzarse con los jóvenes que, según dicen, son los más elegantes y "chic" de Grecia. Dos días para visitar la bellísima Torre Blanca, símbolo de la ciudad, y asombrarse en la "Rotonda" (edificio que recuerda al Panteón de Agripa en Roma y que el emperador Galerio ordenó construir como mausoleo propio), bajar hasta el arco de Galerio (que conmemora una victoria sobre los persas) y sentarse un rato ante los restos del palacio del mismo Galerio. Dos días para hacer un recorrido, necesariamente incompleto, por las iglesias de Tesalónica, en especial San Demetrio, la más grande de Grecia. Dos días para contemplar los tesoros del precioso y moderno Museo Arqueológico y, no olviden esta sugerencia, para recorrer lo queda (y es mucho) de las murallas de Tesalónica y comprobar cómo la moderna Tesalónica y sus viejas murallas conviven con naturalidad y simpatía mutua. Dos días para dar un vuelta por los mercados populares, comprar algunas cosas muy útiles o nada útiles, escuchar cómo los vendedores ofrecen sus productos y apagar el hambre y la sed en alguna de las sencillas tabernas a base de "mezzedes", vino blanco y ouzo. Después, nos espera Pella, la antigua capital macedonia.

En Pella nació Alejandro Magno, hijo de Filipo II y de Olimpia de Epiro, su esposa principal. En Pella quedan interesantes restos de la ciudad y, además, tenemos la oportunidad de ver a los arqueólogos trabajando con la infinita paciencia y precisión que requiere su oficio y que nunca vemos en las películas protagonizadas por el arqueólogo Indiana Jones. El archivo de Pella, por ejemplo, es un puzle de piedras y cimientos que esconden tesoros más valiosos para la arqueología y nuestro conocimiento de la antigua Macedonia que una corona de oro, y un simple vistazo es suficiente para darse cuenta de lo mucho que se ha hecho en Pella y de lo mucho que queda por hacer. Qué suerte, ser arqueólogo y desenterrar un fascinante trozo de cerámica. Ay. En Pella se encontraron preciosos mosaicos, y algunos de ellos se conservan (junto con sorprendentes frescos de estilo pompeyano) en el impresionante Museo Arqueológico de la moderna Pella, a poca distancia de la antigua. Y en Pella es fácil volver a preguntarse qué hacía un filósofo como Aristóteles en la corte de un rey como Filipo. En realidad, fue algo casi tan natural como la noche que sigue al día, porque Aristóteles era hijo de Nicómaco, médico en la corte del rey Amintas III de Macedonia, padre de Filipo. Es decir, Aristóteles y Filipo se conocían desde niños, cuando los dos vivían en Pella (aunque Aristóteles nació en Estagira), la nueva capital de Macedonia, que hasta Amintas estaba en Egas. En Pella trabajaron también grandes artistas griegos como el pintor Zeuxis o el trágico Eurípides, que además murió aquí.

Egas (la actual Vergina), la capital macedonia antes de Pella, aconseja, o más bien exige, una visita antes de llegar al Ninfeo de Mieza. En el gran túmulo de Egas, el arqueólogo Manolis Andrónikos descubrió en los años 70 del pasado siglo las tumbas reales macedonias del siglo IV a. C.: la Tumba I (tumba de Perséfone, con pinturas que representan el rapto de Perséfone por Hades), la tumba II (tumba de Filipo II y de su esposa Cleopatra, aunque algunos sostienen que se trata de la tumba de Filipo II Arrideo y de su esposa Eurídice), la tumba III (tumba del Príncipe, en la que probablemente se enterró a un príncipe de Macedonia)? Las tumbas de Filipo II y del Príncipe se encontraron intactas, con todo el ajuar funerario, las famosas coronas de oro con hojas de roble y bellotas y multitud de objetos. Todo ello pude verse, magníficamente expuesto, en el Museo construido en el mismo túmulo. Un lujo para los visitantes que, misterios de la arqueología, no provoca ni tantas colas ni tanta admiración como la tumba del faraón Tutankamón en el Valle de los Reyes, a pesar de que la tumba de Filipo II y la de Tutankamón están al mismo nivel. En el túmulo de Vergina hay fantásticos tesoros, tumbas que se presentan intactas ante los ojos del turista, un cuidadísimo ambiente que invita a la contemplación pausada y a la reflexión, una temperatura fresquita que se agradece y? pocos visitantes. ¿Por qué? No tengo respuesta. ¿Las tumbas reales macedonias están demasiado lejos de Atenas, a pesar de que están muy cerquita de Tesalónica? ¿Filipo II no es un personaje demasiado conocido, a pesar del ser el padre de Alejandro Magno? ¿El arqueólogo Manolis Andrónikos no es tan glamuroso como Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankamón? ¿Macedonia es menos atractiva que Egipto? No lo sé. La dueña de una de las tabernas de Vergina, que hace mermelada de melocotones ante los ojos de sus clientes, me dijo que en Vergina casi no hay turistas, que están todos en Atenas o en las islas. Quizá sea necesario vender turísticamente los tesoros arqueológicos de Pella o Vergina como se vendieron las playas de Mykonos. Entiendo a los que prefieren disfrutar de hermosas playas desiertas, pero soy de los que necesitan visitar los lugares arqueológicos en compañía porque ver la tumba de Filipo II en soledad me pone triste.

¡Ah, sí! El Ninfeo de Mieza. Casi olvido que estamos aquí por eso. Bien. Filipo II le dio a Alejandro tres de los mejores maestros de la época: Leónidas para los músculos, Lisímaco para la literatura y Aristóteles para la filosofía. En el año 343 a. C., y hasta 340 a. C., Aristóteles se convierte en preceptor de Alejandro, que en ese momento tenía 13 años. Sí, 13 años. Por eso choca un poco ver a Richard Burton, que interpretó a Alejandro con una horrorosa peluca rubia en "Alejandro el Magno", la película de Robert Rossen, recibiendo clase ya mayorcito de Aristóteles. Otros detalles, como que Alejandro recibiera las lecciones junto con sus compañeros, y que éstas se impartieran al aire libre, sí han tenido más suerte cinematográfica. En "Alejandro Magno", de Oliver Stone, tenemos la suerte de ver a Aristóteles (Christopher Plummer) dando clase a Alejandro y otros discípulos, jóvenes macedonios que escuchan al maestro con interés sentados en columnas rotas y bajo el cielo de Macedonia. Según Plutarco, Filipo concedió unos "honorarios magníficos" a Aristóteles por su trabajo (los actuales profesores de Filosofía seguro que se mueren de envidia), y es probable que Alejandro no sólo aprendiera Ética y Política, sino que participara en las doctrinas más profundas, destinadas a un público minoritario, doctrinas que "no se enseñan a la mayoría". Cuando Alejandro inició su aventura que le llevó a conquistar el mundo, no mantuvo demasiada relación con Aristóteles (parece que no es cierto que el conquistador y el filósofo mantuvieran la relación epistolar que citan algunas fuentes antiguas y medievales), aunque Alejandro, entre otras cosas, contribuyó a la financiación del Liceo aristotélico y durante sus expediciones envió a su antiguo maestro rarezas botánicas y animales; y también es probable que hubiera momentos de tensión, como cuando Alejandro ordenó torturar y ejecutar a Calístenes de Olinto, sobrino del filósofo, implicado en un complot contra el rey. El Aristóteles de la película de Stone explica a Alejandro y sus compañeros que "el exceso suele llevar a la perdición de los hombres", y por eso, concluye el filósofo, los griegos son superiores, puesto que practican el control sobre los sentidos. El joven Alejandro (interpretado por Connor Paolo: Stone tiene la delicadeza de no mostrar a Colin Farrell encarnando a Alejandro con trece años) atiende con cara de aprobación las palabras de Aristóteles, pero no parece que esas palabras se convirtieran en hechos porque la vida de Alejandro tuvo de todo, menos moderación y justo medio. Alejandro fue un puro exceso. Como dice Robin Lane Fox, no hay la más mínima prueba de que Aristóteles influyera en Alejandro, ni en sus objetivos políticos ni en sus métodos. Con todo, soy de los que les gusta pensar en Alejandro como un discípulo de Aristóteles que llegó demasiado lejos, y de los que disfrutan más imaginando a Alejandro recibiendo lecciones de Aristóteles en el Ninfeo de Mieza que luchando en Gaugamela contra los persas.

El Ninfeo, sí, no se me olvida. El Ninfeo de Mieza, antiguo santuario de las ninfas, está muy cerca de la bonita ciudad de Naousa, que a su vez no está lejos de Vergina y de Pella. Aquí, en este hermoso, verde y tranquilo lugar, Alejandro y otros jóvenes macedonios compartieron unos años con Aristóteles aunque, por supuesto, no se limitaron a escuchar las lecciones de política, ética y retórica del filósofo, sino que también montaban a caballo y se ejercitaban con las armas. Un cartel, en griego e inglés, advierte a los turistas de que estamos a punto de entrar en la escuela de Aristóteles, de visitar el lugar en el que estuvieron Aristóteles y Alejandro? Si hubiera turistas, claro. Es duro recorrer casi en solitario el túmulo de Vergina, pero es doloroso visitar en soledad el Ninfeo de Mieza. De acuerdo, no se conservan restos impresionantes, ni el estudio donde trabajaba Aristóteles, ni la cama de Alejandro, ni un trocito de pergamino en el que estén escritos unos versos de la "Ilíada" de Homero (Aristóteles regaló a Alejandro un ejemplar de la "Ilíada" anotada por él mismo), ni una pintura en la que podamos intuir los muslos de Hefestión que, según cuentan, fueron los únicos que pudieron derrotar a Alejandro. Sí está el río, las cuevas, el derroche de vegetación y hasta las huellas del pórtico adosado a la roca en el que Aristóteles tuvo su escuela. No es poco. Podemos ver esparcidos por el suelo, si así lo queremos ver, los asientos de piedra de Aristóteles y sus paseos defendidos del sol de los que habla Plutarco en sus "Vidas paralelas", pero sobre todo queda la magnífica belleza del lugar y la sobrecogedora sensación de estar ahí, en el Ninfeo de Mieza, al lado de Aristóteles mientras Alejandro, a sus 16 años, se despide de su maestro para asumir la regencia de Macedonia en ausencia de Filipo y, más tarde, derrotar a Darío, conquistar el mundo y dejar un hermoso cadáver momificado en una tumba perdida.

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