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Miguel Ángel de Blas | Catedrático de Prehistoria en la Universidad de Oviedo

"El turismo ciclista existe, está asentado en Europa, y Asturias tiene reclamos de sobra"

"Una etapa en directo es una gran descarga de adrenalina que se resuelve en segundos y deja un enorme vacío; dura poco, pero ese poco es el elemento adictivo, la droga fuerte y breve, intensa, potente y corta"

Miguel Ángel de Blas, en bicicleta por Oviedo. LUISMA MURIAS

El ciclista nació a los 7 años, un día brumoso de orbayu y suelo embarrado en El Entrego, mientras esperaba el paso de los corredores a pie de carretera, más o menos cuando alguien gritó "ahí viene Bahamontes" y Miguel Ángel de Blas (El Entrego, 1949) aún no sabía quién era. Aquello era el alboroto de una etapa de la Vuelta a Asturias de los años cincuenta y esto es un pelotón de recuerdos documentados al detalle que se agolpan en la memoria para tratar de explicar un idilio irrompible con el ciclismo. Hay camionetas con altavoces que escupen música y lanzan publicidad de tiendas de muebles, hay miles de kilómetros de carretera y un rato en un hostal de Mieres a medio metro de Dios cuando Dios era Jacques Anquetil. A cinco días de que vuelva la Vuelta, con el Angliru calentando el asfalto, Miguel Ángel de Blas habla con método y precisión de historiador, con emoción de adepto apasionado, del ciclismo y de la vida, del ciclismo y de Asturias y de la cadena que los enlaza. Aficionado a ver y a saber, a estudiar y pedalear, De Blas escribió a seis manos, con los hermanos Ignacio y Álvaro Ruiz de la Peña, las crónicas de carreras que en LA NUEVA ESPAÑA firmaron de los setenta a los noventa los "hermanos Deloor", seudónimo histórico en recuerdo a dos ciclistas belgas de los treinta. Si se baja de la bici, también es catedrático de Prehistoria en la Universidad de Oviedo.

- Y entonces, ¿el ciclismo por qué?

-Al buscar una explicación se me viene siempre encima aquella misma imagen. La tengo en la bruma de la memoria. Estoy viendo pasar a los ciclistas por El Entrego, en una Vuelta a Asturias que puede ser la de 1956 o 1957, y la gente grita que viene Bahamontes. En la infancia hubo otras constantes que hicieron que el ciclismo fuera entrando en mí poco a poco. Las carreras en el programa de las fiestas de todos los pueblos, la frustración de ver sin poder salir del aula, desde la ventana del colegio de las Dominicas de Gijón, toda la animación que había en el Muro cuando llegaba la Vuelta a España? Así se va tejiendo un gusto, una experiencia que te va empapando y se solidifica en la fase de erudición del seguidor deportivo.

- El sábado, en el Angliru, una empinada carretera estrecha se va a llenar de gente que sólo verá un instante a los ciclistas. ¿Me lo explica?

-El aficionado de verdad al ciclismo es un personaje singular, sacrificado y sumamente respetuoso con los deportistas. Seguir a pie firme la subida a los Lagos o al Angliru es una fiesta en la que los invitados suelen ser el buen humor, las bromas, la caminata y el cansancio, la paciencia para esperar a la carrera, la capacidad de disfrutar del paisaje? También la conciencia de que la llegada de los corredores es una gran descarga de adrenalina que se resolverá en segundos y al final, como en toda experiencia fuerte, sobreviene un enorme vacío, la sensación de que duró muy poco. Pero ese poco es justamente el elemento adictivo, la droga fuerte y breve, intensa, potente y corta, porque después viene la derrota. El final, como el del que vuelve de la feria o del mercáu, es el regreso desarbolado, la manifestación de lo efímero. O sea, ¿que esto era todo?

- Pero saben que volverán.

-Claro. Ya está fraguándose el plan para el año siguiente.

- Hay una atávica historia de amor peculiar entre Asturias y la bicicleta. ¿Por qué se quieren tanto?

-El ciclismo es un deporte íntimamente asociado a la sociedad industrial, y Asturias fue eso, industrial y minera. En toda Europa, la bicicleta va unida al desarrollo industrial, al desplazamiento de los trabajadores. En esos ambientes surgen las pequeñas competiciones, y de ellas los líderes y las carreras. Pero el ciclismo también tiene una vertiente burguesa, urbana, su dimensión como novedad en el mundo de las habilidades mecánicas. Hablo del siglo XIX, de cuando aparecen los velocípedos y pasearse en bicicleta empieza a ser un detalle chic, elegante, para la burguesía urbana. En Oviedo, los primeros bicipedistas asturianos pasearon y presumieron por el Bombé? Triunfa como forma de marcar modernidad.

- También decía el escritor Valentín Andrés Álvarez que "el alma de Asturias es la montaña". Y puede que el alma del ciclismo sea la montaña. ¿Voy bien?

-Desde luego. La práctica ciclista en Asturias no se entiende si no es a través de una geografía tan variada, tan capaz de negarle al ciclista toda monotonía. Y eso es además de un atractivo natural un medidor de esfuerzo. Dos amigos llaneando por Mansilla de las Mulas van pacíficamente. Entre dos subiendo a San Esteban de las Cruces hay uno que se adelanta, otro que se queda atrás, y la conclusión es un "cabrón, ¿por qué no me esperaste", "porque te estoy demostrando que soy más fuerte que tú". La propia orografía introduce de un modo sutil la competencia, la tensión, la medición de la fuerza de cada cual, y la picardía, el engaño, el hacerte el cansado cuando no lo estás tanto?

- ¿Conecta con una forma de ser colectiva?

-Absolutamente. La competencia entre amigos subiendo una cuesta está llena de picardía, de estrategia, de broma y de intención festiva. Salvo que des con un mal tomáu, que también los hay.

- ¿Asoma en el ciclismo un recurso turístico, un activo explotable que busca salida?

-Por supuesto. Conozco multitud de experiencias extranjeras con ese espíritu, viajes organizados en autocares con remolque para llevar bicicletas, asistencia en carretera y unos días de ruta por distintas carreteras de una región. Eso existe. Es algo asentado en Europa.

- ¿A qué esperamos?

-Seguramente hasta ahora nadie supo, quiso o se atrevió. Esto es una cuestión de iniciativa empresarial. Tiene que haber alguien que se arriesgue, que empiece con una ambición discreta a tomar la temperatura al fenómeno y que compruebe si esa potencialidad que sospechamos es real y si la demanda va respondiendo. Lo fundamental sería que se identificase a Asturias como un territorio adecuado para el ciclista todo terreno, en el que el paisaje, su diversidad y riqueza serían el motor fundamental.

- Un ejemplo.

-En Francia, toda la periferia del Mont Ventoux, Carpentras y todos los pueblos de su base viven en buena medida de los ingresos que generan los ciclistas que van a subir a la montaña. Garajes, talleres, establecimientos de alquiler y venta de bicicletas, alojamientos especializados en ciclistas?

- Los mitos de aquí tienen ya también su público.

-Los Lagos son un reclamo ciclista internacional desde los años ochenta. Y mucha gente viene expresamente a subir en bici. Lo que habría que hacer es llevarlos también a La Farrapona, a La Cobertoria?

- Al Angliru?

-Que significa el descubrimiento para el ciclismo de la vertiente más abrupta del macizo del Aramo. Más allá de la dureza de la ascensión o del miedo que inspira en corredores y organizadores es una forma más de dimensionar el territorio de la Asturias central tanto desde el punto de vista paisajístico o turístico como del deportivo.

- ¿Pero todo viene de los Lagos?

-Es que la subida a los lagos de Covadonga es el inicio de la Vuelta a España moderna, con la gran pelea entre Gorospe, Lejarreta e Hinault en 1983.

- Y donde Miguel Indurain, a la puerta del hotel, echa pie a tierra antes de empezar a subir y decide que no puede con la Vuelta.

-Yo creo que sí podía, que fue más bien un caso de fatiga psicológica, de hartazgo, más de cansancio espiritual que de falta de energía física. Era un tipo de una gran sobriedad y coherencia que en un momento determinado dijo: "¿Yo qué hago aquí? Yo quiero estar ya con mi mujer y mis hijos".

- ¿Cuánto daño ha hecho el dopaje?

-El dopaje sobra, pero el ciclismo ha sido un deporte castigado además de por el dopaje por la opinión pública y la excesiva publicidad de los casos. En torno al ciclismo y al dopaje hay una dosis alta de hipocresía y un hecho fundamental: pocos deportistas en el mundo sufren la frecuencia, la intensidad y el rigor de los análisis que deben soportar los ciclistas.

- Habrá tenido muchos momentos ciclistas. ¿Me deja dos?

-Estaban las competiciones cercanas y las míticas, que se movían en una atmósfera distinta. Pero en las de aquí veías cómo iban apareciendo personajes que por estar tan cerca no creías que llegarían lejos. Sin embargo, uno de aquellos jóvenes se llamaba Vicente López Carril, "El Candasu", y otro día apareció un chaval de Limanes, gracioso, temperamental, bromista, "El Tarangu", que luego empezó a ser José Manuel Fuente. Lo recuerdo con gran un disgusto, parado en el adoquinado de la plaza de Moreda, después de romper el manillar en el circuito del Carmen. También una vez me colé y estuve a medio metro de Dios, que era Anquetil. Fue el 1 de mayo de 1963, mientras él comía un plato enorme de pasta en el hostal Ayala de Mieres antes de una crono hasta Gijón. Era como un fiel creyente al lado de Su Santidad.

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