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Mensajeros del frío

Los temporales de nieve y los súbitos descensos térmicos arrastran a varias especies de aves migratorias que han dejado de invernar regularmente en Asturias o lo hacen en cifras bajas por la creciente templanza de la estación

Mensajeros del frío

Llegan con el invierno, pero, sobre todo, con el frío intenso, es decir, con las fuertes heladas, los temporales de nieve, los termómetros bajo cero... Tal es así que algunos de ellos, en paralelo al aumento gradual de las temperaturas (anuales y estacionales), vienen cada vez menos e, incluso, los hay que han dejado de cumplir con su visita cíclica. Sólo las olas de frío los devuelven a estas latitudes. Son mensajeros del invierno, aves migratorias que ajustan sus desplazamientos a las condiciones no solo estacionales sino también meteorológicas: si el tiempo es benigno, detienen su viaje más al norte o llegan con cuentagotas; si la estación empeora y los priva de refugio o de alimento (al helarse los humedales y los suelos, por ejemplo), avanzan lo necesario hacia el Sur hasta encontrar condiciones favorables, lo que hace que algunas de ellas aparezcan en masa.

El avefría europea es una especie prototípica de esa casuística. La popular cigoreya, pega cornuda, pegueta o neverina, según se la conoce en distintos puntos de Asturias, casi ha dejado de venir en los últimos años, al igual que su "socio" habitual, el chorlito dorado europeo o chiflón (acostumbran a formar bandos mixtos). La última entrada masiva de avefrías data de hace ya dos décadas (enero de 1997), cuando se censaron en Asturias casi 46.000 ejemplares; más recientemente, en diciembre de 2010, llegó un enorme bando de 10.000 chorlitos dorados a los campos costeros del cabo Peñas. En las últimas temporadas "normales", una y otro se cuentan casi con los dedos de las manos. Algo similar sucede con los zorzales de la taiga, el real o paniega y el alirrojo, ambos conocidos también indistintamente como malvises carrascales o carrasqueros, por su asociación con el acebo o carrasco, cuyos frutos, que persisten en el árbol durante gran parte del invierno, son uno de sus alimentos favoritos. Muy pocos zorzales reales invernan ahora en Asturias y solo las olas de frío pueden traer consigo bandos de cientos o miles de individuos; el alirrojo mantiene más su regularidad, de modo que este año se ven bastantes en las campiñas y bosquetes ricos en acebos, serbales y espinos albares, si bien ya hace tiempo que no se registran invasiones masivas como la documentada en enero de 1960.

Ha disminuido también la invernada del pinzón real, que solo aparece en cifras elevadas en años de mucho frío y con nevadas intensas, mientras que la chocha perdiz, arcea o sorda parece mantener su abundancia, no obstante siempre muy variable de unas temporadas a otras, con máximos de varias decenas de miles estimados a partir de las estadísticas de caza, única referencia numérica de las arceas migrantes (la población reproductora es residente). Los temporales potencian, igualmente, la presencia, por lo general escasa e incluso anecdótica, de aves como el tarro blanco y la avoceta común, y favorecen la llegada de las "gaviotas blancas" de las regiones árticas y boreales: la gaviota groenlandesa y el gavión hiperbóreo.

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