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Una película clave de la Transición

El mayor icono del franquismo no es el Valle de los Caídos. Ni el Alcázar de Toledo, el Arco de la Victoria, los numerosos pantanos o aquel escudo con aguilucho incorporado. El mayor icono del franquismo era el propio Franco, con su voz atiplada y ese perfil que iluminaba el anverso de los duros y las pesetas. Y por eso mismo, "Espérame en el cielo" es una película clave de la Transición y, con permiso de "La cabina", la obra cumbre de Antonio Mercero, por mucha ternura que despierte (atención, spoiler) la muerte de Chanquete al final de "Verano azul".

La epopeya de ese ortopedista putero e irreverente, genial Pepe Soriano, reclutado para ser doble del caudillo propone una destrucción sistemática de ese icono primordial. No es casual que, junto a Mercero y su inseparable Horacio Valcárcel, firme el guión el gran Román Gubern, maestro de historiadores del cine y el hombre que radiografió las miserias de la censura franquista. La desmitificación de Franco, la voladura controlada de su imagen, se torna definitiva en dos secuencias clave: el encuentro del doble con el dictador, que le "regala" un consejo clave ("Haga como yo, Paulino: no se meta en política), y ese final en el que se descubre que no es Franco, sino el ortopedista, quien está enterrado en el Valle de los Caídos. Con ese plano termina la Transición.

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