Concierto doble

Apertura de las Jornada de Piano con efectivos locales en la orquesta Oviedo Filarmonía -con refuerzos de la OSPA incluidos-, y con la presencia del pianista invitado Bertrand Chamayou. Dos conciertos de piano en la primera parte, lo que no suele ser habitual, de Scriabin y Ravel. Dos conciertos muy diferentes en su concepción, desarrollo e interpretación. El primero, obra de juventud de un Scriabin serio con claras influencias de Chopin o Liszt y una orquestación que no gustó al mismísimo Rimsky-Korsakov, que ocupó con su "Scheherezade" la segunda parte. El segundo de un Ravel que opinaba que, "la música de un concierto debería ser alegre y brillante, y no buscar profundidad", intención que no oculta en este "Concierto para piano en Sol mayor" que él mismo estuvo a punto de denominar "divertimento".

"Scheherezade" sabe a "papada ibérica confitada y glaseada en su jugo con berros a la naranja", o al menos eso le inspiró la obra a un cocinero asturiano, cuando la interpretó la OSPA la temporada pasada. Reconozco poca inclinación -aun valorando la belleza de sus páginas musicales y su extraordinaria orquestación, verdadera joya maestra- hacia el gusto orientalizante, sensual -persistente- de esta obra, en cuya interpretación destacaron especialmente los solos del concertino de la orquesta Andrei Mijlin, afinación, sonido claro, penetrante, con delicados e imperceptibles cambios de arco para notas de muy amplia longitud. Ni tampoco especial inclinación hacia influencias jazzísticas en la música sinfónica, a lo Gershwin, que asoman sin disimulo, por ejemplo, en el fresco Ravel que nos ocupa. El solista Chamayou lució un pianismo de extraordinaria limpieza y elegante sonido en ambos conciertos, con una orgánica pulsación que buscaba dialogar naturalmente con la orquesta, creemos que adaptándose mejor, también por concepción y sonoridad, al "Concierto para piano en Sol mayor" de Ravel que al de Scriabin. Este último no tuvo un nivel especialmente destacable en el acompañamiento orquestal, quizás por no tener interiorizada la obra tanto como para permitir esa total fluidez en el diálogo, ni por la traducción de parte de la densidad orquestal que alcanza en muchos momentos la composición. La interpretación de Ravel quizás facilitó ambos aspectos, incluso con la orquesta aligerada hubiera funcionado aun más el contraste con el posromanticismo de Scriabin y también hacia la estética neoclasicista del propio concierto raveliano, que tiene un momento absolutamente sublime en elegancia expresiva en el "Adagio assai", escrito en una exquisita combinación de compás binario en la melodía y ternario en la mano izquierda. Como propina, Bertrand Chamayou ofreció una preciosista "Pavana para una infanta difunta" de Ravel.

Lo de "melodías viriles", en referencia al tercer movimiento del Scriabin que hacen mención las notas al programa en expresión de J. Norris, merece una revisión. Lo de temas musicales masculinos y femeninos, se estudia en los conservatorios, pero sería conveniente que los especialistas en estética y en análisis musical revisen definiciones que no se saben muy bien qué describen. ¿Cómo es exactamente un tema viril? ¿Y uno afeminado?

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