He aquí una película extraordinaria. De obligada visión para todos los amantes del cine cargado de emociones veraces y sentimientos sin adulterar. Una historia mínima de máximos resultados: un matrimonio en el umbral de la vejez es sacudido por la irrupción inesperada del pasado que amenaza con derrumbar la estabilidad del presente, haciendo plantearse y replantearse muchas cosas ocurridas en esos 45 años de convivencia. Se podría pensar en ¿Quién teme a Virginia Woolf?, en Dublineses, en Bergman, pero Haigh es un cineasta con voz propia y consigue que sus imágenes sean sensibles y desgarradoras sin subrayados ni trampas, con una honestidad y una inteligencia admirables. Con crudeza también, pero manteniendo en todo momento una mirada comprensiva y lúcida: emocionante. Y cuenta con dos aliados pluscuamperfectos: Courtenay y, sobre todo, una Charlotte Rampling asombrosa y memorable con una escena final magistral.