Cosme Marina

La gran culpa

Brillante función de "Parsifal" en el teatro Real de Madrid ambientada en el periodo de entreguerras

La asociación, de una u otra forma, de algunos títulos operísticos con el nazismo es una tentación recurrente desde hace tiempo y un tanto manida. En algunas ocasiones funciona mejor que otras, aunque no en todas lo hace con la misma idoneidad. Claus Guth consigue sortear, en la producción que estos días se presenta en el teatro Real de Madrid, las más diversas dificultades con alarde imaginativo y un ritmo de la acción casi cinematográfico gracias a un escenario circular en el que los personajes transitan por una edificación en ruinas, una suerte de sanatorio mental, donde los traumas y secuelas de la Primera Guerra van haciendo germinar las heridas que brotarán en la Segunda en la que el advenimiento de un "salvador" germano va, poco a poco, ganando su hueco en un mundo hostil, erizado de dificultades vitales. Guth despoja la obra de misticismos, le da otra mirada que, a la vez, es dura y terrible, sin dejar de lado un cierto lirismo descarnado en torno a ese Grial que todo lo puede y al que con tanto fervor como miedo se venera. La versión escénica de Guth es esplendente, majestuosa, envuelta en una poética desolada y febril, de fuertes trazos oníricos.

Si la escena es un pilar muy relevante en estas funciones madrileñas del título wagneriano, la excelencia que se aporta desde el foso es el otro punto fuerte de las mismas. Para cualquier orquesta este título es un reto y la formación madrileña, que lo afronta por segunda vez, gana credenciales en este repertorio de la mano de dos maestros, Semyon Bychkov y Paul Weigold que estuvo al frente de la misma en la función a la que asistí. Lectura la suya tensa, con mordiente dramático y enjundia expresiva que caracterizaron una versión de rotundas dinámicas y seguridad en el trazo general del discurso musical. Al final, los resultados de los cuerpos estables del Real, orquesta y coro, permiten, como en las grandes casas de ópera un nivel de calidad homologable a los estándares europeos y que, en nuestro país, hoy por hoy, sólo alcanzan Madrid y Valencia en el Palau de les Arts.

No es fácil juntar a un reparto wagneriano para el "Parsifal" ideal. El del Real tuvo elementos de mucho interés junto con otros más discretos. Entre los segundos el más que alicaído, irrelevante Amfortas de Detlef Roth o el esforzado, y nada más, Parsifal de Christian Elsner. Entre las luces, la sugerente y poderosa Kundry de Anja Kampe, de timbre carnoso y brillante, o el magnífico Gurnemaz de Franz-Josef Selig, ejemplar en su canto wagneriano noble, de tanta eficiencia interpretativa. Muy bien también el Klingsor de Evgeny Nikitin y a buen nivel el resto del elenco en una sesión relevante.

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