O también «Amaia Salamanca: del Duque al Príncipe». El caso es mezclar el anterior éxito de esta chica tan mona con su actual fracaso, de la misma manera que «Felipe y Letizia» es a su vez un producto inclasificable dada la mezcla inaudita que contiene. Ésa cosa rara que vimos en Telecinco el lunes por la noche, ¿es una comedia? ¿un drama? ¿un nuevo subgénero de la ciencia-ficción, un programa de humor sin risas enlatadas, una serie histórica, la reaparición del surrealismo en televisión, un vídeo realizado por unos alumnos de 2.º de Cinematografía como complemento de un trabajo titulado «Historia natural de los castings delirantes»? Sólo Amaia Salamanca se salva ligeramente en esa sucesión de diálogos de cartón piedra («El vino lo escojo yo. Soy bastante bueno escogiendo. No sólo el vino, sino todo en general», dice el heredero a la Corona), secuencias de teletienda altomatutina (es más verosímil la eficacia de los cuchillos Gunchi que el discurso de la entrega de los premios Príncipe de Asturias) y caracterizaciones que toman a los guiñoles como su principal fuente de inspiración (¿de verdad la reina Sofía era Marisa Paredes? ¿seguro que no era Joaquín Reyes?).

A sabiendas de que la calidad en la realización ni añadiría ni quitaría un solo espectador a una teleserie que queda eclipsada por su propio morbo, Telecinco nos ha entregado uno de los peores productos televisivos de la temporada. Da la risa la monarquía de «Felipe y Letizia» igual que nos hacía reír el narcotráfico de «Sin tetas no hay paraíso». Cata y el Duque. Letizia y Felipe. Amaia Salamanca y la nobleza nominal. ¿Morirá el Príncipe en brazos de Letizia en el desenlace de la serie?

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