Avilés, Laura G. ORTIZ

«Los príncipes azules destiñen». Así se titula el libro de la escritora Gabriela Acher sobre uno de los asuntos que más preocupa a muchas mujeres: los hombres. La idealización masculina siempre ha sido un tema de discusión para todas aquellas que buscan un príncipe seductor pero fiel, misterioso pero fiable, romántico pero práctico y duro pero tierno. Una idea vinculada a historias infantiles como «Blancanieves y los siete enanitos» o «La Bella Durmiente», y que se aleja tremendamente de la realidad. Iván Rotella, sexólogo y coordinador del centro de atención sexual, explicó ayer en una de sus ponencias del curso de la Universidad de Oviedo, «Sexología: erótica, deseo, amor y pedagogía», que igual que sucede con las historias infantiles, si la gente se cree todo lo que ve en las películas porno, probablemente en unos años tenga que tener una consulta psicológica en vez de sexual. Y es que «un tío que sea bueno con el ordenador puede hacer que salga el AVE con pasajeros saludando de la vagina de una mujer», así de explícito fue el sexólogo.

Las películas para niños se han convertido en el referente amoroso de muchas personas, un amor «ideal» que tiene unos prototipos muy determinados y que en pleno siglo XXI ya no refleja a la población. Ahora las niñas no sólo han dejado de querer ser princesas, sino que muchas prefieren no tener príncipe, o incluso ejercer ellas mismas de heroína en la película.

A pesar de todo, el mito de la media naranja o el amor cortés e imposible de «Romeo y Julieta», son ideas que la propia sociedad determina y que se ha convertido en una norma social, que como tal, exige un castigo para aquellos que se desvían. «Ya llegará tu hombre ideal», «¿Cuándo os casáis?» y «se te va a pasar el arroz», son algunas de las frases más habituales. «El amor depende de cada persona y está en nuestras manos cambiarlo si no estamos a gusto con él», explicó Anabel F. Francos en su charla sobre «Buenos amores». La sexóloga apoya exclusivamente una idea: ser feliz. No importa si para ello hay que ir en contra de la sociedad y sobre todo, no se deben seguir los modelos establecidos si no te llenan. Y es que la tradicional frase «fueron felices y comieron perdices» ya está pasada de moda. Ese amor por el que tanto se lucha en las historias y por el que tan mal se pasa hasta que se consigue? ¿De verdad es tan perfecto que dura para siempre? ¿Qué ocurre después del beso y del «the end»?

La convivencia, los roces y las frustraciones le llegan hasta a la mismísima Blancanieves. No existe la pareja perfecta porque detrás de esposas y maridos, novios o novias, parejas o amigos con derecho a roce, están las mujeres y los hombres. Las personas. Y puede que para muchas de ellas el amor no se conciba como la unión perpetua entre dos individuos. Puede que los objetivos vayan desde el matrimonio, hasta la independencia absoluta, o incluso la formación de una pareja permitiendo relaciones sexuales con otras personas, explicaron los sexólogos. Las reglas las pone cada uno. Ése era el objetivo de la charla de Francos. ¿Por qué llamar amor a lo que en realidad es sexo? ¿Por qué hay que buscar enamorarse cuando sólo apetece un rato de diversión?

Que ahora las mujeres ya no usan zapatitos de cristal y que todo el mundo sabe que los finales felices son historias sin acabar.

l Los celos. La mayoría de las personas tienen celos. Cuando se vuelven enfermizos, los celos comienzan a incomodar y a hacer daño a la pareja.

l No respetar el espacio de la pareja. Tiene que correr el aire y que cada uno tenga su espacio.

l Falta de comunicación. Hablar las cosas pero sin llegar a lo que la sexóloga Ana Fernández denomina «sincericidio», que es decirle a la pareja cosas que le pueden llegar a hacer daño.

l Expectativas. Creer que la otra persona va a cumplir todas y cada una de las expectativas.

l Decidir por la pareja. Poner en el pensamiento de la otra persona pensamientos que no son suyos.

l Deseo erótico propio. Creer que los dos viven la relación como lo hace uno, cada uno es cómo es.

l Hijos. Convertir a los hijos en el centro de la relación porque se olvida que hay espacios para la pareja.

l Rutina. Hay que cuidar a la pareja, en el sentido de conquistarla diariamente.

l Cuidarse. Tanto a nivel físico como emocional. Mimarse y hacer cosas que gusten. Cuanto mejor se sienta uno consigo mismo más cosas positivas le transmitirá al otro.

l Formas de sorprender. Es muy importante buscar espacios poco habituales o salir a cenar un par de veces al mes por sitios diferentes.

l Cama. Hay que ir a disfrutar no a competir. No son los juegos olímpicos.