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TAMARA ESPESO | Trabaja en la misma galería en la que murió su padre, una de las 14 víctimas del pozo

"Siento que vivo la vida de mi padre; es muy duro, cada año es como volver a enterrarlo"

"Nunca he querido trabajar el 31 de agosto porque tengo guajes y hermanos y no me gustaría matarme en la fecha en que falleció él; si pasa, que sea otro día"

Tamara Espeso, en la mina de Ablaña.

"Hay veces que pienso que estoy viviendo la vida de mi padre". Con esas palabras resume Tamara Espeso su día a día. Corría el 31 de agosto de 1995. Era un turno como otros muchos en el pozo San Nicolás (Nicolasa) de Mieres. Pero en la mina, la vida y la muerte pueden fusionarse en cuestión de segundos. Hace veinte años que a Tamara y a sus dos hermanos pequeños, su padre no los despierta por las mañanas para ir al colegio. Hace dos décadas que la vida de Luis Antonio Espeso se quedó en la mina para siempre junto a la de trece compañeros en el peor accidente minero de la historia reciente de España. Una explosión de grisú se cobraba el tributo de la tierra, como algunos lo llaman, por arrancarle el carbón.

Luis Antonio Espeso Mencía, Eugenio Martín Curieses, Francisco Javier González Merino, Jesús Trapiella García, José Ignacio del Campo Bernardo, Juan Manuel Álvarez Fernández, Eduardo Augusto Alves, Elías Otero Fernández, Manuel Ángel Fernández Bueno, Anatolio Lorenzo Pedrosa, Vlastimil Havlik, Miroslav Divoky, Michal Klenot y Milan Rocek fueron las víctimas de un suceso que aún hoy no se ha esclarecido al cien por ciento. Hunosa prepara para mañana, precisamente cuando se cumple el fatal aniversario, un homenaje en las instalaciones del pozo en Ablaña, donde se descubrirá una placa en memoria de los catorce mineros fallecidos.

Fue un accidente que la familia minera jamás olvidará y mucho menos lo harán los hijos que perdieron a sus padres en las galerías en las que ahora trabajan ellos. Una de esos mineros es Tamara Espeso Fernández, que tres años después del accidente de Nicolasa, cogió por primera vez la jaula para bajar al tajo. Con apenas 18 años, entró a trabajar en Hunosa y, casualidades de la vida, lo hizo en el mismo pozo, la misma planta y la misma capa en la que murió su padre. "Estoy viviendo su vida", asegura apesadumbrada.

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