Una horda de pequeños vikingos "tomó" ayer el castillo de Gauzón. Ataviados con cascos, escudos, hachas de cartón y hasta amuletos mágicos, los niños participantes en el taller de arqueología "Entre Vikingos" combatieron con fiereza para hacerse fuertes en una lucha que terminó por todo lo alto, con un gran banquete en el que los combatientes recobraron las fuerzas. Con la simulación de asalto al castillo, que contó con la colaboración del grupo de recreación "La Guardia", un enterramiento vikingo y un banquete en compañía de sus padres, concluía una semana llena de actividades y emoción.

Los pequeños guerreros comenzaron su jornada de batalla en el centro de interpretación de Raíces Viejo, donde prepararon su indumentaria de pelea. Se armaron con cascos, escudos y hachas de cartón, dibujaron con ceras runas de la suerte en las frentes de sus compañeros y se colgaron al cuello amuletos mágicos diseñados por ellos mismos. "Esta semana nos hemos fabricado nuestras propias armas y amuletos y tenemos escudos personalizados para cada uno", aseguraba emocionada Turia Stasia, de 9 años, mientras enseñaba orgullosa su equipamiento. El luchador más pequeño, Bruno Rodríguez, prefería no decir nada y se quedaba en silencio en una esquina, hasta que sorprendió a sus compañeros al atacar con su hacha y sin avisar a uno de los miembros del grupo de recreación histórica "La Guardia", qu e se resignó a las estocadas que el niño le asestaba a la altura de la rodilla. Su padre, Miguel Rodríguez, sacaba fotos de la escena con su móvil. "El crío lleva toda la semana muy emocionado con el taller, se ha tomado este entrenamiento muy en serio", reconoció.

Miguel Rodríguez-Arango, miembro del grupo de recreación histórica, esperaba a los niños a la salida del centro con el rostro serio. "Guerreros, formen una fila", gritó. Los pequeños luchadores, algunos de repente completamente serios y centrados, formaron un fila perpendicular al entrenador y esperaron nuevas instrucciones. "Eso es una hilera", volvió a gritar, para explicar que así era como se organizaban los vikingos antes de un combate.

Los aspirantes a vikingos aprendieron a avanzar, retroceder y agacharse con el escudo alzado en posición de guardia. Los comentarios serios de Rodríguez-Arango animaban a los pequeños a atacar con más fiereza; en pocos minutos ya sabían cómo tenían que esquivar los golpes del enemigo. Después de los primeros ensayos generales, que sirvió a los niños para darse cuenta de la importancia de permanecer unidos durante la batalla, el ejército vikingo se dirigió al castillo de Gauzón, donde les esperaban el resto del integrando del grupo de recreación histórica. "Me da miedo porque son mayores que nosotros, pero creo que les superamos en número", aseguro Stasia, que avanzaba firme y animando a sus compañeros. "De todas formas, todas las hachas y espadas son de cartón", reconoció para tranquilizar a sus compañeros más benjamines.

La batalla se alargó más de lo esperado. "La verdad es que no esperábamos que los niños fuesen a tener tanta energía", aseguró la doctora en Historia, Mónica González, que se encarga de los talleres y las visitas guiadas a los restos del castillo. La guerra vikinga comenzó con dos bandos equitativos entre el personal del grupo de recreación y los niños. Al final, los pequeños decidieron aliarse y enfrentarse por su cuenta a todos los miembros de "La Guardia", que aguantaron las intentonas de conquista del castillo hasta que los pequeños guerreros se cansaron de luchar.

El armisticio se firmó con un banquete. Niños, padres y miembros del grupo de recreación se reconciliaron frente a una comida de ambientación vikinga. "Una de las madres se ha animado a cocinar un postre de receta vikinga", aseguró Sánchez, que explicaba que los niños "habían recibido instrucciones de no traer comida 'moderna' para seguir con la ambientación histórica".