Han pasado más de doscientos años desde que Diderot, autor de la Enciclopedia, se dirigiera a los empleados manuales como "los más hábiles artesanos de París. Ahora, se cuentan con los dedos de las manos los pocos que continúan viviendo del trabajo de éstas. Los hermanos Campal están entre ellos. Estos gemelos pelirrojos regentan una sastrería en Nava, y ayer vistieron de gala a Míchel Suárez, uno de los organizadores de la muestra dedicada a los sastres que permanece abierta en la carpa de El Encuentro , en la "Semana negra". Míchel lleva un traje de raya diplomática, inspirado en personajes de novela negra. Tampoco son muchos los que a día de hoy, en medio de la cultura de la producción en masa, continúan vistiendo piezas que llevan el nombre del sastre que las elaboró. "En Aturias hubo trescientos, ahora quedan tres, los Campal y Plácido, con su sastrería en Oviedo" se lamenta Suárez. Junto al fotógrafo Alex Zapico y con la colaboración de Carmen Prieto, se ha propuesto resucitar la memoria de una actividad que lleva años en el olvido: el valor de lo hecho a mano, de una pieza pensada para el cliente de seguir el proceso de creación, del esmero.

La muestra recoge fotografías de talleres de sastres artesanos realizadas por Alex Zapico acompañadas por los textos de Míchel Suárez. Además tienen el proyecto de un documental y un libro para rememorar a los que la invasión de cadenas y franquicias textiles ha prácticamente enterrado. Las inspiraciones para la idea del proyecto son inumerables; el tiempo de Gay Talese, los maestros que enseñaban la virtud de la presencia, escritores de referencia como Balzac o Diderot, los luditas... Los textos que ilustran la muestra hablan de ellos pero también del orgullo de los artesanos, su tesón y su lucha. Las fotografías transmiten templanza, silencio, esmero. "Es complicado fotografíar un taller de sastrería porque es un trabajo lento, repetitvo. A veces resulta complicado captar momentos diferentes", Cuenta Zapico, responsable de las imágenes de la exposición.

Al acercarse a las fotos de la muestra destaca el cariño que transmiten unas manos enebrando agujas, lejos de fábricas abarrotadas de máquinas de tejer. La emoción es inevitable al recordar a aquéllos que son capaces de entretejer los hilos de la historia.