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El encinar de San Emeterio: el valor de recuperar lo autóctono

La Fundación EDP, con el trabajo del FAPAS y el apoyo del Ayuntamiento de Ribadedeva, desarrolla un proyecto para salvar una histórica y frondosa arboleda, única en la cornisa cantábrica

Arriba, Roberto Hartasánchez y Nicanor Fernández revisan las plantaciones. En la imagen del centro, el encinar rodea el faro de Pimiango. A la izquierda, el director del FAPAS y el de la Fundación EDP, frente al Cantábrico. MIKI LÓPEZ

A orillas del Cantábrico, abrigando al pueblo ribadevense de Pimiango, crece una de las formaciones forestales más singulares de Asturias: el encinar de San Emeterio. Una arboleda frondosa y limpia que desde hace siglos tupe la entrada a la Cueva de El Pindal y rodea por completo el faro de Pimiango, dando forma así a un entorno paisajístico de incuestionable belleza natural.

Pero el paso del tiempo y la acción del ser humano han deteriorado este bosque único en la región. Por eso, la Fundación EDP, el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS) y el Ayuntamiento de Ribadedeva iniciaron a principios de año un plan conjunto para recuperar el encinar y devolverlo a su estado primigenio.

Y es que San Emeterio no se trata de un monte cualquiera, sino de "una de las últimas superficies continuas de bosque de ese tipo conservadas en el Principado", cuenta Roberto Hartasánchez, director de FAPAS y a la par uno de los coordinadores del proyecto. Si bien es verdad que el Oriente de Asturias y el Occidente de Cantabria albergan pequeños reductos de encinas autóctonas, lo curioso de este caso es que el árbol, típico del Mediterráneo, se ha sabido adaptar a una zona costera de suelos pobres y gran salinidad. El secreto de este fenómeno, relata Hartasánchez, reside "en el área especial que se ha creado en la zona". Un microclima favorecido por la cercanía a la Sierra del Cuera, que ha sido capaz de mantener una media de temperaturas y humedad propicia para el crecimiento. Además, la riqueza de su suelo calizo y silíceo potenció el desarrollo de esta formación, registrada como el encinar a menor altitud de toda la Cordillera Cantábrica.

Sin embargo, la joya ribadevense se encontró un grave problema durante el último siglo: el auge del eucalipto. Esta especie, cuya madera despertó un gran interés comercial en España para la minería y para la producción de pasta de papel, se adueñó de decenas de hectáreas del histórico bosque de Pimiango y supuso un grave daño para la flora autóctona.

Hoy en día, el árbol australiano ha perdido su interés económico. Lo explica Hartasánchez: "El 50% de la superficie de Asturias con plantaciones de eucalipto en estos momentos no tiene rentabilidad comercial". El representante conservacionista explica que a las empresas madereras les resulta más barato traer su producto de fuera, por lo que ya ni siquiera acceden a explotaciones en las que no tienen asegurado un buen rendimiento. Pone de ejemplo el mismo monte que ahora recuperan, donde los productores papeleros se negaron a acceder para llevarse los árboles antiguos alegando que el coste de producción era mayor que cualquier posible beneficio.

Aprovechando tal situación, la Fundación EDP puso en marcha un programa de reforestación sobre Pimiango. Desde principios de año, esta entidad, en colaboración con el FAPAS y con la ayuda del Ayuntamiento de Ribadedeva ha iniciado un proyecto de limpieza y plantación de árboles autóctonos. Como afirma Nicanor Fernández, director de la fundación, "se trata de un proyecto a tres bandas, en el que el Ayuntamiento pone la disposición, EDP la financiación y el FAPAS el conocimiento y la actuación sobre el terreno".

Una intervención que se suma a los más de 123.000 árboles que EDP ya ha plantado por toda la geografía asturiana, desde zonas devastadas por los incendios forestales como el Valledor, hasta plantaciones para alimentación osera en Proaza, Santo Adriano o Sobrescobio.

Todo ello con un único fin: "recuperar las estructuras originales y así cerrar el ciclo", afirma Fernández. Aunque la iniciativa también esconde un trasfondo persuasivo, ya que como cuenta el responsable de la Fundación EDP, "pretende demostrar a la gente que es posible iniciar una campaña de la que lleva mucho tiempo hablándose pero que nunca llega a su término". Y es que la sugerencia de realizar reforestaciones fue planteada por Fernández en varios consistorios asturianos, pero sólo fraguó en el ayuntamiento ribadevense, al ser el único dispuesto a materializarla. Una muestra más "del desconocimiento y la escasa disposición de la gente por desprenderse de algo que siguen pensando que vale dinero", considera Hartasánchez.

El director de FAPAS relata que la reforestación se lleva a cabo en tres fases. Primero se talan los eucaliptos, que no se pueden sacar del terreno dadas las dificultades que plantean las condiciones orográficas. Así que los restos se dejan en el suelo para que se pudran y favorezcan "la creación de un sotobosque con naturaleza autóctona".

En segundo lugar, se queman los brotes de eucalipto que vuelvan a surgir, utilizando para ello sal y evitando cualquier compuesto químico perjudicial. "En este momento, ya se aprecia cómo rebrota la masa forestal original, la cual no podía salir por culpa del eucalipto", cuenta Hartasánchez. Por último, se procede a la plantación de los ejemplares de encina mayoritariamente, pero también de abedul, madroño o acebo, colocados en una malla de plástico, y cuyo crecimiento es supervisado por técnicos forestales.

En total 50.000 nuevos árboles en una superficie prevista de 100 hectáreas y con un coste superior a los 180.000 euros, sufragado en su totalidad por la Fundación EDP. Ello dentro de un proyecto que nació en 2009 por la vocación de conservación ambiental de la fundación empresarial y que ha encontrado en la entidad ecologista a la mejor aliada. Todos están de acuerdo en una actuación que en palabras de Fernández, "no sólo complementa la oferta cultual, sino también medioambiental de Asturias".

A su lado, Hartasánchez evoca cómo en sus orígenes, el encinar de San Emeterio albergaba una abundante población caprina que se alimentaba de sus bellotas. Ahora, el líder de FAPAS espera con optimismo que esos animales vuelvan a refugiarse bajo los árboles de Pimiango.

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