La llegada a la explanada de la comitiva nupcial, donde aguardaban cientos de visitantes y curiosos, se realizó entre vítores: "¡Vivan los novios!", y "¡Vivan los vaqueiros!". Después llegaron las coplas de careo, composiciones vaqueiras cargadas de ironía y humor, que dan la bienvenida al matrimonio. Las nubes y la brisa suavizaron las condiciones en la loma que separa los concejos de Valdés y Tineo, aunque el sacerdote prometió "ser rápido" con la ceremonia, y pidió a la organización algo para protegerse de los rayos solares: "El año que viene o me ponen una sombrilla, o no hay boda", pidió.

Y es que el párroco de Naraval, Alejandro Fuentevilla, tiró de gracia, ironía y desparpajo. Animó a los novios y dejó reflexiones: "El amor no puede ser todo: amor al perro, a un chuletón, a las nubes. El amor se ha convertido en algo banal. Debe ser una entrega absoluta; el amor lo puede todo", aseguró. El enlace dejó notas curiosas, como la pequeña madreña en la que se guardaron las alianzas, o las lágrimas de profunda emoción de la novia, cuando una gaita hizo sonar el himno de Asturias: "Mi padre era gaitero, tocaba en muchas fiestas; y se me fue hace dos años", explicó.

La ceremonia culminó con el beso de los dos enamorados, ante el griterío y algarabía de todos los presentes. "Ha sido una de las bodas más divertidas en las que he estado, todo fue muy bien", afirmó Raquel Martínez, hermana de la novia, y madrina. El padrino fue Manuel Díaz, tío del novio.

Rompiendo la costumbre, inmediatamente después de la boda se entregó el diploma y la banda a los vaqueiros de honor, distinción que este año recayó en la asociación Bolo Celta de Asturias, el músico José Fernández Avello, la presidenta de Cruz Roja Asturias, Celia Fernández Fernández, el escritor Xuan Bello, el físico Juan Manuel Rodríguez Parrondo y la antropóloga María Cátedra Tomás.

"Que hoy me acojan con este honor es un una forma de ser feliz", refirió Bello. Para José Fernández Avello, director hasta el pasado año del conservatorio del Occidente de Asturias, este reconocimiento "supone un orgullo para alguien como yo que trabajé con los géneros musicales del pueblo vaqueiro".

Un gran festival con baile, comida y mucha fiesta completó la postal por la que, durante décadas, luchó Carmen Martínez, "Carminina". Su papel fue reconocido ayer con el descubrimiento de una placa en la puerta de la capilla de la Divina Pastora. Su recuerdo vivirá siempre en el seno de Aristébano.