El Sella emana tradición, historia, pasión, y sobre todo familiaridad. Porque las aguas de este ilustre río asturiano encierran decenas de vivencias de padres, madres e hijos que viven con gran entusiasmo la fiesta señera del verano asturiano.

Jorge Pando es uno de ellos: "Mi hija María nació justo el día del Descenso, el seis de agosto de 2011 por lo que esta efeméride permanecerá ligada para siempre a su vida". Desde entonces, la familia Pando ha hecho de "Les Piragües" una cita ineludible en su calendario estival. Otro relato curioso es el de Javier Caldevilla. Aunque natural de Ribadesella, ya cumple quince años residiendo en Granada con su mujer y sus hijos. Ayer los traía por primera vez a Arriondas "para que descubran lo que es el Sella".

También hay estirpes en las que el agua del río corre por sus venas. "Soy sellera desde la cuna, y lo que siento cada año cuando suenan los versos de Dionisio de la Huerta es indescriptible, no puedo evitar llorar", cuenta Marián Pumarada, integrante del grupo los Botijos, de Cangas de Onís. O Irma Posada, del grupo Tritones de Piloña, quién relata cómo esta fiesta ya es parte del acervo familiar, pues "desde niños esperamos llegar a los dieciocho años para poder venir".

También están quienes deciden ir más allá y se zambullen en el frío Sella para encarar los quince agotadores kilómetros que componen la prueba. Es el caso de Miguel Palacio y Daniel Palacio, padre e hijo maliayos pero residentes en Gijón. Compitieron en K2 sénior con la Federación Cántabra de Piragüismo alcanzando un honroso puesto 53 en su categoría. Eso sí, las heridas en la pierna de Daniel atestiguaban lo duro de una travesía que acabaron disfrutaron juntos palada a palada.

Y por supuesto, no puede faltar la familia clave ayer en el Sella, la del campeón.

La madre de Walter Bouzán, Pepi Sánchez, posaba orgullosa con su hijo, congratulándose de una victoria que dice, "se la merece más que nunca". Y es que la mujer que dio la vida al ocho veces campeón del Descenso era un mar de felicidad ante la hazaña del deportista asturiano, "el resultado de un tremendo trabajo". Pero la alegría de la familia Bouzán va mucho más allá de la celebración deportiva: "Walter va a ser padre", dice Sánchez mientras acaricia la barriga de su nuera, Luisa Fuentes.

"Todavía no sabemos si es niño o niña, pero está claro que el Sella va a llevarlo en la sangre", afirma la mujer del ganador y futura madre. A lo que añade: "Piragüista no sé si será, pero piragüero sí, de eso estoy segura".

"Es la mejor fiesta de Asturias, une a la familia y por eso venimos todos juntos", asegura Luis Miguel Rocha, padre de una numerosa prole. "Después de una vida entera enamorados de esta celebración, ahora venimos con los niños porque queremos que ellos también la conozcan", recalca.

En Ribadesella, en cambio, los veteranos de la celebración coincidían en una cosa: "Hay menos gente". Lejos quedan aquellos tiempos en que "los campos de Ova se llenaban hasta la bandera y por la Gran Vía riosellana no se podía ni caminar", rememora Manuel Fuentes, vecino de Cuevas de 73 años. Lo triste, asegura, "es que la juventud no toma el relevo con el verdadero espítu del Sella: mañana, el noventa por ciento de los chavales no va a saber quién ganó". A lo que añade: "el Asturias Patria Querida ya no se siente igual que hace años".

Ajenos al bullicio, Lucía Seijas y Maxi Rodríguez, dos lucenses de veraneo en Lastres, se cobijaban bajo un paraguas, sentados mirando la ría. "Estamos aquí porque nos gusta el deporte, y al fin y al cabo eso es lo importante", dicen.