"Todos los años venimos, es una tradición" fue una de las frases más escuchadas en el muro de San Lorenzo en la mañana de ayer cuando un multitudinario baile de la Danza Prima y la sacudida sonora del "Restallón" pusieron punto final de forma oficial a la Semana Grande gijonesa con las celebraciones del Día de Nuestra Señora de Begoña.

Quiso el cielo aliarse con los playos que no pierden fecha tan señalada aguantando sin llover, aunque muchos gijoneses de poca fe bailasen la danza en recuerdo al emigrante cargados con el finalmente innecesario paraguas. Y más aún, fue sonar los primeros acordes de "La Molinera" por la megafonía y comenzar a salir el sol, que no se quiso perder tan nombrado acontecimiento. De hecho, la fachada del arenal de San Lorenzo lucía repleta de nubarrones excepto un punto, el más septentrional de todos, el cielo sobre la iglesia de San Pedro, donde reluciría, rojiblanco, un "Restallón" agridulce, admirado por muchos, temido por otros, al determinar el fin de la semana más larga del verano gijonés.

Antes, los alrededores del quiosco del Paseo de Begoña, exiguo teatro emeritense de la ciudad, se habían colmado de jóvenes y mayores que disfrutaron de los animados bailables de la Banda de Música Villa de Jovellanos de Gijón. Silenciados los instrumentos, paso apurado al muro donde la megafonía anunciaba ya que era el momento de "abrazar a nuestros amigos, a nuestras familias, a los que están aquí y los que están fuera". Meñiques enlazados, paso al frente, paso atrás, las olas del mar tuvieron su réplica sobre el asfalto y la arena con miles de personas mecidas al son de la Danza Prima. Tras ella, el "Himno de Asturias" y el "Gijón del Alma" entonaron el alma de los gijoneses que alzaron la vista sobre la pétrea iglesia para disfrutar de un "Restallón" que se prolongó media docena de minutos en los que los edificios hicieron de caja de resonancia respondiendo, desafiantes, el ruido venido del cielo gijonés, el estruendo que anuncia el final de la "semanona". Un periodo en el que "lo mejor es el ambiente que hay en las calles para hacer de todo, cada año es diferente", como resumió Noelia Martínez, acompañada de su marido y su hijo Alejo, de dos años, que presenció por primera vez el espectáculo.

Y es que, "con este ambiente y tantas actividades, no apetece salir de Gijón", como sintetizó a la perfección Kiona Piñero. Con el broche de oro y pólvora se despide, un año más, la Semana Grande gijonesa.