Celtíbera, romana, musulmana y cristiana. Las manos por las que pasó a lo largo de la historia Medinaceli, al sur de la provincia soriana, han dejado huella en una villa llamada "ciudad del cielo" por su peculiar enclave en el alto de una meseta, a 1.200 metros de altitud. Precisamente su privilegiada y estratégica ubicación la convirtió en objeto de deseo del poder dominante en cada época. Tras permanecer en manos de los moros hasta el siglo XI -cuenta una leyenda que Almanzor fue a morir a su alcazaba de vuelta de la batalla de Calatañazor-, Alfonso VI y luego Alfonso I El Batallador la incorporaron definitivamente al territorio reconquistado. La ciudad del cielo es hoy el casco histórico, pues la ciudad moderna se asienta a los pies de la meseta desde mediados del siglo XX.
Llegar a uno de los llamados "Pueblos más bonitos de España", que también forma parte de la ruta histórica del Cid -Rodrigo Díaz de Vivar batalló por sus calles y peleó por incorporarla al reino frente a los moros, algo que no pudo ver antes de morir-, puede ser agotador (aunque atractivo) a pie, por eso es aconsejable llevar el coche y dejarlo en el aparcamiento de las afueras.
A partir de ahí hay que echar a caminar a través de una lección de Historia, que comenzará por el Arco Romano y luego por el Árabe y el Castillo (de origen musulmán y reformado posteriormente). En la plaza mayor (antiguo foro romano) comienza el baile de edificios nobles, entre los que sobresale el majestuoso Palacio Ducal, renacentista y sede de la Casa de Medinaceli. Y se sigue con la Colegiata, el convento... Su trazado de callejuelas es esencialmente medieval, con algunas tan estrechas que incluso cuesta que pasen dos personas a la vez.
Ir a Medinaceli por estas fechas tiene además un añadido: hasta el próximo 19 de marzo la ciudad participa en las jornadas de la trufa negra de Soria que crece en los encinares de la región, además de en plantaciones que han desarrollado los productores especializados. Hay varios restaurantes repartidos por toda la provincia que se encuentran no solo en Medinaceli, sino también en Soria capital, Burgo de Osma, Ágreda o Berlanga de Duero. Todos lugares para rematar una escapada con mucha historia.
