La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Meryl Streep y Tom Hanks encarnan el valor de la prensa libre

Meryl Streep y Tom Hanks encarnan el valor de la prensa libre

Activamos la moviola para viajar a junio de 1971. Las aguas políticas bajan turbias en Estados Unidos. "The New York Times", "The Washington Post" y los periódicos más importantes se unen para defender la libertad de expresión e informar sobre documentos comprometedores del Pentágono y el encubrimiento masivo de secretos por parte de los gobiernos durante cuatro décadas.

Spielberg se ha cubierto la espaldas reclutando para su película a dos pesos pesados que, curiosamente, nunca habían trabajado juntos. La camaleónica Meryl Street interpreta a la editora del "Post" Katharine Graham, y Hanks encarna a su director, el mítico Ben Bradlee. Ambos, a pesar de que el diario atravesaba una época de páginas flacas, decidieron apoyar a sus colegas del "New York Times" contra la intención de la Administración Nixon de asaltar la primera enmienda. La publicación de unos documentos filtrados en los que quedaba claro que la administración de Lyndon B. Johnson había mentido descaradamente a los ciudadanos sobre la guerra de Vietnam fue un escándalo que dejó tocado a su sucesor, un personaje que es todo un filón para el cine sobre periodistas (recordemos Todos los hombres del presidente, sobre el Watergate, también con el "Post" en primera línea en 1972). Y para la historia quedó un encendido debate sobre la libertad de expresión culminado por una pugna legal ante el Tribunal Supremo.

La decisión de Graham no era precisamente fácil: estaba en peligro la supervivencia de un periódico con muchos flancos vulnerables. De ahí que la crítica norteamericana hable de la película como la obra más feminista de Spielberg (atención, pregunta: ¿cuántas películas del maestro tienen a una protagonista femenina?), construyendo un retrato entusiasta de una mujer que combate en un mundo esencialmente masculino con un coraje y una determinación admirables, haciendo oídos sordos a los comentarios macromachistas que cuestionaban su capacidad para esa labor.

Los tiempos han cambiado mucho. Muchísimo. Vivimos -sufrimos- la peste de la posverdad, el pus de las noticias falsas, el imperio sin ley de las redes sociales donde la información veraz y contrastada es la primera víctima. La redacción que muestra Spielberg -que ha dicho que de no ser director habría sido periodista- aún tiembla con el latido feroz de las rotativas, los periodistas son un culo de mal asiento que patean bulos en las calles, los cuadernos son las tablets de cada día y no hay Internet que valga para documentarse o enviarse documentos. Periodismo puro y maduro.

La crónica de aquellos días que hicieron temblar los cimientos de la Casa Blanca en pos(t) de la verdad es, en planos de un genio como Spielberg (inciso: ¿para cuándo el "Princesa de Asturias"?), no una evocación nostálgica sobre el triunfo de la verdad frente a los tiburones del poder, sino una llamada de atención en los días de Trump, Putin & Cia. Arropado por sus inseparables John Williams en la música y Janusz Kaminski en la fotografía, el creador de Lincoln rodó con una urgencia juvenil, casi contrarreloj, como ocurre en la misma historia que relata. ¡Paren rotativas!

Compartir el artículo

stats