Medio centenar de artistas de una docena de nacionalidades distintas, 2.000 piezas de vestuario, 600 vestidos, una veintena de técnicos... Son algunas de las cifras con las que poder hacerse una idea de lo que implica "Varekai", el nuevo show del Circo del Sol que desembarcó ayer en Gijón.

Nuevo porque, aunque ya visitara la ciudad en 2009, esta función poco tiene que ver con aquélla. "Los espectáculos del Circo del Sol son orgánicos, van cambiando, evolucionando y madurando", explicó ayer Julie Desmarais, responsable de comunicación de la compañía, en la jornada inaugural de un evento que pasó por Sevilla hace unos días.

El espectáculo, con el graderío del Palacio de los Deportes casi lleno en la función inaugural de la noche de ayer, cuenta la historia de Ícaro quien, en un guiño a la cultura griega, cae del cielo para aterrizar en un bosque mágico, habitado por criaturas fabulosas. Ahí comienza una historia de superación personal, en la que el protagonista trata de sobreponerse a los inconvenientes que le van surgiendo y en la que, fruto del encanto del bosque, acaba encontrando el amor.

"La historia no varía mucho", analizó Desmarais, "pero los números circenses sí lo han hecho, tanto las actuaciones como los artistas que las realizan". Números de humor, pero también de acrobacias con correas aéreas, bastones, columpios rusos o anillo-rueda que consiguen que los espectadores contengan la respiración antes del aplauso generalizado. Para todas las edades.

En "Varekai", una palabra que procede de la lengua romaní de los gitanos, nómadas por excelencia, que significa "en cualquier lugar", la música tiene una enorme importancia, como supo valorar el público que asistió a la primera representación de las previstas en esta ciudad. "Son la melodía y las canciones las que se tienen que ajustar al número, por lo que han cambiado también, junto con el espectáculo y sus artistas", aseguró Isabel Corradi, cantante del Circo del Sol, quien enfatizó que "la letra está escrita en un idioma inventado, con influencias de muchos otros", que cristalizan en el lenguaje universal de la música. Y que consigue llegar al corazón de los espectadores, de la mano también de un espectacular montaje de luces y del colorido de los atuendos.

En algunos momentos confluyen sobre el escenario decenas de artistas y actores que se alejan de los focos y se mueven con naturalidad entre el público, que se sienten de está forma partícipes del espectáculo.

El único de los españoles que participa en este peculiar show se dedica, precisamente, a la parte musical. José Manuel Pizarro es el encargado de los instrumentos de viento desde hace 10 meses. "Tuve que pasar varios filtros antes de llegar al casting final", señaló Pizarro, quien tuvo que dejar su grupo musical, "Mago de Oz" para embarcarse en el mayor circo del mundo. "La música del Circo del Sol es una mezcla entre sinfonía, arias o música rock", pero todo con un ensamble perfecto que consigue emocionar al público.

Tras las acrobacias y la música, el tercer aspecto primordial del espectáculo es el vestuario. Los artistas de Varekai se cambian "hasta cinco veces" de vestimenta a lo largo del show y tardan "una media de una hora" en maquillarse antes de comenzar cada función. Todo porque el público pueda disfrutar de una experiencia única, mágica, como la del propio Ícaro.