LA NUEVA ESPAÑA en Avilés cumple treinta años. Ha sido un regalo para los avilesinos desayunarse cada mañana con las noticias que nos presenta este diario. Muchos comienzan con las esquelas, exclamando: ¡menos mal que por esta vez no salgo yo! Amigos y familiares se despiden y pasan los días, los meses, los años, acompañando a los que inician el viaje hacia la otra orilla, donde ya no hay paro, ni enfermedades, ni sufrimiento alguno.

En mi segunda vuelta a Avilés, de 2009 a 2017, en la parroquia de Santo Tomás de Sabugo, tuve la suerte de trabajar con un equipo sacerdotal de primera

José Antonio González Montoto - Delegado episcopal del Clero

He tenido la suerte de estudiar en el Instituto Carreño Miranda desde los diecisiete años a los veinte. Venía de Cangas de Onís de hacer el bachillerato laboral en el Rey Pelayo. Formaba parte de la tercera promoción. Algunos compañeros destacaron en el periodismo: Diego Carcedo, que aún escribe hoy. Otros, como Agustín Escandón, en el mundo de la empresa.

Al terminar el curso de orientación universitaria me fui al Seminario. Creo que ha sido la decisión más importante que he tomado en mi vida. A tratar con personas para mostrarles el camino de la felicidad. Encontrarse con Dios es descubrir el sentido de la vida, la posibilidad de servir a los demás, perder miedo a la muerte, apostar por el amor como la fuerza que transforma la historia. Después de ocho años me ordené sacerdote en junio de 1968 y mi primer destino fue la parroquia de san Nicolás de Bari. La parroquia de la calle de Galiana ha sido mi primera ‘novia’, donde pasé cuatro años de mi vida. Me entregaron la tarea de atender a un Club Juvenil y acercar a la juventud avilesina a la vida cristiana. Una misa que celebrábamos los sábados a las nueve de la noche llegó a reunir a ochocientos jóvenes. Más de cuatrocientos se acercaban a la comunión. Ayudaba mucho el grupo que cantaba en la misa. Más tarde se llamó Grupo Folk San Nicolás y un poco después “Neocantes”. Chema Martínez era el maestro musical que animaba el cotarro.

Niños con las palmas en Pascua, en San Nicolás

Niños con las palmas en Pascua, en San Nicolás Ricardo Solís

Avilés, ciudad industrial, había acogido con la llegada de Ensidesa, Asturiana de Zinc y Cristalería española, entre otras muchas, a varios miles de españoles. Avilés tenía que crecer: viviendas, escuelas, comercios. En este ambiente Avilés no quería perder lo que la había convertido a comienzos del siglo XX en la Atenas de Asturias: teatro, música, cine, arte. Las escuelas de Formación Profesional, la Casa de la Cultura, el Palacio Valdés, las asociaciones musicales y culturales ofrecían lo mejor de sí para hacer de los avilesinos no solo “productores” de hierro, zinc o vidrio sino de cultura, de belleza, de arte, de trascendencia.

LA NUEVA ESPAÑA y “La Voz de Avilés” junto a “La Voz de Asturias” rivalizaban en presentar la noticia fresca, caliente, para acercar la realidad que sucedía a los lectores ávidos de estar al día y de informarse del panorama nacional e internacional.

Tuve la suerte, durante unos cuantos años de colaborar con LA NUEVA ESPAÑA publicando un artículo semanal “La Buena Noticia”. Una especie de evangelio que acontecía en la vida diaria: personajes, acontecimientos, festividades del acontecer de la Iglesia y de la sociedad.

Una misa retransmitida por Facebook en San Nicolás Mara Villamuza

Cuando se inició la edición de Avilés, hace ahora 30 años, en el 1991, el arzobispo de entonces, don Gabino Díaz Merchán, me llamó para pedirme un servicio nuevo: “He pensado en ti para ser rector del Seminario. ¿Tú qué piensas?. No sé si serviré. Tengo un carácter fuerte y pueden saltar chispas en el trato con los seminaristas”. “Pues lo atemperas”, me dijo don Gabino”. Y así, durante once años, hasta el 2002, me tocó con un equipo de excelentes colaboradores seguir con la nave que en el Prado Picón acogía a los candidatos al sacerdocio de la Archidiócesis ovetense.

De aquella época continúan vivos entre nosotros los dos Ángeles: don Ángel Garralda, servidor de la comunidad de San Nicolás desde más de cincuenta años y don Ángel F. Llano que, primero en Santo Tomás y ahora en el santuario de San Francisco, donde antes estaban los Padres Franciscanos, continúa al pie del cañón ofreciendo la Palabra que salva y realizando la Eucaristía que nos alimenta con el Pan que es el Cuerpo y Sangre de Cristo. Algunos jóvenes que se han ido al Seminario los tienen como referentes: “Yo quiero ser como mi párroco: siempre entregado, siempre cuidando a los demás. Eso solo lo puede realizar apoyado en la gracia de Dios”.

Es cierto que la sociedad avilesina también ha pasado su crisis secularizadora, es decir, que Dios ya no cuenta tanto a la hora de tomar decisiones sobre el casamiento, el bautizo de los hijos, las primeras comuniones. Hay ideologías que se muestran hostiles a lo que significa una antropología cristiana. “No hagáis caso. No veis que todo es un cuento. Será la ciencia la que nos salve. La religión era para otras épocas, donde la gente no sabía casi nada”. La Iglesia, sin embargo, sigue fiel al mandato de su jefe y maestro: “Id y haced discípulos. Yo estaré todos los días con vosotros hasta el final. No tengáis miedo. Yo he vencido al mundo”. Llevamos dos mil años anunciando el mismo mensaje: “Dios existe y es Padre. La familia humana no es una selva. Podemos vivir como hermanos. Nuestra ley es el amor. La muerte ha sido vencida y cada uno de nosotros vamos a resucitar. El Pan de vida que recibimos en la misa es una medicina de inmortalidad”.

Las cofradías y asociaciones religiosas ha

n servido de cauce de una religiosidad popular que saca a la calle las imágenes de Jesús, de María, de san Pedro y de san Juan para mostrarnos que tienen que ver con nosotros. También yo puedo negar a Jesús o venderle por unas monedas por miedo a ser señalado como católico. Puedo ser como el buen ladrón que le pide ayuda en el momento de la muerte o como María Magdalena que lo encuentro vivo en mi vida de búsquedas y esperanzas.

En medio de tantas pruebas por las que han pasado los avilesinos ahí están las asociaciones de caridad, como Cáritas, Manos Unidas, Amigos de san Francisco, Cruz Roja y tantas otras que están muy cerca de tantos necesitados. La Asociación ”Nueve Lunas” se ha comprometido a acompañar y cuidar a las madres que optan por dejar que la vida concebida siga adelante. Una sociedad sin niños, que prefiere a las mascotas, a los hijos, es una sociedad profundamente enferma. Denunciar esto y proponer un cambio en favor de la cultura de la vida forma parte de las exigencias de la fe cristiana y de toda persona con sentido de la realidad.

En mi segunda vuelta a Avilés, desde el 2009 al 2017, en la parroquia de Santo Tomás de Sabugo, he tenido la suerte de trabajar con un equipo sacerdotal de primera: Ángel, Rodrigo, Neyo, Toño y con un excelente plantel de laicos en los distintos sectores parroquiales: catequesis, liturgia, colegio parroquial, acción católica, coro, enfermos, scouts, cofradía de la Soledad y de la santa Vera Cruz. Los avilesinos de corazón, que viven desde la fe, son un regalo para la Iglesia y para nuestro pueblo. Gracias de verdad por los años vividos juntos.

¿Hacia dónde caminamos?

Algunos políticos señalan lo que vamos a ser dentro de los próximos cincuenta años. Quizá hay más de sueños que de una prospectiva razonable. Avilés tendrá menos habitantes, según los datos que tenemos: hay muchos más muertos que nacimientos. ¿Las industrias seguirán sin perder personal, dada la competencia del coste de mano de obra, el precio de la energía eléctrica y otras exigencias del mercado internacional? ¿Cómo seguirá la institución matrimonial y la familia? Si hay miedo a compromisos definitivos no sabemos cómo asegurar la estabilidad del amor pactado y responsabilizado de los hijos.

Las comunidades cristianas perderán gente y ganarán en años. Los sacerdotes serán menos y las Unidades pastorales funcionarán en la Villa con mayores responsabilidades del laicado: más animadores y voluntarios de Cáritas, más cuidadores de enfermos y educadores de niños, adolescentes y jóvenes. Las parroquias tendrán instituidos los ministerios del lectorado y acolitado para laicos que antes solo se daban a los que se preparaban para ser curas.

Lo mismo se hará con el ministerio catequético. Las escuelas de formación para la vida social y política tendrán su sitio. Servir a los ciudadanos es un alto ejercicio de “caridad política”. Los mejores ciudadanos y ciudadanas deben ser elegidos para este servicio y así poder alejar a los arribistas, mentirosos y desprovistos de todo escrúpulo para enriquecerse y hacer su agosto.

Avilés debe seguir apostando por el sector servicios, el turismo gastronómico y cultural debe seguir ofreciendo lo mejor de nuestra villa. Lejos de la confrontación y el enfrentamiento debemos aprender una “cultura del pacto y del diálogo”. Iglesia e instituciones civiles, culturales y políticas debemos sentarnos y preguntarnos: ¿cómo aunar esfuerzos para conseguir lo mejor para nuestra villa? Aún estamos lejos de aprender a buscar lo que nos une por encima de legítimas discrepancias.

LA NUEVA ESPAÑA también tiene su papel en esta “cultura del encuentro”. Informaciones realistas, personas ilustres y comprometidas, servidores del bien común han de modelar, como referentes, nuestro futuro. Mañana ya comienza hoy. Está a la vuelta de la esquina. En esta tarea los jóvenes tienen un papel importante. No pueden quedarse al margen.