La siderúrgica ha pasado a la historia en el concejo de Avilés. Hubo una vez, hace siete décadas y pico, en que el término municipal había unas baterías que destilaban carbón que alimentaban cuatro hornos altos que transformaban el hierro en arrabio dos calles más allá. Ese arrabio se hacía acero primero el LD-I, luego en la LD-II… Hubo un tiempo en que Avilés era el centro industrial de la Península Ibérica. Una industria a lo grande, una industria de chimeneas neblinosas, funiculares contra el cabo Negro y camiones y camiones descargando al otro lado de la ría. Todo aquel tiempo se fue yendo según había llegado. Y ya no está. La siderúrgica es cosa de Corvera y de Gozón.

Instalaciones portuarias de Avilés R. Solís

Las reconversiones de los ochenta y de los noventa –cuando los socialistas gobernaban en España, en Asturias y en Avilés y ningún otro partido lo podía poner en duda– le dieron un meneo a la ciudad industrial, pero también a la ciudad oscura que no tenía cielo bajo un manto de contaminación como una nave nodriza durante la invasión a la Tierra.

Torres eléctricas en la Travesía de la Industria R. SOLÍS

La reconversión se tradujo en despidos, en jubilaciones forzosas, en manifestaciones en las calles de Avilés. Salvar la industria era salvar Avilés y se empezaba a notar a mediados de la última década del siglo XX. De entonces es el tema principal de una banda sonora que aún ahora mismo no ha cesado de acompañar la vida cotidiana de un municipio que se hizo joven, rico, populoso y, luego, ya no. Ahora ha crecido, le han salido canas, ha ahorrado, pero se ve desprendido de muchos de sus habitantes. La industria ha hecho bobinas de acero y también habitantes. El descenso de población corre parejo al descenso de producción.

Así que la edición avilesina de LA NUEVA ESPAÑA ha visto en estos treinta años como la Empresa Nacional de Siderúrgica (Ensidesa) se convertía primero en Corporación Siderúrgica Integral (CSI), luego en Aceralia y, ahora al final, Arcelor y Arcelor-Mittal. Treinta años que se ven en los tendales de los patios de luces, ahora sin toallas idénticas y fundas clavadas. Pero no sólo eso.

El último peligro, en la fábrica de aluminio de la antigua Alcoa, aún no se ha cerrado. Se acaba el periodo de gracia para la planta y también el dinero de la multinacional estadounidense

Han dado estas tres décadas para que la Empresa Nacional de Fertilizantes (Enfersa) se convierta en Fertiberia, para que pasaran por su propiedad el Estado, el grupo KIO, el de Villar Mir y, desde hace unos pocos meses, Triton Partners. Los movimientos en Asturiana de Zinc en los noventa la pusieron en peligro: Banesto, Banco Santander, Xstrata, Glencore… Cristalería Española, la firma que la compañía francesa Saint-Gobain usó para construir vidrio en este país, se hizo Saint-Gobain Cristalería.

Los cambios en la Empresa Nacional de Aluminio (Endasa) fueron tan amplios que aún no han terminado del todo. Primero fue Industria Española del Aluminio (y todavía el Estado la mantenía en buen estado). En 1997 España se bajó del nombre. Fue en la época en que José María Aznar era el presidente del Gobierno y Josep Piqué, su ministro de Industria. Llegó la multinacional Alcoa y creó Alcoa-Inespal. En 2018 decidió que era bueno cerrarla, que los altos costes de energía no permitían su desarrollo, y propuso un despido masivo. Se abrió la crisis última que todavía no se ha cerrado. Entre medias llegaron los suizos de Parter Capital y, después, la entidad comercial Grupo Industrial Riesgo. Y ahora todos estos movimientos se investigan en la Audiencia Nacional. A finales de este mes de julio se acaba el período de gracia de la fábrica y también el dinero de Alcoa. Y el futuro ya no será el que era.