Guillén Guardiola. Pescador profesional de angula y propietario de la escuela de la escuela de surf del Arenal de Morís. Psicólogo de formación, Guillén Guardiola reside en Caravia desde los 10 años, cuando su padre se instaló en el concejo. La mitad del año vive de los ingresos de la pesca profesional de la angula y la otra mitad de enseñar la práctica del surf. Vive del turismo, pero le preocupa que el éxito de la zona acabe en masificación.

«Me llamo Guillén Guardiola Blanco, tengo 45 años. Nací en Gijón y cuando mis padres se divorciaron, la vida me cambió considerablemente. A los 10 años, me vine a vivir aquí con mi padre. Llevo vinculado a Caravia desde entonces, menos cuando me escapé a estudiar a Madrid. Siempre estuve ligado al concejo con diversas actividades. Estuve de socorrista en el Arenal de Morís y llevé durante varios años el chiringuito de La Espasa. Ahora vivo de dos cosas: soy pescador profesional de angulas durante cuatro meses al año y en verano tengo la escuela de surf del Arenal de Morís».

«Si buscáis personajes, mi padre sí que era uno bastante interesante. Falleció hace un par de años. Tuvo una fábrica de muebles y luego empezó a dedicarse a la restauración, un poco de agricultura también hicimos… Corría en coches, subidas de montaña. Vino a una carrera aquí en El Fito, había un parque de verificaciones en La Espasa y se enamoró de la zona. De ahí que decidiera venirse a Caravia».

«Fui al colegio a Colunga. Al instituto, a Ribadesella. Luego estudié Psicología a Oviedo y estuve un año en Madrid haciendo un máster de recursos humanos. Me valió un año para volver p’acá pitando. Allí tenía alguna oferta interesante de prácticas después del master, y opciones de trabajo. Pero tendría que tener una vocación enorme en aquello para sacrificar por una capital el entorno y la vida que llevo aquí. Cuando terminé el máster eché curriculums en Oviedo y me cogieron en la oficina de Ramstad en Foncalada. Estuve trabajando casi un año, hasta que llegó la crisis de 2008. De seis que éramos ventilaron a cuatro. De todas formas, no sé lo que hubiera durado en una oficina».

«Desde pequeño pesco angula. Cuando tenía doce o trece años iba acompañando a mi padre y a mi hermano mayor. Luego ya me hice profesional. Seremos unos 150 en toda Asturias. Hay gente que yo conozco que saca muchísimo dinero. Le da para vivir todo el año con cuatro meses a la angula. No es mi caso. No me gusta echar doce horas todos los días en la playa de noche. De todas formas, mejor estar por la noche en la playa que en una oficina en Madrid. Pasas frío, sí, pero es diferente».

«En 2011, hice el curso de monitor de surf. El surf lo hacía desde pequeño. La primera vez que entré en el agua, tenía 13 años. Mi hermano mayor tenía una pandilla de amigos que hacía surf y compartía un equipo con un amigo. Un traje y una tabla. Me acuerdo que aquel día, era octubre, y mientras uno se quitaba el traje para pasárselo a mi hermano me dejaron la tabla esos cinco o diez minutos. Entré con la tabla a probar y desde entonces siempre estuve vinculado con el mar y con el surf».

«Monté una escuela de surf en el Arenal de Morís porque pensé: antes de que alguien ponga una escuela y meta a ochocientas mil personas en la playa en la que me gusta surfear, prefiero montarla yo. Entonces no me gustaba el mecanismo de las escuelas. Tenía la sensación de que iba a atraer más gente, a masificar, luego con el tiempo te das cuenta de que no es así. Hay que intentar regular para que no se masifique. Yo lo intento también con las clases. Nosotros, como mucho, somos dos monitores y tenemos el tope de siete personas por monitor: 14 en el agua, que ya me parece mucho. Y solo hay una licencia en la playa del Arenal de Morís. A mí me llegaron ofrecimientos para traerme grupos todos los días de cincuenta personas o así y les dije que no. Ganar pasta no es lo principal. Hay otras cosas que yo considero importantes. Si solo estás pendiente de la pasta, no estás en lo que tienes que estar».

«Empecé con la escuela en 2011. Ya llevaban diez años funcionando escuelas en otras partes de Asturias. Estoy satisfecho. A ver cómo te lo explico. Hay gente que viene a la escuela de surf como el que baja el Sella: es una actividad lúdica que la programan, tú vas allí, te pones un traje, una tabla y tiras para el agua. Yo me había hecho una plantilla con todas las competencias que se pueden desarrollar para aprender a surfear y luego poder hacer un seguimiento de los alumnos. Pero te das cuenta de que mucha gente viene a una actividad más, la hacen, sacan las fotos y se acabó. Sin embargo, también es muy satisfactorio de ver a otros que empiezan y que, de repente, se les abre un mundo que desconocían. Y que llegan a sentir cosas como las que yo sentí cuando empecé; esas emociones. Es muy reconfortante poder echar una mano a toda esa gente que se motiva realmente por el surf. Cuando ves esa sensación que se les pone en la cara cuando entran en contacto con el mar y las olas, esto ya merece la pena».

«El año pasado y el anterior, con la pandemia, fueron los veranos que más facturé, había más gente que nunca en el Arenal de Morís. Cuando se difundió que éramos una zona ‘covid free’, vino mucha gente. Además, este último año se ha comprado en Caravia lo que no se vendía en siglos (casas y fincas), ha sido un furor… El 90 por ciento de las compras son de gente de fuera que lo tiene de segunda vivienda. Viene 15 días y alquila el resto de agosto, con eso paga la letra. Es un poco especulación, no hacer pueblo».

«El turismo, sobre todo desde que llegó la autovía, está repercutiendo positivamente en el plano económico en Caravia, pero no sé hasta qué punto el ritmo de construcción que ahora estamos viendo puede ser sostenible. Bajando al Arenal de Morís, antes había una arboleda preciosa y ahora hay 23 viviendas proyectadas en esa finca. El que tenga esa sensibilidad pensará: esto se va a la mierda. El que tenga la otra perspectiva pensará que es bueno para la economía del concejo. De todas formas, en Caravia aunque ahora haya este boom, tiene limitaciones: tiene la montaña que limita, la autovía que limita y el mar que limita la expansión de la construcción. Y eso es algo que a mí me agrada. Y saber que hay una Ley de Costas y que se pueda ir manteniendo de esta forma. Y todo esto te lo digo viviendo en parte del turismo».