Cadavedo (Valdés),

Sara ARIAS

Unos contenedores de basura a la puerta de una vivienda que fue cuartel de la Guardia Civil, unas pancartas en señal de protesta que acaban siendo retiradas por la autoridad competente y la constancia en la lucha por algo que cree justo de una mujer de 88 años. Éstos son los ingredientes principales de la «guerra de Pacita», una historia que echó a rodar hace cuatro años en Cadavedo (Valdés) con la colocación de un punto limpio de recogida de basuras junto a la casa de Paz Isidro y de su marido, Ovidio Méndez, y que vivió su último episodio semanas atrás con la visita a la localidad de Vicente Álvarez Areces, presidente del Principado.

Y es que Paz Isidro, Pacita como la conocen en el pueblo, quiso aprovechar una reciente visita del Presidente del Principado a Cadavedo para protestar por los malos olores que tiene que soportar por culpa de un punto limpio instalado en 2006 por Cogersa a la puerta de su casa. «Los cubos están en propiedad privada y por lo menos tienen que estar a tres metros... y mírelos... en la pared de casa los tengo», sostiene. Cansada de elevar quejas al Ayuntamiento -«ya no sé ni cuantos escritos y quejas llevo echados, pero no los quitan, es un asco, sólo conseguí que los soterrasen», dice-, Paz Isidro decidió hacerse oír a golpe de pancarta.

Al enterarse de la visita presidencial, que incluía un recorrido de las autoridades presentes por el pueblo, decidió hacer lo que había hecho en dos ocasiones anteriores: reflejar su situación en una pancarta. «Me ayudaron a escribirla, porque yo no tengo muchos estudios, pero ponía: "Señores Alcaldes y concejales de Medio Ambiente, no respetan los derechos de la casa ni la estética del pueblo. Tanta caciquería ¡no!"». Pero el mensaje no llegó a sus destinatarios. Porque la Policía, alertada, según la versión de Paz Isidro, por «algún vecino», apareció «para hacer fotos de la casa, y al minuto volvieron con la escalera». Pero esta mujer de 88 años, que lleva 60 ocupando la vivienda que en sus tiempos fue cuartel de la Guardia Civil, no se quedó parada. Con tono orgulloso rememora cómo se defendió de los policías que intentaban retirar su pancarta. «Cuando uno subió para retirarla, le di cuatro palos en la cabeza con el listón de la pancarta».

Ante los golpes, el policía bajó de la escalera y le pidió que quitase la pancarta. Pacita Isidro le preguntó: «¿Qué es que no queréis que la vea Areces?». «Entonces me cortaron el cordel que la sujetaba, pero yo quedé con ella cogida y la mantuve en su sitio», relata.

Al menos en esta ocasión Paz Isidro pudo ver quién retiraba su pancarta. En otras dos ocasiones anteriores, no. Fue tiempo después de enterarse por sus vecinos de que iba a tener que aguantar los olores de la basura de todos los visitantes de los alrededores. «Me había operado y me avisaron los vecinos. "Pacita, pusiéronte un basurero en la puerta casa", me dijeron. Fui a hablar con el alcalde de barrio, pero no nos hicieron caso». Entonces comenzó una pelea burocrática convencida de que la razón está de su lado porque el lugar donde se levantan los cubos «es parte de mi casa, lo dice el catastro», proclama.

Entre medias, aún no ha olvidado el día que fueron a cavar el foso para enterrar los cubos: «Creía que me daba un ataque, pensé que me tiraban la casa abajo, pero a Ovidio no lo dejé salir porque se calienta». Su marido, en un segundo plano siempre, asiente con la cabeza. «Es que nadie puede imaginarse lo que molesta el camión que viene a abrir la tapa, ¡qué olores!», coinciden.

Ya que las quejas formales ante el Ayuntamiento de Valdés no surtieron efecto, pasaron a la acción. El balcón del salón y el de la habitación sirvieron de plataforma para sus pancartas reivindicativas. Pacita Isidro se arrebuja con un rebeca lila y explica cómo comenzó la primera batalla de las pancartas. «El año pasado, cuando la fiesta de La Regalina, puse un cartel para cuando pasase el alcalde de Luarca, pero lo que pasó es que misteriosamente me la quitaron por la noche», rememora. El lienzo con la frase «Punto limpio sí, pero no aquí», desapareció. «Así que al día siguiente planté otra que decía: "Quita el punto limpio, no la pancarta"», añade.

La tercera de sus pancartas fue la que tenía como destinatario a Areces. Y puede que sea la última. «Ahora hay una ordenanza municipal, de hace poco, que prohíbe poner carteles en las fachadas», explica. En el fondo, Paz Isidro teme estar siendo víctima de una «vendetta» política. «Todo viene de cuando el alcalde de Luarca quería hacer 600 adosados y tonterías de ésas, y el alcalde de Cadavedo firmó sin preguntar al pueblo, entonces nos movilizamos y no salió adelante. Es una venganza». Pero sobre todo lo que más le duele es que «se burlen» de ella. Así que anuncia que si el tema no avanza «por las buenas» acudirá al Juzgado para tratar de poner fin a su particular guerra con la administración a cambio de lo que entiende justo. Pacita no se rinde.