Las actas con la cronología del levantamiento del general tinetense Rafael del Riego (1785-1823), que tuvo lugar en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el 1 de enero de 1820, se han perdido sin remedio. La culpa la tiene el paso del tiempo y la acción de la humedad, la luz y las bacterias durante décadas de olvido en los archivos del municipio andaluz, hermanado con Tineo, tierra del general que nació en el seno de una familia noble de Tuña.

En vano han sido los esfuerzos realizados durante seis años por los técnicos del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), dependiente de la Junta de Andalucía, para recuperar los valiosos documentos que recogían, entre otros testimonios, el relato hecho por el escribano Juan García Renedo del pronunciamiento que dio origen en España al restablecimiento de la Constitución de 1812 y al Trienio Liberal.

El director del Instituto, Román Fernández-Baca, calificó el pasado miércoles de «lamentable» el estado el que había llegado la documentación hasta los científicos. Lo hizo durante la presentación de la restauración del volumen que recoge las actas capitulares del municipio sevillano entre 1818 y 1828, que tuvo lugar en la sede del IAPH, en la capital andaluza. Al acto también acudió el alcalde de Las Cabezas, Francisco Toajas, que intentó mantener el tono de celebración en la jornada.

Las principales alteraciones que presentaba la obra eran pérdida de legibilidad y de consistencia de los materiales, hasta tal punto que en algunas casos resultaban totalmente irrecuperables. La acción del agua y las condiciones inadecuadas de almacenaje habían provocado daños irreversibles a los documentos originales. Además, los cambios de temperaturas y la incidencia de la luz favorecieron la acción de hongos y bacterias, que aceleraron la degradación de los materiales.

Los investigadores ya habían constatado en los años ochenta el grave deterioro de los papeles. La mayoría estaban tan estropeados que fue prácticamente imposible conservarlos. La historiadora Carmen Campoy señaló que con la pérdida de los documentos relativos a Riego, «lo que hubiera podido ser una auténtica joya para generaciones de historiadores de todo el mundo, se ha visto reducido a un manuscrito de interés local». Otro de los problemas que se encontraron los científicos fue la dificultad de manipular los documentos, ya que por su delicada situación tuvieron que extremarse las medidas de control durante los trabajos.

Para preservar lo que ha quedado se ha ideado un sistema de protección para la conservación permanente de la obra. Se trata de una caja a la medida, fabricada con materiales especiales para que los papeles no se deterioren.

Riego llegó a Las Cabezas de San Juan el 8 de noviembre de 1819 como comandante del batallón de Asturias. Tenía orden de embarcar en Cádiz rumbo a América para participar en las guerras que se libraban contra los ingleses, que darían lugar a la independencia de las colonias americanas.

La salida se retrasó para evitar la propagación de la epidemia de fiebre amarilla por todo el Ejército. Los batallones se repartieron por varias provincias andaluzas. A Riego y a los suyos se les destinó a Las Cabezas, donde se llevó a cabo el primero de los distintos levantamientos militares y manifestaciones populares que concluirían el 10 de marzo con la recuperación de la Constitución de Cádiz, conocida como la Pepa, por haber sido aprobada un 19 de marzo, festividad de San José, tras la jura de este texto constitucional por parte del rey Fernando VII.

El libro de actas capitulares del archivo de Las Cabezas de San Juan forma parte de una colección de 53 volúmenes que atesora documentación histórica de la localidad entre los años 1700 y 1979. Uno de sus mayores atractivos eran los papeles relativos a los acontecimientos que rodearon el levantamiento de Rafael del Riego.

El alzamiento tuvo lugar en el balcón del edificio del escribano Juan García Renedo, frente al Ayuntamiento de Las Cabezas, lo que hizo del funcionario un testigo de excepción. Buena parte de lo que vio, oyó y plasmó en sus escritos ya nunca se conocerá.

Han tenido que pasar casi dos siglos para que la huella asturiana del militar se haya borrado casi por completo. El 7 de noviembre de 1823, Riego, que llegó a ser diputado por Asturias, fue ahorcado en Madrid por orden de Fernando VII. Esta semana murió otra vez.