La docena escasa de habitantes de Dolia, un idílico pueblo de Belmonte de Miranda en pleno Camín Real de la Mesa, llevan todo el fin de semana revolucionados por la inesperada llegada de una osa y sus dos esbardos, avistados por un grupo de cazadores en la madrugada del pasado sábado.

Corsino Menéndez, presidente del Coto de Belmonte, integrante de la partida de rececho que buscaba corzos de buena mañana el sábado en el monte, avisó del hallazgo a la Fundación Oso Pardo, que preside Guillermo Palomero. Desde entonces, los lugareños han echado mano de prismáticos y cámaras para divisar e inmortalizar a los nuevos vecinos, que se pasean por la falda del Pico Cervera-Castiello, a escasos dos kilómetros del pueblo. Soraya García, coordinadora de la patrulla de Somiedo de la Fundación, confirmó que las crías han nacido en el mes de enero y que tanto los oseznos como la madre lucen un excelente aspecto.

Ana Clara López, propietaria del establecimiento de turismo Dolia Rural, contó ayer que la gente está sorprendida porque no es habitual que aparezcan osos en la zona. Ni los más viejos del lugar recuerdan la presencia de estos animales en un área en la que sí abundan los lobos, y últimamente los buitres que acuden a darse el festín con los restos de reses atacadas por los cánidos. Por unos días, el problema ha pasado a segundo término. A Marcelino Fernández, conocido ganadero de la zona, la llegada de los osos casi consigue hacerle olvidar las bajas en el rebaño. «El sábado por la tarde vi con los prismáticos a los osos pasearse por la cara oeste del Cervera y fue una sensación única, sólo los había contemplado en el parque de Cabárceno. Esto es totalmente diferente», señaló. Tanto Marcelino Fernández como Valentín Menéndez, guarda forestal y vecino de Dolia, aseguran que es la primera vez que aparecen osos en el área. «Sí es más habitual en Tablao, otro pueblo próximo, pero no en Dolia». Menéndez, que conoce el área palmo a palmo, «peinaba» ayer por la tarde la zona con sus prismáticos, para detectar a los animales y, de paso, para vigilar la cabaña con colmenas que tiene casi al lado del lugar por donde merodean la osa y sus crías.

Guillermo Palomero aseguró ayer que es probable que un oso macho se pasee por la zona, para intentar fecundar a la hembra. «Los esbardos y ella están en situación de riesgo hasta mediados de julio, cuando disminuye la época de celo, por si se acerca un oso con tentaciones «infanticidas». La familia osera ha sabido elegir «casa», en un lugar plagado de cerezos, encinas y buenos alimentos. Todos los que los han visto refrendan la versión de los técnicos de la Fundación Oso.

«La madre tiene una capa plateada por el lomo, algo poco frecuente en las hembras, y los oseznos son totalmente pardos», señaló Menéndez. Los vecinos recalcan el excelente aspecto de los animales. «Se ve que están muy bien alimentados», indica Amalia Fernández. Su sobrina María, de 10 años, hija de Marcelino, asiente a las afirmaciones de los mayores. «Son preciosos, me encantó verlos», indicó.

El padre matizó que observarlos a medio kilómetro es una cosa, «pero encontrarlos en medio de una caleya no me gustaría», bromea. La fiebre por los osos llegó incluso a los visitantes que ayer pasaban el día en el pueblo. Fue el caso de Sabino Suárez, su esposa Elena Mychalchuk y sus hijos Sabino, Alexánder y Manuel, que jugaban en el parque con un catalejo para intentar ver a los animales. Palomero confirmó ayer la fase expansiva que vive la población osera en el centro de Asturias, en concejos como Belmonte, Proaza, Teverga e incluso Salas y, por supuesto, Somiedo, «Observarlos va a ser un fenómeno cada vez más habitual». En la misma apreciación coincidió ayer Roberto Hartasánchez, presidente del Fondo para la Protección de la Fauna Salvaje (FAPAS). En Asturias están controlados más de 200 osos: Unos 180 en el Occidente y alrededor de 30 en el Oriente.