Pocos recuerdos. Muy pocos quedan ya en la parroquia de San Esteban de Las Morteras, en el concejo de Somiedo, sobre uno de sus personajes más ilustres, el marino en la carrera de Indias y general de la Armada Invencible en el siglo XVI Diego Flórez de Valdés. En Las Morteras está su tumba, donde está enterrado junto a su esposa, María Menéndez de Avilés y Valdés, sobrina del conquistador y Adelantado de La Florida, Pedro Menéndez de Avilés. A escasos metros del templo hay una panera donde don Diego recogía las siembras de los súbditos. Ésos son los dos únicos testigos de la presencia del noble en la parroquia somedana.

Puede que sus restos mortales ya no se encuentren en el sencillo sepulcro de la iglesia parroquial de San Esteban de Las Morteras. «Cuando hicieron la reforma, hace unos años levantaron la tumba y allí no quedaba más que el sitio», afirma Jesús López, vecino de 86 años de Las Morteras. Según recuerda, buscaron restos de don Diego y de su esposa, «querían ver si encontraban algo que lo identificase. Como estuvo en la Armada Invencible miraron si había una espada, pero ni eso toparon».

El nicho de los nobles es de piedra tallada. Tiene a cada lado los escudos de armas de la familia y una losa con una inscripción en la que no se lee casi ni una palabra por el paso del tiempo. «Y hay que saber latín, ¿tú lo sabes?, mira a ver si entiendes algo, pero debe de traer que están ahí enterrados», apunta López.

López narra que lo que se cuenta por Las Morteras es que Diego Flórez de Valdés fue enterrado partido en dos. Cuerpo y cabeza. «Juntos estaban pero separados. Dicen que fue porque se negó a ir a una batalla con el Adelantado y que el otro marchó solo a combatir y ganó. Entonces le preguntaron qué quería, como de premio, y dijo que la cabeza de don Diego, y así, se la cortaron».

Con paso firme, López camina desde la iglesia hacia su hórreo. En madreñas y sin problemas de movilidad a sus 86 años, señala el edificio y comenta: «Aquí era donde don Diego recogía las rentas de la acebera, el trigo, el maíz, la escanda... Era el amo de la parroquia. Ahora es mío».

En la Edad Media y en los siglos posteriores los nobles recaudaban entre el pueblo los frutos del trabajo en el campo, porque, como dice irónicamente López, «tenían poco que comer».

López no descalza las madreñas y se sube al hórreo, que no tiene escaleras, a pulso. Abre la puerta, señala el suelo y explica: «Los hórreos tienen el suelo de madera, ¿no? Mira p'ahí. Es piedra. Yo creo que no hay ninguno más como éste en toda Asturias, ¿por qué? Era listo Don Diego... lo forró con piedra para que la gente no sacara lo que no era de ellos. En realidad, sí era de ellos, porque lo habían trabajado, pero tuvo que poner piedra porque la gente venía y se metía debajo del hórreo, lo furaban y sacaban alimento».

La vida de don Diego Flórez de Valdés no transcurrió cerca del bonito puerto de San Lorenzo, que une Somiedo y Teverga, pero es donde se encuentra su origen y su final. Falleció a lo largo de 1595 y fue enterrado junto a su esposa en la iglesia parroquial de San Esteban de Las Morteras. Ahora, siglos después, lejos de batallas y conquistas, aún lo recuerdan en la zona.

Vagamente.

El navegante que se adelantó al Adelantado de Avilés

Diego Flórez de Valdés es uno de los marinos asturianos más ilustres y aventajados del siglo XVI y, pese a ello, para la mayoría es un desconocido. Los méritos de la fundación de San Agustín de la Florida, de la que este año se cumplen 500 años, se los ha llevado a lo largo de los siglos el Adelantado avilesino Pedro Menéndez, fundador y colonizador del primer asentamiento de occidentales en la actual Norteamérica, la ciudad de San Agustín. Fue un asturiano de tierra adentro, en cambio, el primero en pisar aquellas tierras lejanas.

Flórez de Valdés (Las Morteras, Somiedo, década de 1530) ingresó a los veinte años en la Armada. En 1554 ya navegaba con Pedro Menéndez de Avilés en la escuadra que conducía a Felipe II a Inglaterra para su casamiento con María Tudor. Participó después en la conquista de La Florida y fue el primer capitán en saltar a tierra. «Flórez Valdés desembarcó el primero en La Florida con setenta arcabuceros el día de San Agustín de 1565, al quinto de haber descubierto tierra y a pesar de la oposición que encontró en los indios», recoge la publicación «Noticias biográficas-genealógicas de Pedro Menéndez de Avilés». Como premio, Felipe II le concedió la merced de la Orden de Santiago en 1566. Ese mismo año contrajo matrimonio con María Catalina Menéndez de Avilés, sobrina del Adelantado, que le dio cuatro hijas: Isabel, Francisca, Mariana y Marquesa.

Como general de la Armada de Indias, en 1581 acompañó a Pedro Sarmiento de Gamboa en la expedición encargada de asegurar el paso de Magallanes y establecer fortificaciones para contener a los ingleses. La expedición resultó un fracaso por los fuertes temporales y por las desavenencias con Sarmiento; tanto que de vuelta a España fue sometido a un duro juicio. Salió absuelto, y el monarca recompensó sus servicios con la encomienda y al alferezazgo mayor de la Orden de Santiago.

El navegante somedano estuvo al frente de la escuadra de Castilla en la jornada de Inglaterra, en la que también hizo de consejero en asuntos navales del duque de Medina, que le atribuyó el fracaso de la operación. Llegó a estar encarcelado en el castillo de Burgos, pero el monarca ordenó su puesta en libertad. Falleció en 1595.