La radiografía que hace el borrador del plan regional de ciencia sobre la situación tecnológica de las empresas asturianas es demoledora. El punto tres del documento, bajo el epígrafe «Diagnóstico estratégico», señala que «durante el período 2008-2011 se ha frenado la tendencia de convergencia con la media nacional que se había producido entre 2005 y 2008». Y añade que el Principado ocupa el decimotercer puesto entre las 17 comunidades autónomas con respecto al gasto que hace el sector privado en I+D+i en relación a su cifra de negocio. Estas partidas han pasado de 344 a 164 millones de euros desde que comenzó la crisis, lo que representa un 52 por ciento menos, la tercera mayor caída en España, sólo por detrás de Extremadura (64 por ciento) y Canarias (60 por ciento).

El informe, adelantado por LA NUEVA ESPAÑA, señala específicamente la urgencia de «aumentar el protagonismo empresarial en el esfuerzo de I+D+i regional». Según explica, esta actividad «está demasiado centrada en la investigación básica en términos generales (debido al gran peso de la Universidad) y con escasa proyección exterior». Además, sostiene que «los patrones de innovación de las pymes y las grandes compañías son diferentes a los de sus homólogas españolas», debido a la falta de políticas unitarias. Todo esto habría provocado que Asturias se sitúe a la cola en gasto tecnológico, pero también en otros parámetros importantes, como confirman la decimoprimera posición que ocupa en solicitud de patentes nacionales por millón de habitantes y PIB per cápita o el mediocre décimo puesto en porcentaje de compañías que apuestan por la tecnología.

Unos datos más negativos aún si se tiene en cuenta que el Principado ocupa el decimoprimer puesto en gasto en I+D+i en términos absolutos (suma de los sectores público y privado). Es decir, las administraciones tiran más del carro de la innovación que las empresas. Y, lejos de mejorar, los números han empeorado de forma drástica desde que comenzó la crisis económica, de manera mucho más intensa que en el conjunto de España, donde el retroceso tecnológico ha sido del 26 por ciento, justo la mitad que en el caso asturiano.

Esta evolución decreciente del gasto en innovación es común a todas las regiones, a excepción de Navarra, que ha conseguido un incremento del 10 por ciento desde 2008. Aunque en casi ninguna se produce un efecto tan devastador como en el Principado. En Cataluña, por ejemplo, el retroceso ha sido del 10 por ciento, mientras que Andalucía o el País Vasco han bajado un 12 y un 14 por ciento, respectivamente. En la media se sitúan Madrid y Castilla-La Mancha, con un 30 por ciento menos. Las autonomías vecinas también empeoran, aunque menos: Castilla y León, un 36 por ciento; Cantabria, un 37, y Galicia, un 45.

Este desplome de la inversión empresarial en innovación refuerza la posición dominante de la Universidad de Oviedo en el contexto científico regional. Y, como consecuencia, concede a la investigación básica un peso mucho mayor que en otras regiones. El borrador señala que «el 38 por ciento del gasto en I+D+i está relacionado con esta actividad, un porcentaje muy superior al de otros países a la vanguardia tecnológica mundial, como Estados Unidos (32 por ciento), Israel (15 por ciento) o Japón (12 por ciento), y también a las ratios de España (23 por ciento)». Por contra, la investigación aplicada se mueve en términos mucho menores.

El documento también realiza un exhaustivo análisis de la situación de I+D en la Universidad, que sale bien parada en algunos apartados. «Asturias presenta unas ratios de producción científica por encima del esfuerzo global en I+D+i, lo que habla a favor del potencial de la institución académica como principal agente científico», subraya. «Ha sido capaz de generar cerca de 2.300 publicaciones indexadas, el tres por ciento del total de documentos publicados en España, situándose en el noveno puesto por autonomías». Por contra, censura el elevado peso de la investigación básica y unos modestos niveles de productividad, en comparación a las universidades más fuertes.