Marcadores luminiscentes que pueden revelar la presencia de células cancerígenas, fibra óptica con luz de diferentes colores que sirve para activar y desactivar neuronas, nanohilos de plata más finos que un pelo que actúan contra virus y bacterias, o grafeno para detectar con mayor rapidez las enfermedades a través de un análisis de sangre u orina. Éstos son algunos de los materiales y sus posibles aplicaciones en el campo de la salud que desarrolla el equipo del área de energía del Instituto Tecnológico de los Materiales de Asturias (ITMA), de Avilés. Este grupo integrado por nueve investigadores con formación en química, física, bioquímica e ingeniería industrial y cuyo trabajo gira en torno al ámbito fotovoltaico ha desarrollado una serie de materiales cuya aplicación alcanza el campo de la salud.

Si bien no pertenecen al sector sanitario y tampoco desean ocupar un espacio que no les corresponde, como resalta David Gómez, responsable del área, estos investigadores han metido sin buscarlo un pie en el terreno de la salud a través de los nanomateriales con los que están tan familiarizados; es decir, materiales de un tamaño tan diminuto que el ojo humano no alcanza a ver, como el grafeno, el nanotubo o el nanohilo, este último de un grosor de 50 nanómetros y una longitud de 50 micras. A partir de ahora, con el objetivo de aprovechar las perspectivas que presentan estos productos y de que traspasen la frontera del laboratorio y se adentren en la realidad hospitalaria, la previsión es crear sinergias.

Además de con los nanomateriales, los científicos del ITMA trabajan con materiales luminiscentes para captar la luz del sol; pero, además, tienen otra utilización: facilitan la detección y diagnóstico de estadios iniciales de una enfermedad, permitiendo, así, combatirla con mayor premura y ahorrar sufrimiento al paciente. Para ello «se introducen en el cuerpo puntos cuánticos (materiales orgánicos basados en el carbono). Si el organismo está sano se eliminan por la orina; por el contrario, si hay un cáncer, se adhieren a las células y cuando se iluminan brillan», explican Amador Menéndez y Ana Belén García, doctores en Química. Igualmente, estos materiales luminiscentes pueden contribuir a desvelar un poco más el misterioso mundo del cerebro, del que no se sabe la función que tiene cada grupo de neuronas. De averiguarlo, la fibra óptica podría estimularlas. «Es como una llave, ya que mediante un rayo de luz se activarían o desactivarían según la necesidad, para, así, tratar enfermedades provocadas por daños neuronales», comentan Amador Menéndez y Nuria Campos. Esta joven licenciada en Física también centra sus estudios en los nanotubos y el grafeno, que el equipo utiliza para aplicaciones en electrónica y comunicaciones. «Pero en salud, el uso más inmediato, con resultados muy prometedores, son los sensores electroquímicos, que permiten detectar hormonas en la sangre».

Por su parte, Mari Fe Menéndez y Luis Andrés, licenciada en Física y doctor en Ingeniería Química, respectivamente, están volcados en los nanohilos de plata, material que puesto sobre una célula fotovoltaica absorbe la luz. La utilidad sanitaria está vinculada con las bacterias, ya que las combate. Por ello el objetivo sería fabricar apósitos y textiles con recubrimiento de nanohilos para prevenir infecciones.