Luis Cernuda, el poeta del que este mes se cumplen 50 años de su muerte, escribió un "Diario íntimo" entre los años 1933 y 1934, que permanece inédito. El 5 de octubre de 1934 anotó en sus páginas: "Huelga general. Gobierno Lerroux-Ceda. Me enteré ayer por la tarde en casa de Concha Albornoz (?). Ni metro, ni tranvía, ni taxis; algunos coches mal conducidos. Atravesé Madrid dos veces; por la mañana tenía aire de fiesta. Pero esta tarde ya era más grave el aspecto. Calles apenas alumbradas; gente escasa; motos con guardias, carabina empuñada.

Tal vez esta noche haya algo (?).

Huelga, huelga. Pocas veces he tenido un disgusto, una preocupación colectiva como anoche. Qué asco, qué vergüenza que haya podido llegar a formarse semejante engendro de Gobierno".

El engendro de Gobierno que causaba asco al poeta Luis Cernuda era el formado en la tarde del 4 de octubre de 1934 por Alejandro Lerroux, con la participación de tres ministros de la CEDA.

La CEDA estaba presidida por el abogado salmantino José María Gil Robles y había obtenido 115 diputados en las elecciones de noviembre de 1933, siendo la minoría mayoritaria. Su posición política, abiertamente antirrepublicana, hizo que fuera el Partido Republicano Radical, que presidía Alejandro Lerroux, que había obtenido 104 escaños, el encargado de formar gobierno. La rectificación de la legislación reformista del primer bienio republicano (1931-1933) fue la línea directriz de la acción de gobierno de los radicales, apoyados en el Parlamento por la CEDA.

En septiembre de 1934, Gil Robles expuso a Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, el deseo de su partido de entrar en el Gobierno, y al reanudar las Cortes sus sesiones el 1 de octubre de 1934 retiró la confianza al jefe del Gobierno, el republicano radical Ricardo Samper. La crisis se resolvió el 4 de octubre tal y como imponían los cedistas, y aceptaron los radicales, con la inclusión de tres ministros de la CEDA en el nuevo gabinete, que presidiría Lerroux.

La presencia de la CEDA en el Gobierno fue considerada unánimemente una provocación por todos los partidos republicanos y de izquierdas, y en la misma noche del 4 de octubre de 1934 se hizo un llamamiento a la huelga general. En Madrid y otros lugares, se inició un paro que duró unos días. En Barcelona, Lluis Companys, presidente de la Generalitat, proclamó el 6 de octubre el Estado Catalán de la República Federal Española. En la madrugada del día siguiente, las fuerzas militares que sitiaban los edificios de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona abrieron fuego contra ellos. Poco después, Companys telefoneaba al general Batet, capitán general de Cataluña, y solicitaba el alto el fuego, ofreciendo la rendición.

En Asturias, los revolucionarios asaltaron los cuartelillos de la Guardia Civil y se dirigieron hacia Oviedo. La guarnición militar de la capital se refugió en el cuartel de Pelayo (actual campus de Humanidades) y algunos otros puntos, permitiendo a los revolucionarios controlar la ciudad. Enterados del fracaso del movimiento en el resto de España, los revolucionarios asturianos decidieron seguir adelante. Después de dos semanas y tras un despliegue militar sin precedentes, la revolución asturiana fue sofocada con un trágico saldo de muertes, heridos y prisioneros. El saber popular resumió lo ocurrido en octubre el siguiente menú: "lengua a la catalana, gallina a la madrileña y huevos a la asturiana".

El año de 1935 estuvo marcado por la represión contra los revolucionarios de octubre y las campañas por el indulto a los condenados a muerte, que generaron divisiones entre el bloque gobernante. A la tensión política y social, se unieron los escándalos que salpicaron a miembros del Gobierno, como el del "estraperlo" (nombre compuesto de los empresarios Straus y Perlowitz, que introdujeron en los casinos españoles una ruleta fraudulenta), en el que estaba implicado el mismo Lerroux, o el escándalo Nombela, que afectó a otros políticos radicales. En esas circunstancias, el presidente Alcalá Zamora disolvió las Cortes el 7 de enero de 1936 y convocó elecciones para febrero.

Apenas cuatro meses después de la victoria del Frente Popular en las elecciones de 16 de febrero, los derrotados promovieron una sublevación militar que dio inicio a una guerra civil a partir del 18 de julio de 1936.

Luis Cernuda, gran amigo de Concha de Albornoz, hija del que fuera ministro de Justicia en el primer bienio republicano, el luarqués Álvaro de Albornoz, marchó con ambos a París, el 27 de julio de 1936, a trabajar en la secretaría de la Embajada de la República española en la capital francesa, de la que el político asturiano fue nombrado embajador. Sólo dos meses permaneció el poeta en Francia, al cabo de los cuales regresó a Madrid, de donde pasó a Valencia, donde colaboró en la revista "Hora de España". En su número X, publicado en octubre de 1937, aparece publicado su relato titulado "En la costa de Santiniebla", que rememora su estancia en Castropol dos años antes, colaborando con las Misiones Pedagógicas. En ese relato se incluye el siguiente párrafo: "Sólo unos pocos, sin armas ni medios de conseguirlas, a cientos de kilómetros de los amigos que luchaban por ellos y por nosotros allá abajo, ¿qué podíamos hacer? Quería uno gritar para sacar a la luz con su voz todo aquello que le corroía por dentro". Esta frase, puesta por Cernuda en boca de un marinero al que encuentra al borde de la ría y que habla al poeta de "cuando la última guerra civil en Santiniebla", resume el sentimiento que muchos tuvieron en Valencia y otros lugares de la España republicana ante la ofensiva franquista sobre Asturias y su soledad y aislamiento. "Luchar con ellos en esas condiciones era imposible. Tenían refuerzos y nosotros cada día éramos menos", es otra de las frases que Cernuda pone en boca del marinero de Santiniebla y que expresa el dolor e impotencia de toda Asturias en aquel momento.

El 1 de septiembre de 1937 había comenzado la gran ofensiva franquista sobre Asturias, único territorio republicano en el Norte, totalmente aislado del resto y bloqueado por mar, por donde cada vez era más difícil introducir armas y alimentos. Desde Asturias se sucedían las llamadas de socorro y las peticiones de armas. El presidente Azaña anota en sus "Diarios de guerra", el 16 de septiembre de 1937: "Entre los partes oficiales que recibo hoy, figura uno de Asturias, pidiendo un refuerzo de 10.000 hombres y municiones. Tendrán que entregarse, porque se les acaban. Califica de criminal el abandono en que se les deja. ¿Qué querrán del Gobierno? Es tarde para todo". Unos días antes, el 13 de septiembre, se habían celebrado en Valencia unos actos de solidaridad con el Norte, en los que se ofreció un apoyo simbólico a los asturianos y a los otros refugiados de la cornisa cantábrica que se acumulaban en su territorio.

El 5 de noviembre se cumplieron 50 años de la muerte de Luis Cernuda en Coyoacán (México), en la casa de Concha Méndez, primera esposa del poeta malagueño Manuel Altolaguirre, que fue el primer editor de su obra. Concha de Albornoz, su amiga asturiana, dirigió una carta a María Zambrano, contando la impresión que le produjo la noticia de su muerte. "Me he quedado como sorda desde que lo sé. Era un gran solitario. Creo que su sensitividad no le permitía tener muchos amigos. A su entierro, según me escribe mi madre, fueron veinte personas; cuatro de ellos de mi familia. No puedo hacer comentarios sobre lo ocurrido. Estoy no sólo sorda, sino también como sin palabras. No puedo creer que Luis ha desaparecido".

Rosa Chacel, la propia María Zambrano, María Teresa León, Nieves Madariaga y, por supuesto, Concha Méndez fueron las mejores amigas de Luis Cernuda, un gran solitario, que en palabras del poeta y escritor mexicano José Emilio Pacheco, premio "Cervantes" 2011: "Vivió en una arisca soledad, cercada de rencor por todas partes: legítima defensa de un ser vulnerable en extremo, de un caído en el infierno que acepta el mal y, al expresarlo, lo conjura".