Oviedo, María José IGLESIAS

El veterinario segoviano Miguel Ángel Higuera, director de la Asociación Nacional de Productores de Ganado Porcino, (Anprogapor), defiende las nuevas directrices de la UE sobre castración de cerdos y destaca la voluntad del sector de criadores de porcino de aumentar el bienestar animal y la calidad en las producciones.

-¿Qué novedades conllevan las directrices europeas sobre castración?

-Las nuevas directrices sobre castración, además de cumplir la normativa relativa a la protección de los cerdos, pretenden ir más allá, sin necesidad de legislar. Es la primera vez en la Unión Europea (UE) que una evolución normativa se afronta de forma voluntaria por los sectores afectados. La normativa comunitaria permite que los lechones machos puedan castrarse sin anestesia ni analgesia por un profesional cualificado si los animales tienen menos de siete días. En el caso de ser mayores de siete días hay que aplicar anestesia y analgesia prolongada, bajo la supervisión de un veterinario. En este caso, los productores de porcino, con el objetivo de mejorar la calidad y el bienestar de los animales, han decidido, sin mediar obligación alguna, que hay que frenar la castración sin anestesia ni analgesia en la UE.

-¿Cuáles serán las consecuencias del cese voluntario de la castración a partir de 2018 en la producción de jamón?

-El bienestar animal se incrementará por encima de muchos de nuestros competidores de países terceros, con el beneficio paralelo para el consumidor, que cada vez está más preocupado por las condiciones de cría de los animales. Para un producto tan español como el jamón, es de vital importancia mantener un nivel de calidad fuera de toda duda. Para que una producción tradicional pueda satisfacer a todos los consumidores, incluidos aquellos que se preocupan en mayor medida por el bienestar animal, existen alternativas a la castración quirúrgica. Una de ellas es la inhibición de la producción de los compuestos responsables del olor sexual, es decir, realizar un bloqueo selectivo de la función testicular sin tener que efectuar la nada agradable práctica de castrar a un lechón.

-La UE ha puesto sobre la mesa varias alternativas. ¿Son suficientes para salvar las reticencias de algunos?

-Para el productor, cuantas más alternativas haya, mejor. El objetivo es poder elegir la que mejor se adapte a las condiciones de producción. Una de ellas es el empleo de anestesia. Produce una sedación profunda del lechón. El problema es que los productos anestésicos sólo pueden ser empleados por un veterinario, no por el productor, y hay riesgo de sobredosificación y muerte, con lo que el coste económico lo hace casi inviable. La analgesia es más fácil que la anestesia y puede ser empleada directamente por el productor. El problema reside en la capacidad de inhibir el dolor del animal tanto en el momento de la castración como en los minutos posteriores e, igualmente, es caro. Otra posibilidad es criar machos enteros, no dejándole que desarrolle olor sexual. Esta práctica, pese a estar muy extendida, no es de aplicación general, ya que hay productos que necesitan un cierto contenido en grasa como los jamones, paletas, embutidos? que no pueden hacerse con machos enteros. También está la inmunocastración, mediante el bloqueo selectivo y específico de los compuestos responsables del olor sexual. Así pueden producir animales de mayor edad y, por lo tanto, con más grasa, sin problemas de aparición de olores extraños. La ventaja para el ganadero es que se mejoran los índices de producción, con respecto a los del macho castrado, consiguiendo una reducción en los costes. Otras alternativas en estudio son la selección genética para eliminar el olor sexual o la selección de semen para producir sólo hembras. Ambas alternativas no se pueden tener en cuenta ni a corto ni a medio plazo.

-La vacuna contra el olor sexual parece ser la alternativa con más posibilidades?

-Una de las alternativas a la castración quirúrgica es vacunar a los cerdos para que así se "defiendan" y no produzcan los compuestos orgánicos responsables del olor sexual. Anteriormente, sólo había una posibilidad para que la testosterona no se transformara en androsterona (que provoca ese característico olor a verraco) que era cortar el ciclo amputando el testículo. Actualmente, y gracias al desarrollo del conocimiento, ya no hace falta castrar al animal y es suficiente con que al testículo no le llegue la orden de producir testosterona mediante el bloqueo de los emisores a través de la vacunación.

-¿La eficacia está suficientemente contrastada?

-Esta vacuna está aprobada en 65 países de todo el mundo con un bagaje de más de siete años en el mercado, con millones de cerdos vacunados que se han integrado en el comercio internacional como animales libres de olor sexual, sin ninguna diferenciación organoléptica con respecto a los machos castrados, pero con un mayor bienestar.

-¿Cómo está afectando el veto ruso al sector porcino español?

-A priori, el veto ruso no tuvo una fuerte repercusión en España ya que, anteriormente al veto, ningún país de la UE podía exportar a Rusia por culpa de un brote de peste porcina africana (PPA) en Lituania. Eso hizo que la UE tuviera que reorientar los destinos de la exportación. El gran problema del veto ruso ha sido que Rusia también ha prohibido las importaciones provenientes de Estados Unidos y Canadá (dos de los grandes exportadores), lo que ha hecho necesario que estos países posicionen sus excedentes, que antes enviaban a Rusia, a los mercados que estaba cubriendo la UE. Esta fuerte competencia en mercados terceros y la imposibilidad de vender grasas más allá de Rusia han tenido un efecto muy negativo en el mercado de carne de porcino produciendo unas pérdidas cifradas en un 15 por ciento.

-¿Es factible buscar nuevos mercados como aconseja el Gobierno?

-Es muy difícil porque la UE cubre la práctica totalidad de los mercados, y en los que no estamos son aquellos cuyos costes están por debajo de los nuestros, con lo que, aunque pudiéramos venderles productos del porcino, no se materializaría porque serían más caros que los suyos propios. Lo que consideramos es que hay que posicionarse mejor en los países a los que actualmente exportamos e incrementar no solo el volumen, sino también los importes.

-¿Las compensaciones europeas son suficientes?

-Son inexistentes. La Unión Europea como siempre se ha olvidado del sector ganadero más importante.

-El jamón es una especie de tesoro nacional. ¿Existen planes de expansión para vender en más países?

-Sí, el jamón es uno de los productos que más nos interesa potenciar tanto en los otros países de la UE como en terceros países. La ventaja de trabajar con el jamón no es sólo que es un producto noble por la calidad y satisfacción que produce en el cliente, sino que además es un motor de la industria cárnica, puesto que es un producto elaborado, y por ende es un motor de la ganadería. Actualmente, se están llevando a cabo campañas específicas por la Fundación del Jamón Serrano. El objetivo es conquistar los mercados en los que se ha instalado el Jamón de Parma.

-En Asturias no hay dehesas, pero sí una raza de cerdo autóctona (el gochu celta) y tradición de elaboración de jamones en el suroccidente. ¿El sector tiene futuro o estima difícil competir con otras zonas de España?

-La tradición en el consumo de productos del cerdo es lo que puede hacer y va a hacer que el sector tenga viabilidad. Cada vez se están desarrollando nuevos y variados nichos de mercado donde el consumidor es el que decide qué tipo de alimento quiere consumir. Proliferan de forma muy exitosa los productos relacionados con una región y una forma tradicional de elaboración. El porcino vuelve a ser un gran beneficiado, porque en cada punto de nuestra geografía hay un producto o un plato realizado con porcino del que todos se sienten orgullosos.

-¿Ve factible recuperar los niveles de consumo anteriores a la crisis?

-Aún se nota el impacto porque la crisis está siendo muy dura y muy larga. Desafortunadamente para los sectores ganaderos, la crisis financiera ha venido acompañada por una crisis en las materias primas, lo que ha hecho incrementar de forma llamativa los costes de producción, por lo que a la larga los productos se han encarecido más de lo deseado por el consumidor. Dentro de esta espiral negativa de menos ingresos, menos consumo, más costes de producción, precio más caro y, por lo tanto, freno en el consumo, la carne de cerdo es una de las que mejor se ha mantenido por dos razones: la fantástica relación calidad/precio y la gran variedad de presentaciones que han hecho posible diversificar la cesta de la compra con productos del cerdo.