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Villa, el prisionero de La Florida

El sindicalista, aislado en su piso de Oviedo, llamó a miembros del SOMA al saber que le investigaban por cobros indebidos "Pero ¿en qué lío me metisteis?", les increpó

Fernández Villa, durante las movilizaciones mineras de 2012. MIKI LÓPEZ

Diez meses después de que estallase el escándalo de los 1,4 millones de euros aflorados por José Ángel Fernández Villa en la amnistía fiscal de 2012, el otrora poderoso líder del SOMA-UGT vive una auténtica cárcel en su piso de la calle Pravia del ovetense barrio de La Florida, una vivienda de la que apenas sale, ni siquiera al balcón, como comprobó LA NUEVA ESPAÑA en los últimos días. Los vecinos del mismo edificio ya dudan incluso de que Villa viva allí, tal es la reclusión que se ha autoimpuesto el exlíder minero. Sale del edificio por el garaje o a horas intempestivas, por la noche, cuando nadie puede verlo. Ha convertido su casa en un búnker al que sólo acceden contadas personas. Por supuesto, su mujer, que reside en la vivienda, sus hijos y algunos de sus colaboradores más fieles, como el expresidente del Montepío de la Minería José Antonio Postigo, cuya regularización fiscal también está bajo el foco. La Fiscalía Anticorrupción continúa con la investigación para aclarar el origen de la fortuna de Villa, que ha descolocado al socialismo asturiano.

Pese a su aislamiento, Villa rompió el círculo de silencio que le rodea el pasado mes de junio, cuando se supo que el SOMA iba a reclamarle 243.000 euros de dietas y kilometrajes correspondientes a delegados sindicales por las reuniones del comité intercentros de Hunosa, que "supuesta y sorprendentemente" el sindicalista se habría embolsado. Fue entonces cuando Villa descolgó el teléfono y se puso en contacto con miembros de confianza del sindicato, no sus dirigentes actuales, para pedirles explicaciones. "Pero ¿en qué lío me metisteis? ¿En qué lío me metisteis?", escucharon decir a Villa, que meses atrás alegó un "síndrome confusional" para no comparecer públicamente en la Junta durante la comisión de investigación de su fortuna oculta. Tras estas llamadas, rebrotan las dudas sobre el estado mental de quien fuera hombre fuerte del socialismo asturiano. Su exlugarteniente en el SOMA Laudelino Campelo aseguró en la comisión parlamentaria que Villa siempre fue "muy propenso a exagerar su mala salud" y que desconfiaba de su supuesta "pérdida de memoria".

La familia de Villa sigue haciendo "vida normal", según aseguran vecinos y comerciantes de la calle, con vistas al nuevo Tartiere. "La mujer sale a eso del mediodía a hacer la compra o coger el periódico. Se la ve normal, tan contenta como siempre. La hija ya no vive en el piso, pero viene de vez en cuando, como el hijo. A él no se le ve nada", aseguró la dependienta de un comercio. Otra afirma que vio a Villa, hace mes y medio, paseando solo por la calle. "Se ve que está mal, pero caminaba por su propio pie", afirmó. El sindicalista iba a cara descubierta, no como cuando estalló el escándalo. Entonces lo vieron con gafas oscuras y una gorra negra. "Alguna vez viene un taxi a cogerle enfrente del portal. Ya no se le ve tomar café en el bar de debajo de su casa, donde estaba a menudo. Es como si ya no viviese aquí. ¿No estará pasando el verano fuera de Oviedo? Yo lo haría, me marcharía. Pero no me meto en la vida de los demás, bastante tengo con la mía", dijo un vecino de portal.

La presencia de un geriátrico enfrente de la casa de Villa hace que la zona sea un hervidero de personas mayores, sobre todo los fines de semana, cuando reciben las visitas. Un antiguo minero de setenta y tantos, que vivió la época dura de los pozos, no se cortó en opinar, sentado en un banco frente a la casa del exdirigente: "¡En la cárcel tenía que estar!". A poca distancia de la vivienda, un muro acoge desde hace meses una pintada que ataca a Villa de forma inmisericorde: "Qué bien se vive chapando pozos, fartón".

Antes salía a la terraza, según los vecinos. Ahora ni eso. Evita tanto que le vean que hace unas semanas, la pasada primavera, llegó a un acuerdo con un dentista para que le tratase por la noche en su consulta.

Las contadas personas que han podido verle en su casa aseguran que le encontraron en silla de ruedas y que se quejó de sus dolencias, algo que, por otra parte, ya era habitual y característico en la época en que el veterano sindicalista se mantenía en activo. Tras estallar el escándalo, son muy pocos los que han logrado verle. Todas las amarras que le vinculaban al socialismo quedaron cortadas.

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