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RAFAEL SOMONTE | Enólogo y bodeguero

"De niño no podía ir a la piscina hasta que acababa de ayudar a embotellar el vino de las fiestas"

"Iba a ser enólogo de sidra, pero me enamoré del vino, y la crisis hizo más inteligente vender nuestras manzanas"

Rafael Somonte, en Oviedo. LUISMA MURIAS

-Me presento al grado Master of Wine, lo más premium en conocimientos y exigencia en vino.

-¿Londres enseña de vino?

-Sí. Los países no productores son muy buenos comprando y distinguiendo calidades, regiones, procedencias. De viticultura, elaboración y manejo de vinos sé bastante. Voy a aprender más de marketing y mercados internacionales: cuánto cuesta un impuesto para llevar un container de vino a cualquier parte, de promoción, de la cadena de logística. No hay clases, aprendes lo que creas conveniente. Me examino el 6 de junio.

-¿Hay nervios?

-Trato de paliarlos con trabajo, pero la incertidumbre inquieta.

El enólogo Rafael Somonte nació en Valdesoto (Siero) hace 33 años. Su abuelo, Secundino Somonte, empezó a comercializar vinos en 1956 para la cuenca minera del Nalón. Es socio de Vinos Somonte con su abuela Alicia; su padre, Secundino, y su tío Antonio; es el enólogo jefe del grupo Bodegas Dominio de Tares (Bierzo, Rías Baixas y León) y tiene con su hermano pequeño -Mario, arquitecto e ingeniero de caminos- Bodega Somonte, que elabora artesanalmente producciones limitadas de la variedad histórica de uva prieto picudo.

-¡Cómo llama a uno de sus vinos Perrito Travieso!

-Mi abuelo Secundino me llamaba así. Yo jugaba al escondite entre depósitos de vino. Siempre me sentí cómodo en la bodega. Me acuerdo de no poder ir a la piscina en verano hasta que acababa de ayudar a embotellar. Manejaba vinos, trasegaba, controlaba la etiquetadora, lavaba las botellas... Antes del verano había que preparar el vino para los bollos de las fiestas de prao.

-El vino es milenario pero cambió mucho en poco tiempo.

-He visto los cambios de los últimos 15 años en la tecnificación de las bodegas y la elaboración de vinos más nítidos en nariz y agradables en boca, no tan rústicos, tánicos y astringentes.

-¿Hacían vino de polvos?

-El vino de polvos nunca existió. Mi abuelo embotellaba vino a granel de Madrid, León, Zamora y Castilla-La Mancha que repartía con un carro, un caballo y en pellejos. Era lo que había entonces.

-No le habría gustado beberlo, se lo aseguro.

-Por comparar, sí.

Rafael Somonte estudió en Valdesoto y en el colegio y el instituto de Pola de Siero. No era malo pero esperaba a los exámenes. Las letras le resultaban áridas y prefería química y biología.

-Usted es tercera generación de vino pero primer enólogo.

-Hice Ingeniería Técnica Agrícola en la Universidad de León y Enología en Valladolid. Los conocimientos de casa me dieron ventaja entre mis compañeros. Por los contactos de mi padre hice prácticas mientras estudiaba. En primero, en una bodega de La Rioja. En segundo, en El Gaitero. Pensaba ser enólogo de sidra. Habíamos plantado pumares para hacer sidra de alta calidad, pero...

-¿Qué pasó?

-Dos cosas, me enamoré del vino y empezó la crisis, que hacía más inteligente vender la manzana que competir en sidra.

-¿Bebía vino de joven?

-El tinto que me ponían en la sopa los abuelos.

-El vino le llevó a Nueva Zelanda.

-Mundo Collada, enólogo de El Gaitero y buena persona, era muy amigo de Benjamín Romeo, uno de los que salían en las revistas. Le pedí una estancia en su bodega y me dijo "sobre la marcha, pero si eres un vago te devuelvo a Asturias en papel de regalo". Pasé las campañas de 2007 y 2008 en Bodega Contador. En las revistas veía que hablaban de vinos de Australia. Le pedí un contacto a Benjamín para trabajar allí y mejorar el inglés. Australia tiene un clima más cálido y vendimian antes, así que íbamos apurados. Mi contacto conocía más gente en Nueva Zelanda y me mandó a una muy buena bodega de Hawksbay, en Isla Norte.

-¿Cómo le fue?

-La vida es muy amigable, isleña, de si hay un problema abrir una cerveza y decir "mañana se solucionará". Tienen muy buen paisaje y son campechanos, pero yo pensaba en la familia.

-¿Ya tenía novia?

-Sí, Verónica, de Pola de Siero, hoy mi mujer. Fuimos juntos a Nueva Zelanda en la primera estancia, tres meses. La segunda, fue un año en la Isla Sur, región de Otago, llevando una bodega. Verónica iba y venía. Tenía que atender su trabajo en la artesanía del cuero y su enseñanza. Nos casamos hace un año. No tenemos hijos pero nos gustaría.

Tiene un apartamento en Ponferrada, desde donde viaja muchos días acompañando a los directores de exportación y de venta nacional porque los clientes piden información muy exigente y quieren conocer al que hace el vino. Vuelve a Valdesoto los fines de semana por las abuelas y por su mujer, que va y viene.

-Las abuelas son importantes en su vida.

-Mis padres eran muy jóvenes cuando nací. Mi madre, Sabi, tenía invernaderos de claveles y crecí más con mis abuelos que con ellos. Las abuelas Alicia y Gerardita aún me preparan cocido y fabada que llevo en "tupper" a Ponferrada.

-¿Su negocio de hacer vino con variedades poco conocidas puede crecer?

-Sí, a medida que se conocen más. La uva prieto picudo me permite competir mejor fuera porque la tenemos pocos y nos diferencia. Ahora hago blanco con uva godello, sólo española.

-¿Siempre vende fuera?

-En España hay cierto prejuicio cuando dices que haces vino en Asturias. Fuera es vino español.

-¿Está forrado?

-No, pero no me quejo. Mi bodega me permite dos cosas muy buenas, estar en contacto con las artes y oficio que sé desde niño y hacer pruebas en dimensiones pequeñas. Acierto un 20 por ciento y lo aprovecho como enólogo jefe.

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