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Una simple multa salda la deuda por dejar a alguien en silla de ruedas

Los dos conductores que provocaron las graves heridas a María Manzaneque jamás la llamaron para conocer su estado

A los asturianos María Manzaneque y Eduardo Llano la vida les cambió en una carretera. Son dos de los cientos de víctimas de accidentes de tráfico que engordan las estadísticas de la siniestrabilidad vial.

Hoy es el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico y ellos, personas comprometidas con el problema social a raíz de sufrir sus problemas propios, cuentan sus casos.

"La vida me cambió porque una persona decidió conscientemente hacer algo mal", asegura Eduardo Llano Martínez, presidente de Aspaym, una asociación que agrupa a 800 grandes paralíticos y lesionados medulares. En su caso, la infracción que le llevó a una silla de ruedas de por vida fue que un conductor se saltase un semáforo en rojo, en el cruce del Parque de los Patos de Oviedo. Llano era entonces un joven de 19 años, 1,92 de altura, deportista, que se pagaba los estudios repartiendo pizzas. El coche alcanzó de pleno su precaria moto. Rompió la base del cráneo, rompió varias vértebras, tuvo un derrame cerebral, pudo haber quedado como un vegetal. No despertó hasta 27 días después, casi un mes en el que estuvo a punto de morir. O en el que realmente murió para regresar a la vida como otra persona muy diferente. Porque al abrir los ojos, su padre y los médicos le comunicaron que tenía una lesión medular y que lo más seguro es que pasase el resto de su vida en una silla de ruedas. El vaticinio se cumplió.

Han pasado once años desde aquello. Han quedado atrás los ocho meses de rehabilitación a los que tuvo que someterse, también el periodo de reflexión para decidir cómo reconducir su vida. Entrar en Aspaym le sacó del letargo en el que la discapacidad sobrevenida sumerge a los grandes lesionados. "Hay cabezas que no lo asumen, gente que no logra volver a vivir, volver a salir, que se deja vencer por la rabia, que incluso se suicida", asegura. "Tuve la suerte de tener la cabeza que tengo", cree. Entrar en Aspaym, el activismo, le salvó. Él recibió ayuda, y ahora él ayuda. Acude junto a los nuevos lesionados medulares para que no les lleve tanto tiempo volver a una vida normal. Acude a los colegios para dar charlas a los chicos y romper ideas preconcebidas y estereotipos sobre la discapacidad. Al fin y al cabo, ¿quién no tiene alguna? ¿No es una discapacidad, leve, eso sí, tener que llevar gafas? También participa en campañas de concienciación y cursos de recuperación de puntos, donde coloca a los infractores de tráfico frente a las consecuencias humanas de sus actos. Y también lucha por que Oviedo, donde es concejal, sea una ciudad más vivible para las personas con dificultades de movilidad. "Queda mucho por hacer y sobre todo en el plano de las conciencias". El rechazo a veces es sutil. "Si un bar no está acondicionado para que accedan las sillas de ruedas, se está vedando la entrada de esas personas".

Eduardo siguen haciendo deporte. "Juego al tenis, he jugado al baloncesto, compito en carreras de coches. El deporte te ayuda a superarlo todo". El hecho de ser una víctima de tráfico no le ha hecho coger miedo al coche.

La ovetense María Manzaneque es la delegada en Asturias de la Asociación Nacional de Amputados de España (Andade). Los últimos siete años de su vida son un relato de solidaridad, dolor, desesperación y valentía. Un accidente de tráfico provocado por un conductor ebrio y un atropello de una conductora con exceso de velocidad estuvieron a punto de acabar con su vida. Su esfuerzo por recuperarse y seguir viviendo la sacaron adelante, pero con múltiples secuelas y una dura y larga lucha en los juzgados.

Todo ocurrió en 2009. "Iba con mi marido y mis cuatro hijos en el coche. Bajábamos Pajares y delante iba un coche que no dejaba de dar bandazos. Pensaba que tenía un problema, pero en realidad el conductor iba bebido. Cuando entramos en la autovía en Campomanes se estrelló. Habíamos visto que dentro iba un niño, así que lo adelantamos y paramos en el arcén. Llamé al 112, me puse el chaleco y me bajé del coche para ir a ayudarles".

María Manzaneque iba recorriendo los metros que le separaban del vehículo siniestrado cuando apareció frente a ella un coche a excesiva velocidad. "Al intentar esquivar al accidentado, su conductora dio un volantazo, se estrelló contra la mediana y salió rebotada hacia mí. Me desperté un mes después en la UVI".

La mezcla de alcohol y exceso de velocidad le provocaron 14 costillas rotas y 5 vértebras, la pelvis, las caderas, un brazo no lo puede girar, tiene una bolsa en el colon y la pierna derecha amputada. Además, deficiencia respiratoria y un bypass en el vientre. María tenía entonces 40 años y cuatro hijos de 13, 11, 9 y 6 años.

Todavía se despierta sobresaltada, "pensando que estoy entubada, o con la sensación de que hubiera sido yo la responsable del atropello". Y no cesa en su ayuda a quienes viven una situación parecida. Su mensaje a los conductores: "No beban y no corran".

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