El futuro de un proyecto colectivo con más de cien años de historia se decide en un par de días. Han sido semanas intensas en el debate interno, un debate centrado, más de lo que a la mayoría nos hubiese gustado, en el ego (de unos más que de otros). Aun así es evidente que hay proyecto, hay equipo y hay capacidad de liderazgo. Hoy está en nuestras manos decidir el futuro del PSOE, que es mucho más que una elección entre compañeros y compañeras. Asumimos esa responsabilidad depositando nuestro voto en una urna, pero la militancia no termina aquí. Esa militancia responsable debe convivir con cada uno de nosotros las 24 horas, los 365 días del año. Conviene repasar la historia, la real, no esa que nos cuentan para justificar movimientos extraños y filias y fobias, más propias de patio de colegio que de una organización política seria con vocación de transformación social.

Hay quienes dicen que los éxitos o los fracasos se visualizan previamente. Sinceramente, en este caso no pasa por mi mente el fracaso de un proyecto que, sin duda, representa lo que somos. Afrontamos no una, sino dos campañas en menos de un año y no fuimos capaces de remontar unos resultados de los que no se olvidan y que deberían llevarnos a reflexionar. Hablamos de resultados, de confianza, la que depositan en este proyecto político (o en otros), millones de ciudadanos y ciudadanas. Aquí está el quid de la cuestión. Pero claro, lo fácil es regocijarse en el lamento interno y buscar culpables bien lejos de lo que cada uno de nosotros ha aportado para llegar a esta situación. Como diría mi padre "somos todos mayorinos" para saber el alcance de las decisiones que tomamos.

Mucho se ha cuestionado en estos días el papel de compañeros y compañeras que, a diario, se dejan la piel, haciendo realidad esas ideas que nacen de la reflexión interna, haciendo realidad esa vocación transformadora a la que apelamos cuando nos diferenciamos de la derecha más rancia y de la izquierda que le da balones de oxígeno gratis, haciendo un poco mejor el mundo que nos encontramos. Esta es la verdadera historia. Una historia que no sería posible sin la complicidad de millones de ciudadanos y ciudadanas que han visto en el Partido Socialista la capacidad de llevar a cabo esta tarea al servicio de la ciudadanía, y por ello han depositado en él su confianza. Sin esa confianza de la mayoría estamos condenados al cuento, a contar historias de lo que pudo ser y no fue.

En este punto de la partida lo tengo claro: votaré a Susana Díaz como Secretaria General del PSOE. Con quien nos une, ganamos. Tiene fuerza, vale. Es mujer, vale. Concita el apoyo de personas a las que tengo profundo respeto como Amelia Valcárcel, Eduardo Madina, Ignacio Urquizu o Jonás Fernández, también vale. Pero sobre todo, detrás de Susana Díaz hay respuestas claras frente a la incoherencia y hay personas sensatas y serenas frente a la agresividad revanchista que provoca el culto al ego. No me resigno a contarle a mi hijo historias de un PSOE de cuento, que quiso ocupar el lugar de otros en la izquierda y que renunció a ser el referente de la política al servicio de la mayoría. Y por todo ello, frente a la izquierda del espectáculo que no cambia la vida a la gente, votaré a la izquierda útil, la que es capaz de mirar a los ojos de la ciudadanía con respeto, la que representa Javier Fernández.

Nos jugamos mucho como militantes de este partido, pero nos jugamos mucho más como ciudadanos y ciudadanas de una sociedad que necesita de un proyecto como el socialista para afrontar la respuesta a los numerosos desafíos, que en muy poco tiempo, cambian y cambiarán nuestras vidas. En esa búsqueda de soluciones, de poco o nada sirven 140 caracteres, pabellones repletos, consignas llenas de resentimiento, tan simples como el conmigo o contra mí, y mucho menos servirán los lamentos del día después. Un PSOE de cuento, con mi voto no.