La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El asturiano que heredará el castrismo

Miguel Díaz-Canel, con raíces en Castropol, está considerado el "delfín" de Raúl Castro, de quien podría recibir el poder en 2018

Miguel Díaz-Canel conversa con Raúl Castro durante un acto en La Habana. REUTERS

"No es un nuevo rico ni un candidato improvisado", dijo Raúl Castro en 2013 sobre Miguel Díaz-Canel, el vicepresidente primero de Cuba, de origen asturiano, llamado a perpetuar el castrismo sin los hermanos Castro.

En La Habana las mujeres le comparan con Richard Gere, quizás por el pelo cano y la buena planta. Suele usar guayabera, y aunque en su infancia escuchó los sonidos asturianos de la tierra de sus mayores, le gustaron más los "Beatles" que la gaita. Y eso que el grupo británico estaba proscrito por el castrismo al representar al colonialismo imperialista. A Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, nacido en la finca familiar de Placetas (Villa Clara) en 1960, no le corrompieron aquellas letras y ritmos. Todo lo contrario, afianzaron su lealtad a la revolución que triunfó en Cuba un año antes de su nacimiento.

De cumplirse los planes trazados por Raúl Castro, "Castro II" en la jerga isleña, el hermano pequeño de Fidel dejará el poder en febrero de 2018, aunque seguirá al frente del Partido Comunista y de las Fuerzas Armadas, al menos hasta 2021. El ingeniero electrónico, bisnieto del castropolense Ramón Díaz-Canel, hijo de la maestra Aida Bermúdez y de Miguel Díaz-Canel, trabajador de una planta mecánica de Villa Clara, aún tiene tiempo para preparar su gran cita con la historia. La de su familia está jalonada de trabajo y esfuerzo. El bisabuelo emigró a las Antillas a mediados del XIX y triunfó a lo grande en los negocios.

Los Díaz-Canel regentaron en La Habana la conocida fábrica de muebles La Perla, donde se surtían las casas de las familias elegantes. El apellido Bermúdez también podría proceder de Castropol, según indicó a LA NUEVA ESPAÑA un primo del vicepresidente, Antonio Díaz-Canel Monteavaro, quien considera bastante probable que su antepasado se casase en Cuba con otra oriunda del concejo occidental.

La dinastía Canel fue un reflejo de la pujanza de la colonia asturiana de la isla. Impulsaron la Casa de Castropol en La Habana y siempre estuvieron orgullosos de sus raíces. Ahora, en medio de la tensión generada por el cambio de la política de Estados Unidos hacia Cuba, Miguel Díaz-Canel deberá tomar las riendas de manos de la familia que controla el poder desde 1959, y que tardó casi 20 años en convocar las primeras elecciones del periodo revolucionario.

El escenario es novedoso, al menos sobre el papel. El vicepresidente, al que se le critica una oratoria poco brillante, es un hombre de su tiempo. No se despega de su tableta, usa tejanos, juega al baloncesto y, de momento, no lleva chándal ni tampoco esos uniformes verde oliva que tanto le gustaban al comandante Fidel. Tiene cuenta de Facebook y Twitter, está divorciado de su primera esposa y es padre de dos hijos.

En las últimas semanas los medios de comunicación estatales repiten sospechosamente imágenes del "delfín caribeño" que rompió moldes en 2013 al convertirse en el primer dirigente cubano nacido después de 1959 que es investido como primer vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros, el segundo cargo en importancia del país.

Díaz-Canel ha escalado paso a paso. En 1997 llegó a ser el miembro más joven del Buró Político, el comité de catorce miembros cuidadosamente escogidos que funcionan como asesores principales de Raúl Castro.

En 2009 fue designado ministro de Educación Superior, puesto desde el que promovió reformas en la Universidad, que conoce bien de sus tiempos de profesor. En marzo de 2012 relevó como vicepresidente del Consejo de Ministros al histórico dirigente José Ramón Fernández Álvarez, también con raíces asturianas. Desde muy joven ha demostrado lealtad ciega al partido y a sus designios. Algo especial debe de tener cuando ha logrado pasar por delante de decenas de elegidos que han acabado en el destierro.

El largo proceso electoral que culminará con el adiós de Raúl echó a andar con la convocatoria de comicios para el 22 de octubre. Los cubanos elegirán en primera vuelta a los delegados a las asambleas municipales (una especie de concejales). Más adelante, el Consejo de Estado fijará el día de los comicios provinciales y nacionales. De ellos saldrán los delegados a las asambleas provinciales y los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (el Parlamento unicameral cubano) que elige al presidente. En Cuba sólo hay un partido y no se hacen campañas electorales. Los grupos opositores quieren presentar candidaturas independientes, pero ésa es otra cuestión.

Aunque Raúl nunca ha proclamado abiertamente que Díaz-Canel le sucederá -lo contrario sería reconocer la inoperancia de unas elecciones teledirigidas-, los cubanos, acostumbrados a leer entre líneas, no pasan por alto los detalles. Uno de ellos, nada banal, es que en 2008 Raúl Castro también era primer vicepresidente cuando sustituyó oficialmente a su hermano, gravemente enfermo.

Jaime Suchliki, director del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, opina que Díaz-Canel gobernará de una forma distinta e impondrá su propio criterio: "Tiene un perfil muy diferente al de los Castro, en su mente no hay tanques ni tropas". Y es que ahora que la mayoría de los viejos revolucionarios han muerto o padecen los achaques de la vejez, Díaz-Canel representa a esa generación forjada en los valores del comunismo que no ha conocido otra cosa que el castrismo en todas las etapas cruciales de su vida.

Entre café y café, los más optimistas piensan en Gorbachov y su Perestroika, e incluso en Balaguer, vicepresidente del dictador Trujillo en la República Dominicana, que inició el camino a la democracia. Raúl Castro, con 86 años recién cumplidos, tiene el tiempo en su contra. Como dicen en Cuba, en cualquier momento "puede cantar el manisero".

Compartir el artículo

stats