Decidir hacer una tesis doctoral y terminar leyéndola parece ser una meta que cada vez escogen más personas para acceder con el título de doctor a la enseñanza universitaria y a la investigación, o para mejorar en su trabajo, pues el número de las aprobadas ha aumentado un 33% desde el inicio de la crisis. En 2001 se aprobaron 191 tesis doctorales en la Universidad de Oviedo, pero el curso pasado fueron 288, con picos como el de 2011 en el que se llegó a 431 tesis leídas como consecuencia de la extinción del régimen de doctorado hasta ese momento.

En la actualidad tener un título de doctor podría considerarse garantía de empleo en España. Las posibilidades de ocupación para las personas con esta formación rozan el 90%. El informe "Panorama de la Educación de la OCDE", además, cifra en un 0,8% el porcentaje de población española de 25 a 64 años con estudios de doctorado. Sin embargo, existe la sensación de que, a pesar de que se han producido avances, quedan todavía aspectos por mejorar.

La Real Academia de Doctores de España (RADE) recoge en su informe "Análisis y revalorización de los estudios de doctorado en España" algunas propuestas de mejora en lo relativo a los criterios de admisión, la financiación, la calidad de los programas, la supervisión y el seguimiento del doctorando, así como la evaluación y la defensa de la tesis doctoral. La RADE también apela a la necesaria revalorización social del título de doctor, para lo que propone medidas encaminadas a aumentar la proyección de esta categoría en la función pública o a hacer un ejercicio de pedagogía hacia una sociedad que, en buena medida, ignora qué es o para qué sirve la figura más apreciada, en la práctica, en el entorno académico.

El principal hándicap del perfil de doctor, según los expertos, puede residir en que tenga un enfoque puramente investigador: "En España hay mucha investigación aplicada pero no básica y, por tanto, aquí tienen menos oportunidades", opinan las mismas fuentes. Con todo, algunos de estos doctores optan por reorientar su ámbito profesional y seguir programas de adaptación en escuelas de negocios que les permiten, por ejemplo, trabajar en departamentos de calidad o de marketing en grandes multinacionales.

En el conjunto de España eran casi 67.000 estudiantes los matriculados en estudios de doctorado en el curso 2016-2017 (una cuarta parte de ellos extranjeros), los últimos datos disponibles del Ministerio de Educación revelan que en el año 2015 se leyeron 14.694 tesis, un 30% más que en 2014 y un 68% más que en 2010. La variación se atribuye a las prisas ante la extinción de las regulaciones de doctorado anteriores al real decreto 99/2011. Prácticamente un tercio de esas tesis están relacionadas con el ámbito de las Ciencias. La evolución en la Universidad de Oviedo ha ido en términos semejantes. De las 191 tesis leídas en el curso 2011-12 se ha ido avanzando, de año en año, a 196, 221, 295, 431 y 288, finalmente, el curso pasado.

En este sentido, la Academia de Doctores plantea la conveniencia de que la duración de los estudios de doctorado se atempere con flexibilidad de manera adecuada a la finalidad de cada doctorado, en función de las particulares exigencias y necesidades de cada ámbito de conocimiento. Se exige igualmente que se habiliten líneas de financiación específicas para garantizar la conexión de los programas de doctorado con las empresas e instituciones, al entender que es necesario desarrollar políticas que incentiven los doctorados industriales, incrementando en este sentido las ayudas directas. "Falta despuntar, fomentar la especialización en determinados ámbitos, generar prestigio y talento", continúan los expertos.

En el caso del doctorado industrial se especifica la falta de medidas de estímulo para la integración de doctores en las empresas, auspiciadas desde el propio Estado. Igualmente se advierte de la necesidad de otorgar un mayor reconocimiento al título de doctor tanto en el ámbito de la función pública, como en el sector productivo. En el campo de la Administración General del Estado, la posesión del título de doctor debería considerarse como un mérito substancial para el acceso a los cuerpos superiores de la función pública, apuntan desde la RADE.

En este sentido, se recomienda la asignación de un componente retributivo, no sólo durante el periodo de su ejercicio activo, sino con carácter vitalicio, como complemento de las pensiones públicas perceptibles tras la jubilación. De manera particular, prosiguen, sería muy recomendable la incentivación de la incorporación de doctores a la enseñanza no universitaria, ya que con su formación investigadora pueden contribuir de manera significativa a la mejora de la educación.