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La Guía Secreta De Asturias

La carretera es bella

Las foces del río Aller sorprenden al viajero que va en dirección al pueblo del mismo nombre, donde termina el asfalto y comienza una pista a Vegarada

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Un recorrido por las foces del río Aller

Diciembre entró en Asturias dejando en montañas y cumbres las primeras nieves. Aún con sol, los pocos grados que el coche marca en su ascenso hasta el hermoso pueblín de Ruayer/Río Aller, en el concejo de Aller, indican al viajero que, como ya sucedió en días pasados, lo más fácil será que, cuando bajen más, encuentre el pueblo con nieve. No en vano, esta localidad es la última de una carretera donde a 800 metros el asfalto finaliza. Allí, quien quiera seguir disfrutando del entorno lo mejor que puede hacer es continuar por una pista hasta Vegarada, eso sí, con buen tiempo. La nieve desaparece con los días soleados, un manto blanco que vuelve en cuanto empeora el clima.

Por lo tanto, lo mejor es apuntar esta excursión para cuando haga buen tiempo, pues enlaza, por el monte, con la ruta de las foces del Pino. Los aficionados al senderismo y la montaña suelen hacer todo este itinerario completo, de unos 18 kilómetros y que en caso de partir desde La Paraya continúa por las foces del río Aller, el pueblo del mismo nombre, Puente'l Vao, Talabarda, Carbayalín, la pista Vegará, L'Acebal, collada Caniella, foces del Pino, Molín de Peón y, finalmente, el pueblo de El Pino. Está considerada de una dificultad media-alta y el tiempo aproximado de su realización ronda las siete horas. El desfiladero está integrado en la ruta senderista PR AS-31, conocida popularmente como la ruta allerana de las foces del río Pino y del río Aller, que une las localidades de El Pino y La Paraya.

Los que gustan de conducir por carretera con encanto bueno es que sepan que, partiendo de Collanzo, se entra en el precioso valle del río Aller. Una vez en él, y tras dejar atrás Llames y Casomera, el paisaje seduce irremediablemente a quien lo mira, con las praderías, los pueblos y las montañas al fondo, con algunos de sus picos ya cubiertos de nieve.

La principal sorpresa se produce cuando, unos tres kilómetros antes de llegar al pueblo de Río Aller, y tras dejar atrás La Paraya, la carretera comparte espacio con las foces de este emblemático río asturiano a lo largo de unos 500 metros, un tramo impresionante en el que el sonido del agua y las pequeñas cascadas seducen a quien lo observa, especialmente allí donde las paredes de piedra casi parecen tocarse en un punto imposible del cielo.

El asfalto que atraviesa la garganta se convierte entonces en una hermosa carretera, un trozo de paraíso que invita a fotografiar el lugar con placer y con paciencia. Eso sí, merece la pena subir hasta este pueblo allerano y, además de caleyarlo, disfrutar de las vistas que tienen, cada día, sus vecinos ante sus ventanas. Un lujo de la Asturias más auténtica.

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